Elysia renace en un mundo mágico, su misión personal es salvar a su hermano...
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Brujita
El aire de la habitación parecía diferente ahora: más cálido, más cargado de una tensión que ninguno de los dos podía ignorar. Hans cerró los ojos por un momento, dejando que la imagen de Elysia lo acompañara, consciente de que ese pequeño gesto había dejado una huella imborrable.
Elysia entró al baño, y comenzó a desvestirse con movimientos rápidos, ansiosa por el agua que la despejara del sueño... No se percató de que Hans, de pie en la puerta semiabierta, la observaba en silencio, la sombra de su figura recortada contra la luz tenue de la habitación.
Su mirada era intensa, fija, pero no intrusiva. Cada gesto de Elysia —el cabello que se soltaba, el agua que comenzaba a correr por su cuerpo— parecía grabarse en su memoria. No era solo deseo; había algo más profundo: la necesidad de protegerla, de recordar cada detalle de quien se había convertido en su brujita personal.
Hans se relamió los labios otra vez, con la respiración un poco más pesada de lo que solía permitir...
[—Imposible… no puedo dejar de pensar en ti.]
Elysia continuaba en el agua, dejando que recorriera su cuerpo, relajando los músculos y despejando la mente. No tenía idea de que Hans la estaba observando; no sabía que él disfrutaba de cada movimiento suyo, sin invadirla, solo almacenando cada gesto, cada curva, cada suspiro que escapaba de ella bajo el agua.
Cuando el vapor llenó la habitación, Hans dio un paso atrás, cerró los ojos y respiró profundo. Sabía que ese momento era solo para ella, pero también sabía que esa marca que le había dejado con un beso no se borraría tan fácilmente.
[Ya eres mía, brujita... Aunque aún no lo sepas.]
Elysia salió del baño envuelta en la toalla, el vapor aún pegado a su piel, sintiendo la calidez del agua recorrer su cuerpo. Pensó que estaría sola… o que él seguiría durmiendo hasta que lo vio.
Hans estaba allí, apoyado contra la pared, los brazos cruzados, observándola con una intensidad que le heló la piel. Antes de que pudiera reaccionar, dio un paso hacia ella, cerrando la distancia. Elysia retrocedió, pero Hans fue más rápido: la acorraló suavemente contra la pared, su cuerpo presionando el de ella con firmeza y control.
—Brusca y traviesa… —murmuró, con un tono grave que vibraba entre el deseo y la posesión.
Antes de que ella pudiera replicar, sus labios se encontraron en un beso apasionado, ardiente, que no daba lugar a dudas. Hans la sostuvo con fuerza, como si temiera que desapareciera si la soltaba, mientras Elysia se dejaba llevar por la mezcla de sorpresa y deseo.
Sus manos se movieron instintivamente: la suya rozando su cintura, la de ella aferrándose a su cuello, buscando un ancla en ese momento que parecía absorberlos a ambos. El beso era hambre y suavidad a la vez, un choque de emociones que los dejaba sin aliento.
Cuando finalmente se separaron, solo un poco, Elysia respiraba agitadamente, sus mejillas teñidas de rojo. Hans se inclinó apenas hacia ella, rozando su frente con la suya, susurrando con una sonrisa oscura:
—Ya eres mía, brujita… y no pienso dejar que nadie más te toque.
Elysia no respondió con palabras. Su corazón latía tan rápido que sentía que todo lo demás había desaparecido. En ese instante, entre ellos, solo existía la cercanía, el calor y la certeza de que nada volvería a ser igual.
Después de ese beso intenso, Hans la rodeó con los brazos y, con un movimiento seguro, la sentó suavemente sobre sus piernas. Elysia se acomodó contra su pecho, sintiendo cómo la fuerza y el calor de él la envolvían, haciendo que el mundo exterior desapareciera por completo.
—Escucha, brujita —empezó Hans, con voz grave y tranquila, pero con ese filo que siempre llevaba consigo—. Anoche sucedieron cosas que necesitas saber.
Elysia lo miró, curiosa y aún con el corazón latiendo rápido por lo reciente del beso. —¿Qué pasó? —preguntó, apoyando la cabeza contra su hombro, confiando en él más de lo que había confiado en nadie.
Hans suspiró y apretó suavemente su cintura. —Tu hermano… Ernesto —dijo con un dejo de desprecio—, se perdió en el vino. No soportó escuchar la verdad sobre Clariet, así que se fue a ahogar su orgullo y su decepción. Bebió hasta perder el juicio, y no quise intervenir… necesitaba que enfrentara su propio fracaso.
Elysia frunció el ceño, apretando sus manos alrededor de él. —¿Qué? ¿Por qué?
Hans arqueó una ceja y esbozó una sonrisa torcida. —Clariet fue obligada a beber una poción de la verdad... Lo que siempre escondía salió a la luz: le dijo en su cara... que lo desprecia, que le da asco y se burla de él. —Sus palabras cayeron como piedras, pesadas pero ciertas—. Primero lo escuchó detrás de un muro, pero después… bueno, Clariet tuvo que decírselo a la cara.
Elysia lo miró, sorprendida, sintiendo una mezcla de satisfacción y dolor. —No puedo creer que fuera tan cruel…
Hans la observó fijamente, acariciándole la espalda con cuidado. —Cruel… pero honesta. Y justo por eso tu hermano tuvo que aprender la lección. Nadie le hará daño a alguien que me importa sin pagar el precio.
Elysia se abrazó más a él, dejando que la protección que emanaba de Hans la envolviera. No dijo nada, pero su silencio lo decía todo: confiaba en él, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba sola frente al caos de su familia y su mundo.
Hans, mientras tanto, dejó que ese momento se prolongara un instante más, disfrutando de la cercanía y del efecto que él tenía sobre ella. La brujita que lo había marcado con un simple beso ahora estaba sentada en sus piernas, vulnerable y confiada, y él no planeaba desaprovecharlo.
Hans desde que le declaró sus sentimientos lo hizo con hechos y no con palabras, pero también entiendo un poco a Elysia, ella necesita que él le confirme su amor de viva voz🤔