Un Villano Para La Protagonista

La tarde había caído suavemente sobre la casa, arrojando una luz dorada a través de las ventanas, mientras las hermanas Alejandra y Arlette guiaban a su tía Leticia por los pasillos. La casa, un reflejo de la historia familiar, se llenaba de conversación y murmullos. Leticia, con su mirada crítica y analítica, se detuvo en cada rincón, admirando las decoraciones y los recuerdos que adornaban las paredes. Las hermanas, fingía estar emocionadas por mostrar su hogar, respondían a las preguntas de su tía, quien parecía encantada, aunque Alejandra, no mucho.

Sin embargo, Arlette, con una chispa traviesa en sus ojos, había ideado un plan. Mientras su tía elogiaba la belleza del salón, Arlette se deslizó entre la multitud, buscando al mayordomo Willow.

— Willow.— susurró Arlette, acercándose a él con la urgencia.— necesito que lleves a Everest a una habitación y le consigas una muda de ropa nueva. Está en los baños ahora.

La voz de Arlette era apenas un murmullo, como si estuviera hablando de un tesoro escondido. Willow, un hombre de pocas palabras y una expresión inmutable, asintió con la cabeza, comprendiendo la importancia de la solicitud. Arlette tenía una mezcla de emoción y nerviosismo, mientras el mayordomo se alejaba con su misión.

La tía Leticia, después de una larga y agotadora sesión de admiración, finalmente se despidió, dejando a Alejandra exhausta. Leticia se marchó a su habitación.

— no hay otra persona tan irritante como esa señora.— murmuró Alejandra, dejando escapar un suspiro.

Arlette, que había regresado en ese momento, sonrió a su hermana, reconociendo la verdad en sus palabras.

— es cierto, pero eso no importa ahora. Tengo algo que preguntarte.

Con un brillo intrigante en sus ojos, Arlette le preguntó a Alejandra si podía abrir cerraduras.

— bueno, tengo algo de práctica.— respondió Alejandra, con una sonrisa presumida.— pero no soy una experta como un ladrón.

Arlette no podía contener su emoción. Explicando que es para liberar el collar que tiene Everest en su cuello. La afirmación de Arlette sorprendió a Alejandra, quien arqueó una ceja.

— ¿Ya le has puesto nombre al muchacho?— preguntó con un tono de incredulidad.

Arlette le respondió con desdén.

— eso es lo de menos. Necesitamos quitarle esa cadena.

Alejandra, sintiéndose intrigada, aceptó ayudar a su hermana. Donde ella buscará los materiales necesarios para abrir el cerrojo del collar. Solo necesito pequeñas cosas, mientras se apresuraba a salir de la habitación.

Cuando finalmente llegaron a la habitación donde Willow había llevado a Everest, Arlette se detuvo en la entrada, impresionada por el cambio que había experimentado el joven.

Everest estaba limpio, con el cabello recién cortado y arreglado, vistiendo una ropa decente que lo hacía parecer casi un noble. Era un contraste sorprendente con la imagen que había tenido de él antes. Willow, con su habitual seriedad, se encontraba cerca, observando la escena con una mezcla de curiosidad y desaprobación.

— no entiendo quien es este hombre, pero si la señorita lo ha traído, es porque obtuvo la aprobación de su padre.— expuso Willow, su tono era neutral pero su mirada cuestionadora.

Arlette asintió, sintiendo una punzada de culpa por la mentira que había pronunciado. Su padre jamás le había dado permiso para hacer tal cosa, pero en ese momento, la verdad era un lujo que no podía permitirse.

Alejandra, sin perder tiempo, se acercó a Everest y se dispuso a trabajar en el collar que lo mantenía cautivo.

— no te muevas.— le advirtió, mientras sacaba los pequeños instrumentos que había reunido.— no tengo años de experiencia haciendo esto, pero haré lo que pueda.

Mientras la hermana mayor se concentraba en la cerradura, sus dedos moviéndose con precisión. Arlette observaba con expectación, sintiéndose más angustiada que el propio Everest.

Finalmente, tras unos momentos que parecieron eternos, escucharon un pequeño clic. La cerradura había cedido. Everest inhaló con sorpresa, como si por primera vez en mucho tiempo pudiera respirar libremente. Alejandra, con una mezcla de alivio y satisfacción, logró quitarle el collar por completo, revelando un cuello maltratado y rojo. Era un recordatorio doloroso de lo que había soportado, y aunque Everest se tocó el área con un gesto instintivo, no mostró ninguna mueca de dolor, su expresión era enigmática y contenida.

Arlette, sintiendo una oleada de compasión y determinación, miró a Alejandra y le dijo.

— gracias. Deshazte de ese collar si es posible.

Alejandra, todavía sosteniendo la cadena, sonrió con ironía.

— ¿Deshacerme de esto? Podría ser útil para las personas que me caen mal.— dijo, mientras movía el collar en el aire.

— jurame que fue una broma. No tendrás a una persona encadenada, Alejandra.

— no prometo nada.

Sin embargo, su risa no duró mucho, ya que la realidad de la situación las envolvió nuevamente. Arlette se volvió hacia Everest, quien observaba la interacción con una mezcla de confusión y curiosidad.

— estás bien ahora.— le aseguró Arlette, intentando transmitirle una sensación de seguridad.— no más cadenas, no más collares. Eres libre.

Everest la miró fijamente, como si estuviera tratando de comprender el significado de esas palabras, como si la idea de la libertad fuera un concepto extraño y desconocido para él.

— piensa en la proposición que te dije. Puedes quedarte hasta que te sientas listo para irte. No te detendré.

Alejandra, sintiendo que el momento era crucial, se acercó a Everest y le preguntó suavemente.

— ¿Te quedas o te vas?... No tendré a Arlette preguntándote cada día si te quieres ir.

Él frunció el ceño y le respondió de mala gana.

— me quedó... Por poco tiempo.

— bueno. Si ese es caso, ayudarás de alguna forma en esta casa para agradecerle a mi hermana su ayuda.

— Alejandra.— afincó Arlette.

— está la tía aquí. Tenemos que hacerle pasar por un sirviente aunque sea por el tiempo que ella esté aquí. Si no, puede avisar al duque de que has metido a un esclavo a la casa.

— tienes razón. Pero no hoy. Mañana. Quiero que descanse.

— como digas. Yo saldré otra vez. Tengo que entregarle algo a mi prometido.— Alejandra sale de la habitación con el collar en la mano.— cuida a Leticia por las dos... No aguantaría más su perfume de abuelita.