Capítulo 5

—Si no te comportas, Lira... Bueno, quizás traiga a Daniel a reemplazarte...— Amenazó él y la joven negó entre el llanto. No podía permitir aquello, no quería que Daniel tomara su lugar. Bien sabía que no lo matarían, pero ya el día anterior había sufrido bastante, prefería soportar ella lo que debiera aguantar. Era una sanadora, no podía permitir que lo hiriera sólo para salvarse ella.

Pasó un tiempo, los gritos de dolor llenaron el lugar, la ropa de la joven estaba llena de sangre, lloraba mientras su cuerpo se recuperaba; sin embargo, había llegado a su límite, se desmayó debido al dolor.

Suspiró al verla, controlando sus signos vitales, eran algo bajos, pero se mantenían estables, no sabía si el causante de su colapso era la falla de sus poderes o un colapso por dolor, sus heridas se iban cerrando con lentitud.

—Sarah, límpiala, cámbiala de ropa y que la lleven a su habitación...— Ordenó a la joven secretaria, que asintió, apenas acaba de entrar al lugar, Alexander la había tenido fuera del lugar para que no viera aquello, nunca permitió que personal no autorizado viera los castigos. No muchos toleraban ver aquello, el personal médico permanecía fuera, monitoreando los signos vitales tanto en pruebas como castigos, alguien iba a estar realmente enojado cuando se cruzaran.

Volvió a ver a la chica, tenía la sospecha extraña de que estaba más debilitada, habían pasado tres años y los sanadores tendían a perfeccionar el uso de su habilidad con el tiempo, la última prueba había sido tres años atrás, no tenía la noción exacta de cuánto había pasado, era algo que debería revisar desde los informes en cuanto pudiera para comparar su resistencia.

—Está bien, señor...— La joven estaba profundamente enamorada de él y lo sabía. Nunca le había sido tan fácil manipular a alguien como a esa muchacha. El amor había quedado sepultado luego de la traición de la que había sido su esposa, la madre de Daniel, años atrás. Aunque quizás más que la traición lo había destrozado que ella se hubiera dado por vencida, que hubiera sido capaz de abandonar todo atrás, no sólo su relación sino al hijo de ambos.

—Y... Sarah...— Le sonrió a la joven, parecía incluso ser dulce, ni él mismo distinguía si él podía ser dulce o sólo era una ilusión más en su actuación.— Pasa por mi oficina luego, ¿si?

La vio sonrojarse y se rió por lo bajo. Vio por última vez a la joven inconsciente antes de salir del lugar, realmente estaba extrañado por la situación, la otra posibilidad era que no hubiese podido recuperarse del día anterior, eso le daría más sentido.

A los demás los habían escoltado a sus habitaciones apenas la chica se había ido fuera de su alcance, para evitar que intentasen ir por la rubia. Los tres más jóvenes estaban en la habitación contigua y él estaba solo, inquieto, ese era quizás el peor castigo. Se mordía el labio para no llorar sabiendo que estaban torturando a la chica de la peor manera posible.

Habían pasado lo que parecieron horas y estaba preocupado por cómo estaría la joven. Daba vueltas por la habitación, cada vez más intranquilo. No podía tolerar más la espera, era imposible que siguiera consciente, lo sabía. Ella soportaba mucho, pero había usado muy poco sus poderes luego de la huida, lo más probable era que estuviera en desventaja por aquello. Además, lo había sanado el día anterior, la energía que había utilizado seguramente había sido demasiada.

De repente mientras pensaba en ello abrieron la puerta y él tuvo que tomar a la chica en brazos, estaba inconsciente. Insultó y maldijo a quienes la habían llevado, acostó a la joven y la revisó, no había heridas a la vista, pero si algunas marcas que estaban sanando. Supo que el daño que la había dejado así era interno. No había nada que pudiera hacer más que esperar y suplicar que no se diera por vencida, la necesitaba, no podía soportar perderla a ella por lo mismo.

Se sentó junto a ella, acarició su cabello y tomó su mano, se sentía devastado por volver a vivir eso de nuevo, aguantaba las lágrimas mientras esperaba que la joven se recupera, el dolor ocasionado por el nudo en su garganta era intenso.

Algún día haría a su padre pagar por hacer a todos los que amaba sufrir o morir. Se preguntó si su tío había logrado abogar por la joven, si él confrontaría a Silver por el resultado del castigo, si aparecería para consolarlo, era la única familia que le quedaba, lo necesitaba. Necesitaba que a alguien allí le interesaran lo suficiente para protegerlos.

