Ella es la destrucción de él, poco a poco ambos caerán en la llama de la lujuria y ya nada podrá detenerlos.
Juntos son demasiado peligrosos e insaciables.
Una droga que los consumirá poco a poco.
Una mujer con un corazón roto es más peligrosa que el mismo diablo, Dalilah hará lo posible por salir adelante, pero no contaba con que los errores del pasado se repitieran.
Caebran hará todo para ser el mejor líder de la mafia rusa, desde la muerte de sus padres, juro vengarlos y reclamar el puesto. Ahora el tendrá que lidiar con el culpable y el deseo que lo carcome por dentro al conocerla.
Ella era su locura y el la de ella. Pero ambos no estaban dispuestos a demostrarlo. No todavía.
Dos corazones fríos, y arrogantes dispuestos a quemarse entre sí, luchando por un nuevo comienzo, una nueva vida.
¿Qué es lo peor que podría pasar?, pero… Alguien se obsesiono y eso termino en tragedia.
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C A P I T U L O 11
Caebran.
La veo irse por el lado contrario al mío, y sonrío, me gusta verla moviendo esas caderas solo para mí, ella me mira sobre su hombro y me guiña un ojo.
Rio para mis adentros.
Pongo cara de póker y avanzo hacia mi habitación, no podía ocultar esa información por mucho tiempo, la verdad quería soltarlo todo y decírselo de una, pero no era el momento.
Solamente se me pasaron dos cosas innecesarias que no debía de saber, una, que soy el Rey de la mafia rusa, y dos, el plan sobre Íngrid. No lo sé pero solamente dejé que mi lengua hablara por mí, y le solté todo el jodido plan, ahora estará más que vigilada por mí.
Llego a mi suite y me ducho, para después ponerme una camisa blanca de botones con un pantalón negro de vestir, me roció de perfume y me peino un poco.
Le dije a Íngrid que me esperara en el Lobby para ir a algún bar a divertirnos, ella no quería que Dalilah fuera, pero era inevitable no invitarla.
Salgo de mi habitación y me topo con el mismísimo Diablo en persona, con un vestido de color rojo, entalladísimo, el vestido no es de tirantes y tiene una abertura en el estómago en forma de x que termina en el otro extremo de su cintura, tiene una pequeña abertura donde se amarra este mismo. La recorro con la mirada y el pelo azabache le cae por la espalda lizo, sus ojos de color miel hacen contraste con las sombras negras que se puso y los aros en la oreja, los labios los lleva de un rojo carmín, como siempre.
Se ve perfecta.
—Hola señor Caebran. Lo estaba esperando—.Comenta coqueta.
Me acerco a ella y la agarro de la cintura para atraerla hacia a mí.
—¿Este vestido está muy corto no crees?— Mis manos involuntariamente se van hacia su redondo trasero, acomodo una mano en cada cachete. La pego más a mi para que sienta lo duro que estoy. Para que sienta como me pone al imaginármela así, Mia.
—Yo creo que es perfecto. Además, pueden ver, pero no tocar—. Sus manos van directamente a mi cuello para entrelazar cada brazo y yo inhalo profundamente. Su perfume es embriagador acerco mi cara a su cuello e inhalo el delicioso Majesty.
Reparto besos húmedos y suaves por todo su cuello y ella suelta pequeños jadeos que me ponen al límite.
—Con un demonio, claro que es perfecto, pero solo para que yo lo vea y nadie más.
Ella ríe.
Un sonido nos saca de nuestra burbuja y con una mano agarro el teléfono que suena de mi bolsillo derecho mientras que la otra sostiene el culo de
Dalilah.
—¿Sí?
—Caebran, ¿Dónde demonios estas?
Es Íngrid.
—¿Dónde estás tú?, te he estado buscando por todos lados.
Dalilah se ríe suave y sonrió.
—Caebran ¿qué fue eso?... Se escuchó una risa de mujer, ¿Con quién demonios estás?— me dice exaltada y yo volteo los ojos.
—Creo que necesitas terapia, ahora escuchas cosas que no son. Ya voy directo al lobby adiós.
—No espe…Cuelgo.
—¿En que estábamos preciosa? —Le digo con una sonrisa y me acerco a ella para juntar nuestros labios en un beso desenfrenado y lleno de deseo, mi boca se abre paso a la suya y gruño por la sensación abrumadora que me cega de lujuria al estar así con la mujer que quiero para mí, sus labios son suaves y esponjosos como los imagine, con un sabor a dulce, su lengua se encuentra con la mía y la acerco más a mí, muerdo su labio inferior y nos separamos jadeando por falta de aire.
Sus finos dedos me recorren el labio, y yo hago lo mismo con ella quitándole el maquillaje derramado.
—Creo que ya estamos listos.
Asiento y nos encaminamos al lobby.
—¿Y cómo es ser el Rey de la mafia?
Su voz me saca de mis pensamientos y sonrió arrogante.
—¿Por qué?, ¿Quieres ser mi Reina?
Ella me voltea a ver sin expresión y sonrió. Me la imagino a ella gobernando a mis súbditos, empoderada, dando órdenes a sus anchas, manejar una arma, ser insaciable por el poder, joder eso sería caliente.
—No digas estupideces.
—Piénsalo nena.
Llegamos al lobby y lo primero que veo es a una Íngrid con un vestido entallado que le llega a la rodilla, amarillo y que se come a Dalilah con la mirada.
Se acerca a grandes zancadas hacia ella y le levanta la mano para abofetearla pero Dalilah es más rápida y la detiene.
—¿Cuál es tu jodido problema? —Vocifera Dalilah.
—Dímelo tú, ¿Qué haces con él?
Dalilah sonríe y yo no puedo hacer nada más que mirar a dos preciosuras pelearse por mí sonriendo.
—Lo que haga o no con mi vida no es de tu jodida incumbencia. Vuélveme a levantar una mano y no vives para contarlo. Dalilah le suelta la mano bruscamente e Íngrid solo la mira a ella de arriba abajo.
—Pareces una prostituta vestida así—.Le suelta Íngrid como último recurso a su ego.
Voy a decir algo pero la mano de Dalilah sobre mi pecho me detiene. Íngrid capta el movimiento.
—Es denigrante que una mujer le diga eso a su mismo sexo, por si no te actualizas todavía, estamos en el siglo veintiuno y ya nadie es tan misoginia como tú, no me importa si no te gusta cómo me visto, es mi cuerpo, yo decido por mí. No otros —hce una pausa y se acerca a centímetros de ella y le susurra…—Si piensas que heriste mi ego, estas muy equivocada, se necesita más para poder acabar conmigo—. Le da una mirada de arriba abajo con una sonrisilla arrogante. Y creo que tú no cumples con lo necesario.
Íngrid da un paso hacia atrás intimidada y yo sonrió para mis adentros.
— bb Bueno preciosuras, creo que eso ha sido magnifico ¿no creen?
—Si como sea ¿nos vamos? —Dice Íngrid con voz amortiguada.
Camino con las dos damas a cada lado mío, volteo a ver a Dalilah quien ya me está mirando con una sonrisa, le guiño un ojo y emprendemos camino hacia el bar.