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Mi Querida Gema

Mi Querida Gema

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Mafia / Amor a primera vista / Mi novio es un famoso / Transmigración antigua a moderna
Popularitas:4.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Cuando Légolas, un alma humilde del siglo XVII, muere tras ser brutalmente torturado, jamás imaginó despertar en el cuerpo de Rubí, un modelo famoso, rico, caprichoso… y recién suicidado. Con recuerdos fragmentados y un mundo moderno que le resulta ajeno, Légolas lucha por entender su nueva vida, marcada por escándalos, lujos y un pasado que no le pertenece.

Pero todo cambia cuando conoce a Leo Yueshen Sang, un letal y enigmático mafioso chino de cabello dorado y ojos verdes que lo observa como si pudiera ver más allá de su nueva piel. Herido tras un enfrentamiento, Leo se siente peligrosamente atraído por la belleza frágil y la dulzura que esconde Rubí bajo su máscara.

Entre balas, secretos, pasados rotos y deseo contenido, una historia de redención, amor prohibido y segundas oportunidades comienza a florecer. Porque a veces, para brillar

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El hombre de los ojos verdes.

Yo estaba sentado en la camilla del hospital, con una manta sobre los hombros y las muñecas vendadas con más profesionalismo que mis intentos desesperados, no sabía qué hacer con mi mirada. Todo era blanco, frío, demasiado brillante para alguien que venía de la oscuridad.

Entonces, él se levantó.

Su andar era relajado en la habitación, como si el mundo girara a su ritmo. Alto, imponente. Y sus ojos verdes, intensos, sus cejas bien definidas, ojos alargados y labios un poco carnosos, me atraparon como un anzuelo invisible.

—¿Estarás mejor? —pregunta, con voz grave, algo rasposa.

Asentí, inseguro. No sabía quién era o que quería, ni por qué me hablaba como si me conociera.

—No te preocupes por ese imbécil —dice de pronto, como si pudiera leer mis pensamientos—. A veces eso no importa. Lo que importa… es qué haces ahora.

Fruncí el ceño, confundido mientras miraba desesperadamente a la puerta esperando que Jhon llegara.

—¿Puedo acompañarte? —pregunta. Se acerca sin esperar respuesta y se sienta en la silla junto a mi camilla, sin apartar la mirada—. ¿Tus padres ya saben que estás aquí?

Bajé la mirada hacia mis manos cubiertas.

—Me corté. No hay necesidad de alertarlos—respondí.

Un leve chasquido burlón salió de sus labios.

—Vaya… qué respuesta más técnica. "Me corté". Así, casual. Como si hubieras rebanado una manzana.

No supe qué decir. ¿Qué se dice en estos casos? ¿Cómo le explicas a alguien que no querías morir pero igual te eliminan… pero este cuerpo no quiere vivir aunque tenga lo que muchos codician?

—Corte simétrico. Una en cada muñeca —continuó él, ladeando la cabeza—. Bastante artístico. ¿Te querías morir de verdad?

La pregunta me atravesó como un rayo helado. No por la dureza, sino por la sencillez con que la dijo. Sin juicio. Sin compasión. Como quien pregunta si te gustó el postre.

Lo miré a los ojos.

—No lo sé… tal vez sí. Tal vez no. No era yo.

Su sonrisa se desdibujó un poco.

—Curioso. A mí me pasó lo contrario.

Alcé una ceja, intrigado.

—¿Ah, sí?

Asintió, y con un gesto desabotonó más su camisa, dejando ver el vendaje.

—Me dispararon. Justo aquí. Estuve a punto de morir… y lo único que pensé fue en vivir. En aferrarme. En salir corriendo, sangrando si era necesario, pero vivo.

Nos quedamos en silencio por unos segundos. Sus palabras flotaban entre nosotros como un secreto compartido.

—Eso es irónico —murmuré.

—Lo es —dijo él, sonriendo con esa maldita calma que tenía—. Yo sangré deseando vivir… tú sangraste deseando no sentir nada.

Me miró con más suavidad entonces. Como si bajo su máscara peligrosa hubiese alguien que, igual que yo, tenía cicatrices invisibles.

—¿Sabes algo? No me interesa quién eras antes. Pero si quieres… puedo acompañarte ahora. Olvidaré nuestro primer encuentro y podemos empezar de cero.

Mi garganta se cerró. Por un instante sentí que, si decía que sí, algo cambiaría. Si decía que no… también. ¿Que le sucede a este tipo?

Así que simplemente respondí:

—Está bien.

Y en su sonrisa encontré un calor que no esperaba en un hospital lleno de frío.

Leo se puso de pie, se acomodó la chaqueta negra que resaltaba aún más el dorado de su cabello y me miró por última vez antes de dar un paso hacia la puerta.

—Te contactaré. —Fue todo lo que dijo, con esa seguridad extraña que lo envolvía.

Y entonces se fue. Silencioso, como un suspiro cargado de pólvora.

Minutos después, escuché pasos apresurados. La puerta se abrió con ímpetu y Jhon entró, el rostro pálido, los lentes torcidos por la prisa.

—¡Rubí! ¿Estás bien? Ya pagué todo y le avisé a tus padres… —se detuvo al ver mi cara.

Una punzada me atravesó el pecho. Los padres de este cuerpo. No los conocía, y sin embargo, algo en mí ya sabía lo que venía.

—¿Vendrán? —pregunté, intentando sonar neutro, aunque me temblaba la voz.

Jhon me miró raro. Ladeó un poco la cabeza como si sospechara algo.

