¿Es posible volver a amar después de una ruptura? Cinco años después de romper su compromiso, Gus y Félix vuelven a cruzar miradas. El pasado regresa como una herida abierta, trayendo consigo el amor que nunca murió… y la falta de valor que amenaza con destruirlos. Esta vez, no solo se juegan el corazón: también su última oportunidad de salvarse el uno al otro para poder terminar juntos.
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DE UN
—Solo tengo curiosidad —la respuesta de Félix me parece muy insignificante.
—¿Crees que deberíamos volver? El tiempo se ha pasado volando y creo que ya son más de las cinco de la tarde —dice Luisa.
—Sï, creo que es momento de volver.
Me pongo nervioso, no quiero que ellos descubran que estuve escuchando su conversación y entonces, hago que mi espalda se pegue lo suficiente a la corteza del árbol. Me giro lentamente, uso las manos para palpar, siento que ellos comienzan a avanzar y yo rodeo el tronco para esconderme. ¡El está tomando su mano!
—¿Qué harás esta noche? —Le pregunta él.
Ella se ve tan a gusto con él. ¡Si hacen linda pareja! Seguro que si ambos llegan al matrimonio, sus hijos serán bellos. ¡Mi mente canija!
—Tengo que terminar de bordar un encargo que mi madre me pidió.
—¿Te gusta bordar?
Ahora veo sus espaldas. ¡Menos mal que no me notaron! Me siento más despreocupado, pero al verlos alejarse, los latidos de mi corazón se vuelven inquietud. ¿Por qué siento esta angustia? ¡No estoy bien! Debí calmar mis sentimientos y aclarar lo que siento por Félix.
—¡Me encanta el bordado! —Escuchó que dice ella.
Ahora yo soy quien está solo, abrazando a un árbol para ocultarme del hombre que algún día me propuso matrimonio.
—¡Soy tan dichoso ahora que me escondo del hombre que me rompió el corazón! —Me atrevo a decir cuando ya estoy solo.
Me alejo del árbol, comienzo a caminar y entonces me tropiezo. Mi pie derecho se atora con una raíz descubierta y siento un dolor inmenso cuando azoto contra el suelo. ¡No me quiero levantar rápido! Que el dolor se me pase, aunque me consuma mucho el martirio que siento en mi tobillo.
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—¿Estás bien? —Luisa se anima a preguntarme.
—Sí. Me tropecé con una raíz —trató de aguantar el dolor que siento en mi cuerpo.
—Pues yo no creo que estés bien. ¡Te lastimaste! —Laura se atreve a decir.
Mi querida hermana está sentada en un tranco, su esposo está acostado en su regazo y ella le acaricia el cabello. ¡Que románticos se ven!
—Solo me doble un poco el tobillo.
—Le he hablado a mi cuñado para que venga por nosotros en la camioneta —dice Félix.
Él hace contacto visual conmigo y durante varios segundos, sentí interés suyo hacía mí.
—¿Quieres sentarte un poco? —Me dice Henrietta.
Pasan al menos quince minutos cuando el motor del vehículo captura nuestra atención. Un Jetta gris aparece sobre al camino y es el señor Márquez quien lo conduce. Lo estaciona cerca de nosotros.
—¡Ya estoy aquí! —Dice el hombre.
—¿La camioneta? —Félix quiere averiguar.
—No tiene gasolina, no pude arrancarla. Por eso vine en el auto.
—Bueno, entonces llévate a todas las damas.
Laura es la primera en querer abordar el auto, Henrrieta se pone de pie y cuando yo intento levantarme del suelo...
—¡Caramba! —Me duele mucho el tobillo. Siento que me caigo.
—¿Estás bien? —Félix se acerca a mí con prontitud—. Deberías subir al auto.
—Estoy bien. Solo que como estuve inmóvil yo...
Se agacha, examina mi tobillo y cuando siento sus dedos acariciar mi piel magullada, el dolor se vuelve placentero. ¡Estoy bien loco! Dejo escapar un quejido suave. ¡Gracias a Dios que un pájaro cantó!
—Tienes el tobillo hinchado.
—¿Te lastimaste? —El señor Márquez se dirige a mí.
—Me torcí un poco el tobillo, ahorita con la caminata me compongo.
Pero Félix no esperó ni un segundo, me tomó, me elevó un poco y terminé en su regazo. ¡El me estaba cargando! Me llevó hasta el auto y me ayudó a subir.
—Tienes que llevar el pie extendido —dirige su mirada a mi hermana—. ¿Podrías viajar atrás, con tu hermano?
—Claro.
Laura no pone peros y tampoco se queja, cuando sube, veo su sonrisa amplia. Pone mi pie sobre sus piernas.
—¿Qué está pasando? —Me animo a preguntarle.
—Llevaré a Gus al médico, en un momento regresamos por ustedes —les dice Félix.
Segundos después, él se sienta como copiloto y su cuñado comienza a manejar.
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¿Cómo termine en esta situación? ¿Por qué me pasó esto? A través del retrovisor su mirada se encuentra con la mía. Ahora viajamos él y yo.
Mi hermana quiso quedarse en casa para cuidar de sus hijos. El señor Márquez nos abandonó porque sería el chofer de la camioneta de James. ¡Félix y yo estamos a solas!
—¿Cómo te sientes? —Me pregunta él.
—Estoy bien. Me hubieses dejado en casa de mi hermana, ella podría...
—¡Siempre haciéndote el fuerte! —Su mirada irradia seriedad.
—Nada de eso, es que de verdad que no me siento mal.
—Tu tobillo está morado.
—Sabes que me gustan los moretones.
—Déjame curarte.
—¿A dónde me llevas?
—A casa. Tengo una pomada que es muy buena para este tipo de lesiones.
—Félix, yo...
—¡Al fin pronuncias mi nombre! —Su voz parecía muy animada—. Había esperado tanto para oírte decir mi nombre.
—Yo...
—¿Puedes llamarme otra vez?
Su petición me desconcierta un poco, pero, también me parece linda.
—Félix.
Sus manos están bien aferradas al volante y sus pupilas me pertenecen a través del retrovisor.
—Te llevaré a mi habitación.
El auto se detiene en la zona del estacionamiento. Abro la puerta, quiero ponerme de pie pero él me lo impide. ¡Me vuelve a cargar!
—Si puedo caminar.
—No importa, si caminas tu tobillo se va a hinchar más. Déjame cargarte.
¿Qué otra cosa podría hacer yo si él ya me tenía en sus brazos? Cruzamos la puerta de la casa, subimos las escaleras y entonces me llevó a su habitación. ¡Mi habitación! Porque efectivamente, me trajo a la casa que su hermana le había alquilado a mi padre.
Me lleva hasta la cama, siento la cercanía de su rostro con el mío y su respiración me gusta. ¡El huele a romero y lavanda!
—Te quitaré los zapatos —dice él.
—Yo puedo hacerlo.
—De acuerdo, buscaré la pomada.
—¡Gracias!
—Aún no me agradezcas, quiero que te sientas mejor, cuando ya no te duela, me agradeces entonces.