El Cementerio.

Llegamos a la capilla cruzando un sendero, la magia y la religión son entes diferentes en el mismo mundo, la religión es para creyentes y la magia para estudiosos de lenguas muertas y papiros.

Así pues la magia y la religión no se mezclan y una es más fantasiosa que la otra, o eso menciono mi hermano mientras leía, lo único verdadero es que la persecución era real... y era una pelea que ningún bando había ganado y cuando me amenazó el rey sabía que no había poder humano que me salvará.

Me hundí sin pensarlo en esos recuerdos y enseñanzas de mi hermano, el caballero paso su mano por mi hombro para reconfortarme, pensando, supongo, que seguía preocupado por el matrimonio con el general, palpo mi hombro y dejo su palma caliente sombre este, por un segundo sentí un escalofrío.

-Se encuentra bien señor mago?- asentí borrando de mi mente ese escalofrío.

-Tal vez… por está ocasión… ya que estamos viajando juntos podría llamarme por mi nombre? Frelle- Este lo pensó un momento y asintió.

-Sería lo más adecuado… Frelle y también le pediría la misma cortesía- me apenó más de lo que pensé que lo haría incluso pensé que me había subido la fiebre pero era aquel momento candido entre los dos, sonreí amablemente y este me devolvió el gesto. 

Caminamos sin decir más hasta llegar al cementerio, el olor era putrefacto, maldito, no era una fosa común -El humor antes del sendero era fresco, no es normal que huela así un cementerio que no ha sido tocado por la guerra, es por la enfermedad, ni siquiera los animales merodean los cementerios enfermos- Los magos somos más sensibles a los humores, desafortunadamente.

Acaricié la idea de irnos muchas veces pero no desposaria al General nunca, escudriñamos cada lápida en busca de algun altar, algún símbolo de maldición y no había nada, solo tristeza, bendije la tierra suavemente para que las almas descansarán, el olor era más penetrante a medida que nos acercamos a la capilla -solo nos falta ahí … - le dije a Sir. Aldo el cual se quedó un momento en silencio esperando a que prosiguiera -no es que no pueda entrar aunque sea un hereje, no me quemaré ni nada - reí un poco -sin embargo por respeto no entramos a lugares religiosos- pareció aliviado por lo que dije y se apremio en la puerta.

Acomodo su espada y abrió lentamente la capilla, un humor negro y espeso llenaba por completo el lugar, las náuseas me sobresaltaron y me sostuve al caballero -Aldo… hay algo aquí… debemos salir- 

Este no notaba ningún cambio y tampoco parecía notar la pesada atmósfera pero me sujeto de la cintura y trato de reconfortarme -No se preocupe, lo sacaré de aquí- Me sentí pesado y no podía vislumbrar de dónde venía aquel humor tan obsceno, el caballero se detuvo confundido -la puerta?... Ya no está la puerta - 

Mire a mi alrededor, él parecía cada vez más confundido, puse mi mano sobre su brazo -Aldo… Sir Aldo… cálmense escuché mi voz, es culpa de los humores- toque su frente que ardía en fiebre, su mirada estaba perdida, acaricié su frente y pareció calmarlo, era un hombre fornido y fuerte, guardaba la compostura aunque era lógico que estuviera preocupado, recordé un ejercicio que mi hermano hacía cuando estaba enfermo, tome su mano y la lleve a su espada -su espada es real, es tangible… no mire, sienta- este asintió y permaneció en silencio mientras hablaba -Es real, es suya… - este asintió.

Pase su mano hasta su pecho -Este es su corazón, es real, es tangible, sienta los latidos de su corazón… son reales, usted es real, es tangible… está aquí- él pareció entender el ejercicio.

Puse su mano en mi rostro -Aldo… Sir. Aldo yo soy real, estoy aquí… soy tangible y estoy a su lado- el paso su mano por mi rostro de manera gentil, aterrizando a la tierra por así decir, su corazón latía fuerte y el mío también.

-no permitiré que el general te lleve… de mi lado Frelle - pareció más real de lo que cualquier otra persona dijera en mi vida, mi corazón latió tan fuerte que pensé que se saldría de mi pecho, se acomodó y me tomo en brazos caminando hacia la puerta, la abrió y salimos de la capilla.

El caballero se desplomó en la tierra, me senté a su lado despejando los humores con flores que llevaba en mi bolso, use mi túnica para secar el sudor de su frente y le di agua suavemente, espere hasta que pareció más cómodo, le di suaves mimos en el rostro secando el sudor y manteniéndolo cómodo, por su contextura dudaba que muriera pero seguro había sido difícil para el -Tranquilo Aldo tome su tiempo-

En unas horas despertó mientras suavemente limpiaba sus labios cálidos del sudor, sonrió un poco al verme y tocó mi mano con cariño entrelazando sus dedos -le tomara un poco ponerse en pie, descanse...-

El sonido de caballos acercándose nos tomo por sorpresa era la mujer y el general que bajo de un brinco del caballo, pensé que estaba preocupado por el caballero pero me tomo de la túnica y golpeó mi mejilla con fuerza lanzandome al suelo.

-Como te atreves a venir solo con un hombre, en vísperas de nuestro matrimonio- el parecía demasiado exaltado y pareció olvidar que también era un hombre, me puse en pie pero el me sujeto del brazo, la mujer auxilio al caballero el cual no podía moverse pero en sus ojos veía la rabia que llevaba consigo. Forcejee hasta cansarme para que me soltará, movía mis brazos y tiraba de su capa, me subió al caballo y el subió también, se mantenía firme al galope e ignoraba mis reclamos y esfuerzos por liberarme.

Así sin más me aparto de Aldo...

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