—¿Desde cuándo te preocupa eso? ¿No recuerdas que están en Suiza? Vacaciones de lujo, la nieve, los spas… ya sabes cómo son.

Me quedé callado.

“Claro”, pensé, “porque un hijo que intenta suicidarse no es suficiente motivo para cambiar el itinerario.”

Jhon se sentó en la silla junto a la camilla. Sacó su teléfono, revisó algo y luego me miró de reojo.

—¿De verdad no recuerdas, Rubí? Tus padres… nunca estuvieron muy presentes. Prácticamente te crió el servicio del penthouse y los tutores que iban rotando cada seis meses. Nunca te llevaban a sus viajes, ¿lo sabías?

Sí, lo sabía. O mejor dicho, ahora lo recordaba.

Imágenes vagas llegaron a mi mente como fotografías desenfocadas: una niñera llorando en silencio mientras me peinaba para una sesión de fotos; una mesa de comedor enorme, con diez platos servidos y solo un niño cenando solo en la punta.

No era solo que este Rubí estuviera triste. No era solo depresión. Este chico… este cuerpo… también estaba roto. Igual que yo lo estuve.

Quizá por eso el destino me puso aquí. Porque al final, era como si Légolas hubiera muerto otra vez… solo para volver a vivir como Rubí: otro ser hecho de soledad, pero con una nueva oportunidad.

Miré mis muñecas vendadas. Las marcas seguirían ahí por un tiempo. Como advertencias. Como recordatorios.

—Ese tal Leo… —empecé sin pensarlo.

Jhon alzó una ceja.

—¿El mafioso sexy? Sí, lo vi. ¿Qué pasa con él?

No supe qué decir. Solo que cuando él sonrió antes de irse… por un segundo, no me sentí solo.

Y eso, en mi universo, era mucho.

—¿Quién es Leo? —pregunté en voz baja, mirando por la ventana del hospital. Su nombre me daba vueltas en la cabeza como un eco que no quería irse.

Jhon giró lentamente desde su asiento, con una ceja arqueada.

—¿Leo Yueshen Sang? —repitió, como si le costara creer lo que acababa de oír—. ¿Estás bromeando?

Negué con la cabeza. Tenía el corazón apretado sin entender por qué.

Jhon suspiró profundamente.

—Ok, escúchame bien, porque esto no lo repito. Leo Yueshen Sang tiene dos caras. Una es el chico rubio de ojos verdes que viste de diseñador y desfila con modelos de París a Milán. La otra… es el heredero del clan Sang, una de las familias mafiosas más poderosas del este asiático.

—¿M-mafioso?

Ni idea de lo que es un mafioso pero suena raro.

—Sí, mafioso. Con mayúsculas y sangre en las manos. Pero… contigo ha sido otra cosa. Desde hace cinco años está detrás tuyo. Y no para matarte, como debería, sino para cuidarte.

—¿Por qué?

—Porque está obsesionado contigo. Enfermamente. Te conoció en una pasarela en Londres. Tú te encaprichaste con un collar de diamantes de su familia —una joya que debía devolverse— y te lo llevaste como si nada. Iban a denunciarte, armar escándalo internacional… hasta que él dijo que te lo había regalado. Mintió por ti. Mintió frente a su familia, a sus socios, al mundo.

Tragué saliva. Había algo trágico y fascinante en esa historia.

—Después intentó acercarse. En París, en Milán… te pidió cenar. Tú estabas con Federico y lo ignoraste como si fuera un extra en tu vida. Pero Leo no se fue. Te vigilaba. Siempre aparecía justo cuando estabas por caer.

—¿Y ahora…?

—Ahora está por ahi. Y créeme, si te dejó solo, no fue por falta de interés. Tal vez fue la única muestra de respeto que te ha dado en años. Escuché que sufrió un atentado pero salió con heridas menores.

Me quedé en silencio. Leo… ese hombre de mirada verde como jade antiguo, que me había sostenido con una mezcla de hielo y fuego en sus ojos. Un mafioso. Un enamorado. Un misterio.

—Me gustaría mantenerme lejos de él.

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Anonymous
jajaja no puedo de la risa jajaja son tan tiernos ☺️🫢
Anonymous
Jajajaja que historia mas bella y divertida, con personajes muy lindos. Muchas gracias 🥰
Franshesca Acosta
yo lo perdonó 🤭🤭🤭
Blanka Arce
simplemente perfecto
Nidia Mojica
Jajajajaj Leo y Rubí son el uno para el otro, y así de tóxico le encanta.
Franshesca Acosta
pues yo tampoco 😏😈
Anonymous
Gran historia, cada capítulo te atrapa ñ. 🥰
Anonymous
Que linda pareja 💖🥰😍
Anonymous
jajaja 🤣🤣
Anonymous
Que bonito momento ☺️
Anonymous
Me gusta mucho la historia, muchas gracias.
Anonymous
Tan lejos y cerca a la vez 😊
Anonymous
Ahaaa esto esta que arde ,🫢🫢
Anonymous
Que intenso el capítulo 😅 me encanta la historia .
Marleni Pacheco aguilar
hola un gusto autora me encantó tu historia por favor actualiza me encantó tanto que me la leí todo él día de hoy me encantó /Kiss/
Nidia Mojica
Buenisima la historia, me.encanta. Espero por mas capitulos. Gracias por crearla y compartirla.
Nidia Mojica
Problemas en camino.
Nidia Mojica
Bien masoquista la Rubí.
Nidia Mojica
🤣🤣🤣🤣 super romántico.
Nidia Mojica
Pies Leo ya desquitaste los 5 años de estarlo persiguiendo.
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