Pasó un rato cuando Micaela apareció, con uno de los guardias empujándola al lugar, rendido ante la exigencia de dicha chica, se quedó paralizada al ver a la mayor inconsciente.

—Dios...— Se acercó a la cama aún sorprendida. —¿Cuánto daño le tienen que hacer a una sanadora para dejarla inconsciente...? ¿La torturaron todo este tiempo...?

El mayor suspiró antes de responder, recordando cuando aquello ocurrió por primera vez, Lira tenía diez años, la habían alejado dos horas completas para aquellas pruebas. Samuel al enterarse de aquello desató una pelea con Silver mientras la pequeña Lira trataba de recuperarse en la enfermería.

—Dañaron sus órganos... Mi padre es un maldito desgraciado... Seguramente no se detuvo hasta hace poco...— La chica asintió con pena, se acercó intentando reconfortarlo, debía estar devastado al ver a la rubia en ese estado. Sabía lo que era, más de una vez ella estuvo igual por su hermano y viceversa, aunque nunca habían llegado a tal punto con ellos, pero la sanadora no podía hacer demasiado para enfrentar a Silver.

—Silver siempre fue un desgraciado, pero parece estar desquiciado cuando se trata de ustedes... Incluso un escape no justifica todo esto... Nunca nos ha hecho nada que nos hiciera acabar así... Menos aún por tanto tiempo...— El chico suspiró.

—Bueno, si a eso vamos... Nunca supo superar que mi madre lo terminó engañando con un ángel...— La chica pareció confundida ante aquello al pensar en lo que él estaba diciendo. Había rabia en sus palabras, una rabia y dolor amargo que indicaba más que lo que se decía.

—¿Hubo alguien antes que ella aquí?— Él suspiró y asintió, aún dolía, esa herida nunca había parado de doler.

—Mi hermano mayor... Pero... Él... Falleció cuando yo tenía once años... A mi padre aún no le decían Silver en ese entonces... Eso fue porque... Él siempre lleva una pistola consigo... Y balas de plata...— La chica suspiró, algo en sus palabras encendió una alarma, pero no entendía qué le llamaba tanto la atención. Además había algo más en lo que concentrarse, una presencia que conocía, estaba fuera de las instalaciones, supuso sería algo bueno pues no veía intenciones de hacer daño, más bien todo lo contrario.

—Ya veo... Lo siento, Daniel...— Él negó, había pasado demasiado tiempo desde la muerte de Daimiel, no podía decir que no dolía, pero era peor ver a la chica que amaba peleando por su vida y no poder hacer nada por ellq.

—No te preocupes... Sólo... Busquemos la forma de escapar cuando podamos... No pienso dejar que acaben como mi hermano...— Aún recordaba los gritos, su sangre manchando la camilla mientras Will intentaba desesperadamente salvarlo. Las. súplicas, el ardor de las lágrimas e incluso se recordaba golpeando a su padre y llegando a su hermano mayor, a abrazarlo por última vez, con miedo de no volver a verlo.

Ese miedo se hizo real, ningún médico logró estabilizarlo aquella noche, ni la adrenalina logró que se recuperara y los médicos tuvieron que hacer que Will se detuviera. Alexander Blake mató al hijo de su mujer, al chico que había sido su hermano mayor, murió frente a sus propios ojos, por una de sus sangrientas pruebas.

Falleció y él no pudo hacer nada. Y unos meses después conoció a la tan nombrada Lira, con el dolor de lo que había visto en sus hombros juró no dejar que le pasara lo mismo a ella, no podía permitirlo otra vez, ella sólo tenía ocho años cuando Will lo llamó para presentarlos.

Will había sido un padre para la chica en aquel lugar, así como Samuel se había vuelto un tío para ella. La niña más querida dentro de aquellas paredes era esa pequeña sanadora, hija de un arcángel tan nombrado como Rafael, había revivido plantas e incluso le habían permitido conservar a un pequeño conejo al que sanó.

Will y Samuel habían pensado para beneficio de ambos niños, él estaba muy inestable por no haber podido proteger a su hermano mayor y la chica no había podido conocer a otros chicos dentro de aquel sitio, aquello les dio a los dos lo que necesitaban. Él protegía a Lira y ella por fin podía hablar con alguien cercano a su edad, Alexander no estaba del todo convencido, pero cedió ante la presión de su hermano y al ver a su hijo estabilizarse de nuevo, por esto último consintió que ambos pudieran estar juntos. Quizás era lo único bueno que había hecho su padre desde la muerte de Daimiel.

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