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SI PUDIERA SALVARNOS

SI PUDIERA SALVARNOS

Status: En proceso
Genre:Amor de la infancia / Autosuperación / Reencuentro / Cambio de Imagen / Riqueza en una noche / Pretendiendo ser otra persona
Popularitas:1.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Irwin Saudade

Ivin quiere lo mejor para su familia y por eso esconde un secreto: por las noches es dama de compañía. Durante una noche de trabajo, se reencuentra con su crush de toda la vida. ¿Qué podría pasar cuando tu primer amor te confiesa estar enamorado de ti, pero tú estás en alquiler para otros hombres? ¿Por qué el amor es difícil a veces? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué el amor no siempre nos salva?

NovelToon tiene autorización de Irwin Saudade para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Y ESO

—¿A dónde dices que irás?

Estaba terminando de amarrarme las agujetas, mi celular estaba en altavoz mientras yo hablaba con Manuel. ¡Parecía necesario hablarnos casi todos los días!

—¡Iré a ver la lluvia de estrellas!

—¿Iras con tu familia?

Me puse de pie, esta vez no quise llevar mis anteojos puestos; Jonatán aún no sabía toda la verdad sobre mi verdadera identidad y el hematoma ya estaba desapareciendo de mi mejilla, solo era una mancha tenue color marrón.

—No. Iré con Jonatán.

—¿Jonatán?

—Sí. El muchacho que nos encontramos en la plaza el domingo. Ya te había dicho que saldría con él.

—¿Y solo irán ustedes dos?

Su pregunta me hizo sonreír. ¿Por qué tenía curiosidad? Me miré en el espejo por algunos segundos y me sentía demasiado bien. ¡Esta vez yo no lucía tan perra! Solo era yo.

—Solo iremos los dos. ¿Por qué?

Eran las seis de la tarde.

—¿Puedo ir contigo?

¿Cómo le dices a tu crush de toda la vida que ahora trabajas como escort y que tu cita de esta tarde es con un hombre al que le trabajaste? Qué claro, todo fue simplemente un rato de compañía inocente. ¿Manuel sería capaz de entenderme?

¡Pero qué dilema el mío! A estos dos hombres les estaba mintiendo. Ninguno de ellos sabía lo que realmente había en mi corazón.

—Manuel, tú...

El golpe intenso a mi puerta me hizo tirar un perfume al suelo, todo se hizo fragmentos de cristal y el aroma me hizo perderme por algunos segundos. ¿Qué me estaba pasando?

—¿Está todo bien? —Preguntó Manuel.

Algo andaba mal. Lo podía presentir por el sonido y la intensidad de los golpes a mi puerta.

—Sí. Es solo que...

—¡Ivin! —La voz angustiada de Emilio me hizo abrir las pupilas de golpe.

—Manuel, ¿me puedes esperar tantito? Algo pasa con mi hermano.

—Sin problema.

—Ahorita regreso.

Dejé el celular sobre el sofá y corrí a abrir, los golpes de mi hermano eran muy insistentes. Abrí sin dudar y su cara me hizo sorprenderme. Su respiración estaba agitada y sus ojos parecían estar al borde la las lágrimas. ¡Algo andaba mal!

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? ¿Está todo bien?

—¡No! ¡Es papá!

—¿Que tiene papá?

—Mamá no puede ponerle una inyección y necesita el medicamento. ¡Ayúdala! Se está rebelando mucho.

—¡Tranquilo! Todo estará bien.

Entonces corrimos hasta el cuarto de mis padres. Papá estaba sentado y su semblante era de enojo. ¡Otra escena de este tipo! La enfermedad lo había convertido en un niño pequeño, al que se le tenía que rogar para poder darle su medicamento.

—¿Qué pasa? —Pregunté en tono de voz autoritario.

Todos se giraron a mirarme.

—Papá no quiere que mamá le ponga su inyección —dijo Estefan.

¡De vuelta con esta dificultad! A papá le aterraban las agujas. ¡Malditas inyecciones! Tan solo la sensación de sentir como el piquete atraviesa la carne, el líquido entra al cuerpo y ese tacto tan invasor a su privacidad; eran cosas por las que las inyecciones no le agradaban ni en lo más mínimo. ¡Papá sufría! Y quizá me hacía falta mucha empatía para poder tratarlo de forma mejor.

—¿Para qué es la inyección? —Le pregunté a mamá.

Ella alzó la mirada y me pasó la caja de la ampolleta. ¡Era una beyodecta!

—¡Es que no la necesito! —Dijo papá intentando excusarse.

—¿Por qué dices eso?  —Pregunté.

—Pues porque ya estoy sano. ¡Ya no me voy a morir! Me curé y me siento bien.

Verlo en esta situación me hacía sentir demasiado conmovida. Él parecía ser un niño chiquito, mi papá había cambiado tanto en su carácter que ahora nos correspondía a nosotros tomar las decisiones por él. ¡Papá no estaba bien!

—Sí, ya sé que no te vas a morir ahora, pero de verdad necesitas esta inyección. El doctor dijo que...

—¡Pura tortura con ese doctor! Yo me siento bien.

—Pero es que... —Mi mamá quería lo mejor para mi padre.

—¡No! Ya dije que no me la voy a poner.

Sentado en su cama, nosotros mirándolo con mucha atención. ¿En qué momento fue que llegamos a todo esto? ¿Por qué estar batallando con una enfermedad y un carácter completamente diferentes a lo que solíamos tener en él? ¿Por qué tener que soportar un sufrimiento innecesario? ¡Nadie necesita de una enfermedad!

