En está historia veremos a una joven, dispuesta hacer lo que sea para salvar la vida de su mamá, pero, ¿Qué pasará con ella, si en el proceso se enamora? Los invito a leer.
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Cap. 12
Para Sorimar, las horas pasaron en un parpadeo. Maicol la dejó en casa, y la señora Leticia y Luchi, la esperaban con una anticipación casi frenética.
— Hello, ¿y a ustedes qué les pasa? — preguntó ella al entrar, notando la conspiración en sus rostros.
— Hola, Cariño, ¿cómo te fue? — Leticia le ofreció una taza de café, sus ojos brillando de curiosidad.
— Tesoro, ¡te extrañé! ¿Cómo te trataron en la agencia?
— Superbién. ¡Tan bien que debuté como modelo! Y lo hice como toda una profesional. Recibí felicitaciones.
— Dios tiene un camino glorioso para ti, mi niña — afirmó la señora, con una fe inquebrantable.
— ¡No me extraña! Eres grandiosa, divina, y todo lo demás. Aunque para mí tienes más futuro en el pole dance.
Leticia y Sorimar lo miraron extrañamente confundidas.
— ¿Qué? No me miren así. Mi tesoro tiene un cuerpo espectacular, seductor, provocativo, que causa morbo. En el modelaje hay puras mujeres raras. Pero ya, ¿Y la familia de Maicol qué tal? — preguntó Luchi emocionado.
— El papá es... intenso, pero buena persona. La mamá no estaba.
Mientras charlaban, disfrutaban de una taza de café.
Días después.
Eykel estaba inmerso en su oficina, supervisando la campaña del lanzamiento de un nuevo Lamborghini, cuando Paola irrumpió con una tristeza fingida.
— ¡Qué impotencia! No entiendo el resentimiento de tu padre hacia mí.— Su voz chillona hizo que él se detuviera de inmediato.
— ¡Maldición! Ya hablamos de ello. No te compliques. Concéntrate. Vas a ser la modelo principal de la revista Exclusive Dianamond.
— ¡Ay, ¿en serio?! ¡Gracias, cariño! ¿Pero qué dirá tu padre? — Lo abrazó con una fuerza excesiva. Eykel la apartó con un movimiento brusco, y el rostro frío.
— Soy yo quien toma esas decisiones. No hay ningún problema. — Su voz no dejaba lugar a réplicas.
— ¿Podemos salir esta noche a celebrarlo? — Su tono era una invitación íntima.
— No — negó rotundamente.
— Ok. Nos vemos mañana.
Los días se convirtieron en semanas, y así fueron cambiando algunas cosas.
Sorimar estaba realmente complacida; su debut inesperado se había convertido en un contrato oficial. Ahora era modelo de la Agencia Conor, y su talento natural ya les había asegurado varios contratos importantes.
Se encontraba en la cafetería con Maicol, ahora su prometido, cuando el Señor Miguel los mandó a llamar. La noticia que les esperaba era un arma de doble filo.
En la oficina, el Señor Miguel temblaba de emoción.
— ¡Maicol lo logramos! Por fin la revista “Exclusive Dianamod” se ha interesado en una modelo de esta agencia. Sorimar, tú eres la elegida. Gracias a ti, trabajaremos para la mejor revista del país.
— ¡Lo sabía! ¡Sorimar tiene mucho talento! — exclamó Maicol, radiante de orgullo.
— ¡Qué emoción! Esa revista es grandiosa. — comentó Sorimar, sin comprender la magnitud real de lo que acababa de aceptar.
El Señor Miguel se reclinó, la algarabía desapareció para dar paso a una sombra. — Pero hay un problema. Un obstáculo insalvable que debes conocer. Esa revista... tiene un fotógrafo exclusivo.
El silencio se hizo denso.
— ¿Quién, papá? — Maicol preguntó, su voz apenas un susurro.
El Señor Miguel pronunció el nombre con resentimiento. — El cabrón de Eykel.
Maicol sentía que la sangre le subía a la nariz para asfixiarlo. Se levantó de un salto. — ¡Maldita sea! ¡Ese desgraciado! ¿Qué podemos hacer ahora, papá? ¡No voy a permitir que ese infeliz trabaje con nosotros!
— Jamás permitiré que ese maldito se relacione con esta agencia. Habla con los editores para ver si pueden cambiar de fotógrafo, ¡a cualquier precio! — sugirió Miguel, la voz cargada de un veneno espeso.
— Perfecto, papá, voy a ir a la revista ahora mismo. Sorimar, estaré fuera unos minutos.
Sorimar asintió levemente. Ella escuchó el nombre de "Eykel" y su corazón empezó a latir desesperado, sentía una sensación inquietante en su pecho. Se obligó a calmarse: era imposible que se tratase de la misma persona. Los Conor hablaban con tal rencor hacia ese hombre, que tenía que ser alguien despreciable. Sin embargo, una sombra de duda persistía.
Mientras, en la imponente sede de la revista “Exclusive Dianamod”, el señor Rodrigo Cáceres, con el rostro marcado por la preocupación, había fracasado. Trató de mover cielos y tierra para evitar que su hijo presenciara un encuentro que sabía sería explosivo. No pudo convencer a los editores para que eligieran otra modelo.
Decepcionado, regresó a la agencia e inmediatamente mandó a llamar a su hijo para informarle la caótica situación.
El joven, ajeno al caos, irrumpió en la oficina de su progenitor.
— ¿Qué sucede, papá? ¿Cuál es la urgencia? Tienes una cara de funeral — expresó Eykel, confundido. Se acomodó en el sillón frente al escritorio y esperó respuestas.
Rodrigo soltó un suspiro pesado, como si el aire le quemara los pulmones.
— Hijo, traté por todos los medios para evitarte ese trago amargo, ¡lo juro! Pero no pude hacer nada — hizo una pausa.
— Papá, relájate. ¿Qué puede ser tan grave para que estés tan desesperado?
— La modelo que eligió la revista “Exclusive Dianamod”... pertenece a la agencia Conor. — La confesión cayó como una losa de hielo.
Eykel permaneció en un silencio aterrador, analizando cada palabra. A medida que la realidad se asentaba, una ira helada y desmedida crecía en su ser, escalando desde su estómago hasta apretarle la garganta. De repente, golpeó el escritorio con tal fuerza que los objetos temblaron. Se levantó como alma que lleva el mismísimo demonio, la silla chirrió y cayó detrás de él.
— ¡Qué demonios estás diciendo? ¡Jamás voy a trabajar con esa agencia! ¡No, nunca, bajo ningún concepto! — gritó, la furia distorsionando su rostro.
— Sé lo que eso significa para ti. Hablé personalmente con ellos, pero fueron indiferentes a mis peticiones.
Eykel levantó la silla, y se sentó como quien espera un diagnóstico final. — ¡Maldición! Como su fotógrafo, ellos siempre me piden opinión sobre las modelos, ¿qué cambió ahora?
— Al parecer tienen una nueva adquisición.
— Voy a hablar con esos inútiles de los editores. — Salió de la oficina con determinación, dejando un rastro de tensión electrizante.
Caminaba por los pasillos, y por su mente no vagaban pensamientos, sino maldiciones y pestes hirvientes dirigidas a los Conor. Estaba completamente renuente a respirar el mismo aire que ellos.