El amor es el único sentimiento capaz de traspasar cualquier barrera o prejuicio impuesto por la sociedad, ya sea por diferencia de edad, religión, estatus o clase social, aunque a decir verdad muy pocos son los valientes que deciden dar ese paso de fe y confesarse ante esa persona que considera un imposible.
En esta historia el protagonista descubrirá que su amor no es tan inalcanzable como creía, ya que Lucia lo admira en secreto, porque sabe que a pesar de que Danilo es un soltero empedernido, un conquistador nato que le rehúsa al compromiso con ella es diferente.
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Capítulo N°5
La música sonaba fuerte en el bar, las luces de neón iluminaban las botellas detrás de la barra mientras que el cantinero servía nuevamente el vaso con el whisky más costoso del lugar al hombre de mirada triste y ceño fruncido.
— Señor, ya debería dejar de beber lo que está intentando olvidar no lo conseguirá con el alcohol solo hará que mañana tenga un terrible dolor de cabeza—sugirió de repartir al ver que apenas podía sostener el vaso entre sus manos—. Porque no se va a casa.
—Nadie te pidió tu opinión, será mejor que no te metas en mis asuntos y dejes esa botella sobre la barra —ordenó mostrando el arma en su cintura.
— Como usted quiera —respondió negando con un movimiento de cabeza.
Danilo bebía sin control, quería olvidar a su pequeña pero solo lograba comparar su inocencia y su belleza con las mujeres que se ofrecían a pasar la noche con él. El perfume barato de la morena que tenía entre sus brazos se mezclaron con el humo de los cigarrillos y la cerveza derramada de un borracho a su lado. Con pesar empujo a la mujer que insistía en acompañarlo a su departamento, entonces de mala manera le ordenó que se alejara, su cercanía le provocaron náuseas. Tambaleante se puso de pie dejando varios billetes sobre la barra y salió del salón en busca de su auto, necesitaba alejarse de esas mujeres que solo conseguían profundizar su dolor, su pasado lo estaba condenando y sabía que jamás Lucia se fijaría en alguien como él. Un mujeriego nato, un amante empedernido que odiaba los compromisos, hasta ahora.
El aire golpeó su rostro haciendo que se mareara aún más, así que por un momento se sostuvo de la pared, respiró hondo varias bocanada de aire puro antes de caminar erráticamente al estacionamiento. Su auto permanecía inmaculado, sus hombres lo estaban custodiando debido que ese lugar quedaba en el medio de la nada de camino al aeropuerto y era la primera vez que él decidía tomar una copa allí. Con movimientos torpes se sentó en su vehículo dejando la puerta abierta entonces se apoyó en ella para deshacerse de todo el licor que tenía en su estómago, hasta que sintió una leve mejoría. Por varios minutos permaneció inmóvil dentro del interior de su auto, sin saber qué hacer o a dónde ir, hasta que finalmente lo encendió y comenzó a conducir sin rumbo fijo.
La seguridad lo seguía muy de cerca hasta que finalmente lo vieron ingresar a una zona segura y se apartaron dejándolo solo.
Era de madrugada cuando Dimitrio se despertó exaltado por culpa de unos ruidos que provenían del cuarto de Lucia, lo primero que pensó era que podía ser el nuevo integrante de la familia, pero de inmediato descartó esa idea. Al parecer era como si alguien estuviera revisando los cajones del placard, sin despertar a su esposa, salió de la cama, tomó su arma que guardaba celosamente en un cajón con llave y se dirigió con sigilo a la habitación de su cuñada.
La puerta estaba entreabierta, la luz permanecía apagada, entonces se asomó y vio la silueta de un hombre hurgando entre los muebles.
—No te muevas o te vuelo la cabeza—ordenó Dimitrio.
—Hazlo, mátame de una vez por todas así al menos no me sentiría tan miserable —contestó Danilo arrastrando las palabras y acostándose en la cama de Lucia.
Dimitrio guardó el arma en la cintura de su pijama prendió la luz del cuarto y miró asombrado como toda la ropa de su cuñada estaba esparcida por el suelo.
—¿Qué demonios haces aquí?¿Y qué buscabas?—preguntó cerrando la puerta para no despertar al resto de la familia.
—Ella se llevó ese vestido sexi a Brasil —contestó abrazando la almohada donde aún permanecía su aroma.
—¿Qué vestido?—interrogó mientras recogía las prendas y las dejaba sobre una silla.
—El vestido de la fiesta, ese pedazo de tela que no cubre su cuerpo, de ese vestido habló.
Dimitrio suspiró hondo, su amigo no estaba bien y ya era hora de hablar con sinceridad.
—Danilo, ¿qué sucede contigo ?Necesito saber qué te pasa. ¿Por qué entras a mitad de la noche a mi casa, desórdenes el cuarto de Lucia buscando un vestido?
—Ella se fue, se fue por mi culpa—dijo arrastrando las palabras mientras que sus ojos se cristalizaron una vez más mirando la foto que estaba en la mesa de noche, donde ambos sonreían felices y sin asperezas.
— Eso no es cierto y es evidente que estás ebrio, Lucia no se fue por tu culpa, ella deseaba hacer una especialización, eso es todo.
—Mentira ella se fue porque me odia —gritó e incorporándose en la cama confesó—. Yo golpeé a su novio, lo obligue a que la abandonara, no podía permitir que nadie la toque, así que agarré a ese niño, lo amenacé y lo obligue a cambiarse de universidad.
Dimitrio se sorprendió por esa confesión y acariciando su cabello intentando comprender la actitud de su hermano del alma dijo
—Tú no eres así ¿por qué hiciste eso?—interrogó Dimitrio ya que en el estado que estaba su amigo confesaría la verdad
—Porque cuando ella me confesó que estaba enamorada de ese infeliz y que deseaba entregarse a él, perdí por completo la razón, me volví loco, mi pecho ardía desbocado y solo tenía deseos de matar a ese idiota. No podía permitir que otro hombre besara o tocara a mi pequeña.
Pero eso es una locura, Lucía es una mujer y tú no puedes interferir en sus relaciones—dijo y se sintió molesto por la forma de actuar de su amigo.
— Lo sé, es que cuando descubrí que otro la podía tenerla me morí de celos y me comporte como un idiota porque comprendí que mis sentimientos por ella habían cambiado.
—¿A qué te refieres?—preguntó temiendo la respuesta.
— Lo siento Dimitrio, no puedo seguir ocultando la verdad y debo aceptar que la amo, me enamoré de esa mocosa, aunque no quería reconocerlo frente a ustedes es la verdad.
Dimitrio caminó como una fiera enjaulada, le costaba procesar la información que estaba recibiendo, pero no quería ser imprudente, su amigo estaba ebrio y seguro por la mañana olvidaría esa conversación así que le dijo.
—Ven, te llevaré a tu cuarto, no tienes nada que hacer en esta habitación.
Danilo agarró el portarretrato de la mesa de noche y lo llevó contra su pecho aferrándose a la ilusión de algún día volver a sonreír junto a su niña. Como un ente sin vida se dejó guiar del brazo de su amigo por el largo pasillo hasta su habitación, recostado en su cama, besó el frío cristal y se quedó profundamente dormido ante la atenta mirada de Dimitrio.