—¡Por favor Pedro! Mira que esto es por tu propio bien.

—¡No me digas nada mujer! Siempre me quieren estar picando el trasero. ¡Ya saben que no me gusta nada de eso!

—¡Pero papá...!

—No Estefan, no te metas. Tú no me digas...

A veces, tratar de convencerlo me hacía desesperar. ¡Completamente! Era muy estresante que el paciente quisiera rebelarse a su tratamiento y era muy agotador querer luchar contra él. ¿Empatía? ¿Enojo? ¿Dolor? Si algo es bien cierto: el enfermo no sufre por sí solo, toda su familia también sufre el dolor de vivir encadenados a una situación complicada, algo que está fuera de sus manos. ¿Acaso podemos controlar las enfermedades? Los medicamentos ayudan un poco, pero el problema no siempre se erradica de raíz. ¿Qué procede en esa situación? ¡Inyección de vitaminas! ¿Picar su cuerpo? ¡Dolor físico! ¿Una larga vida? ¡Con problemas incluidos!

—Seré yo quien te inyectara, así que por favor coopera. ¿Tú crees que yo quiero hacer esto?

—¡Tú solo eres mi hija! No me puedes mandar a hacer algo que...

—¡En este caso sí! ¡No quiero que te vuelvas a poner grave! Eres mi padre y te quiero mucho; pero aunque tú digas que estás bien, no puedo correr el riesgo de que vuelvas a recaer en otra enfermedad. ¡No sería justo para nosotros! Últimamente, no has probado la comida que mamá te prepara y eso te deja sin vitaminas. Así que dime, ¿quieres ser egoísta?

—¡No quiero que me piquen! —Y ese tono de voz me partió el corazón.

Era como si yo estuviera viendo a un niño desprotegido, con una mirada muy frágil y la voz quebrada. ¡Mi papá la estaba pasando mal!

—Perdóname papá. ¡Lo siento!

Fue un relajo poder inyectarlo. Al final mis dos hermanos y mamá tuvieron que sostenerlo contra la cama; nos tomó media hora poder contenerlo y así le pude aplicar la inyección. ¿Razón? El médico le había recetado vitaminas, prefirió que lo hiciéramos a través de inyecciones porque según así el efecto es más rápido. ¡Me consta! La recuperación de mi padre ha sido lenta, pero sí he visto mejoría en su estado físico. ¡Espero que todo se estabilice pronto!

—¡Listo! Ya está.

Tiré la jeringa al bote de basura. Sus gritos me rompieron el alma y tuve que reprimir mi llanto para no desmoronarme. Use mis manos para secar las lágrimas del rostro de mi padre. Se sentó en la cama, mis emociones estaban muy exaltadas.

—¿Ya me vacunaron? —Pregunta papá.

—Sí. Te dije que sería algo rápido.

—Ni siquiera sentí.

—¡Ves! Es que yo te inyecté. ¡Estabas como niño chiquito!

Él estaba sonriendo, después de habernos hecho sufrir para poder vacunarlo, ahora mi padre parecía un niño todavía aún más indefenso. Mamá le dio una paleta tutsi pop, ella le quitó la envoltura y se la ofreció a mi jefecito querido.

—¡Gracias por cuidar de mí! En verdad yo... —se quedó callado, nos regaló una sonrisa inocente y suspiro un poco—. ¡Tengo sueño!

—Termina de comer tu paleta. ¡Descansa! —Le dijo mi madre poniéndole una mano sobre la mejilla izquierda—. Ya son casi las siete y cuarto de la noche.

¡Rayos! ¡Se me había hecho demasiado tarde para la salida con Jonatán!

—¡Me tengo que ir! —Dije a todo pulmón olvidando que no estaba a solas en mi habitación.

Mi familia se me quedó mirando con mucha sorpresa. Era la primera vez que iba a salir de casa por la tarde y ellos se enteraban. ¡Estuve a punto de echarlo todo a perder!

—¿A dónde vas a ir? —Preguntó mi madre con muchísima curiosidad.

El timbre de la casa sonó y toda nuestra atención se fue a pensar en las posibilidades. ¿Quién podría ser a esta hora? Regularmente, nadie solía visitarnos, a menos que fuese algún cliente que tuviera necesidad de hacernos algún pedido con urgencia. Emilio salió de la habitación de mis padres para poder averiguar sobre nuestra visita.

—Yo, tengo que... —La neta me puse un poco nerviosa, en mi mente estaba tratando de buscar una excusa creíble.

—¿A dónde vas Ivin? Pareces un poco sospechosa.

Y aunque no quería que mamá se sintiera alarmada, estaba logrando todo lo contrario. ¡Se estaba preocupando por mí! Esto me ponía en una jaula.

—Iré a...

—¡Ivin! ¡Te buscan! —Exclamó mi hermano con mucha intensidad.

—¿Te buscan? —Mi madre está incrédula.

¿Quién rayos podría haber venido a buscarme a esta hora de la noche? Yo no había intercambiado mi dirección con Jonatán y no había nadie en mi círculo de amistades cercanas que quisiera visitarme a esta hora.

—¡Sí! Te dije que saldría.

—No me pediste permiso.

—¡Lo sé! Y lo siento. ¿Me das permiso de salir un rato?

1
Bella Maldonado Beltran
Excelente
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