Mary es una chica muy alegre y llena de sueños, aunque desde pequeña enfrentó muchos obstáculos, siempre es optimista y está con una gran sonrisa, buscándole siempre el lado bueno a todo, una día su vida cambiará, aunque al principio todo parece ir de mal en peor, pronto todo eso pasará a ser parte del camino para su felicidad, pues conocerá a su gran amor, aunque eso todavía no lo sabe, acompañame a vivit esa increíble historia, llena de dolor, lágrimas y felicidad.
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Mi historia
En una pequeña ciudad escondida en la serranía ecuatoriana, vivía Mary, los vecinos que la conocían desde pequeña, decían que tenía un brillo especial, una dulzura que se notaba incluso antes de que hablara, era tierna, risueña, siempre amable; sonreía con facilidad, como si en su interior existiera un pequeño sol que no se apagaba, pero la verdad era otra: su vida nunca había sido sencilla.
Desde muy pequeña había sentido que era diferente, no sabía si era por su forma tranquila de ver el mundo, por su inocencia intacta o por la belleza que tanto llamaba la atención, una belleza que se había convertido más en una carga que en un regalo, a los siete años, mientras otras niñas jugaban sin preocupación, ella ya conocía el miedo, vecinos adultos la miraban de forma incómoda, la seguían con la mirada cuando salía a comprar pan, intentaban hablarle demasiado cerca y sus padres… sus padres parecían no notar nada, vivían encerrados en sus problemas, en su rutina, en una especie de indiferencia que dolía más que cualquier mal comentario.
Solo tenía a un hermano mayor, Nacho, pero él se había ido a vivir lejos, se fue a vivir con su abuela, ya que era hijo de un matrimonio anterior de su madre, a pesar de llevarse bien con el nuevo esposo de su madre, el prefirió estar con su abuela, quien prácticamente lo crío desde que nació, a pesar de la distancia, mantenían contacto por teléfono; para ella, esas llamadas eran como pequeños salvavidas.
Aun así, Mary había crecido con una fuerza que ni ella misma comprendía, con sueños grandes, con ganas de que la vida fuera más que los problemas que otros le habían dejado como herencia. Para cuando cumplió dieciséis años, seguía siendo alegre, pero su alegría ya era una sonrisa que sostenía con los dientes apretados.
Ese mismo año, las cosas en casa empeoraron, la empresa donde trabajaban sus padres cerró de un momento a otro, Ángel y Aurora habían entregado años enteros a ese lugar, ilusiones, cansancio, esperanza y a cambio recibieron una liquidación pobre, insuficiente, injusta, hicieron denuncias, reclamaron, pero nadie los escuchó.
Fue Nacho, siempre optimista, quien les sugirió invertir ese dinero en un pequeño criadero de pollos, al principio, todo parecía mejorar, los primeros meses fueron de esfuerzo, pero también de esperanza, Mary los ayudaba después de la escuela, limpiaba los galpones, alimentaba a los pollos, aprendía sobre las horas de luz, las vitaminas, la ventilación, con lo poco que ganaban alcanzaban a pagar los servicios, aunque casi no quedaba para ahorrar.
Pero a los cuatro meses, la mala suerte llegó sin tocar la puerta, una remesa de pollos enfermó, de la noche a la mañana dejaron de comer, de beber, y empezaron a morir lentamente uno por uno, las pérdidas no se hicieron esperar y fueron tan grandes que parecían una broma cruel del destino.
La tensión estalló en casa, la culpa cayó sobre Nacho, como si cargarla fuera su responsabilidad por haber tenido la idea, él, desde lejos, se sintió tan señalado que empezó a alejarse más y más, y quien recibió todas las consecuencias dentro del hogar fue Mary.
Tuvo que dejar el colegio para trabajar, a su corta edad, todavía inocente en muchos aspectos, se encontró lanzada de golpe a una vida que no comprendía, pero aprendió rápido, como siempre, buscó trabajo y lo consiguió en una pequeña empresa, donde la contrataron sin beneficios y con un sueldo bajo por ser menor de edad.
Sus compañeras, Ana y Mónica, dos mujeres sencillas y trabajadoras, la acogieron desde el primer día, le enseñaron todo, entre bromas, la defendieron cuando se equivocaba, gracias a ellas, Mary comenzaba a sentirse segura.
Pero el dueño de la empresa, un hombre de más o menos unos cuarenta y cinco años, casado y con hijos, empezó a visitarlas con demasiada frecuencia, al principio solo conversaba con ella; luego se quedaba más tiempo, y después empezaron las insinuaciones: “Podrías ganar más… si quisieras”. Mary, en su inocencia, no entendía del todo lo que él pretendía, se limitaba a sonreír con educación, creyendo que solo era amable.
Ana y Mónica, en cambio, comprendieron de inmediato, se daban miradas entre ellas cada vez que el jefe se acercaba; miradas llenas de preocupación, de alerta, hasta que un día decidieron que no podían callar más.
Al final de su jornada de trabajo, acompañaron a Mary hasta su casa, allí, sus padres estaban preparando hamburguesas para vender por la noche, uno de los pocos ingresos que les quedaban, ya que por su edad ya nadie los quería contratar, las mujeres pidieron hablar con ellos en privado. Mary, agotada, se fue directamente a su habitación, ese cuarto pequeño era el único lugar donde sentía paz, donde podía quitarse la máscara de niña fuerte y fingir un ratito que no pasaba nada.
Mientras Mary respiraba por fin en silencio, sus padres escuchaban el relato de Ana y Mónica, quienes explicaban las actitudes del jefe, las miradas, los comentarios y otros.
Pero Ángel y Aurora solo se miraron entre ellos con escepticismo.
—Ese señor es amigo de años —dijo Ángel, como si eso fuera suficiente para absolver a cualquiera—. Es un hombre de familia. Seguro están exagerando.
Ana y Mónica se miraron con una mezcla de indignación y tristeza, Aurora bajó la mirada, no quería creerlo, quizá porque admitirlo significaba aceptar que su hija debe dejar el trabajo y eso sería una pérdida para su hogar.
Esa noche, bajo el techo humilde de la familia Calero, había un silencio incómodo, Ángel y Aurora pensaban en las palabras de las mujeres, pero al final sabían que solo eran exageraciones por parte de ellas, ya que conocían a Don Napo y era un hombre incapaz de faltarle a su esposa y su familia, después de pensar un poco fueron a hablar con Mary, le preguntaron que estaba sucediendo, ella en su inocencia dijo que no sucedía nada fuera de lo normal, ellos al escuchar eso dieron por terminado el asunto y se sintieron tranquilos ya que su hija seguiría trabajando sin ningún problema.
Que la rescaten.