Capitulo III Despertar ajeno

El aire ya no era frío. No olía a neumáticos quemados ni a gasolina, sino a lavanda y cera de abeja. La oscuridad no era la del vacío, sino una oscuridad suave, cálida, interrumpida por finos hilos de luz que se filtraban por las cortinas.

Elena abrió los ojos.

La cama era inmensa, con un dosel de terciopelo y columnas talladas que se alzaban hasta un techo altísimo. La seda de las sábanas era extraña, lujosa, una caricia desconocida contra su piel. Parpadeó, intentando enfocar. La habitación era vasta, adornada con muebles de madera noble y un espejo con marco dorado que reflejaba el tenue resplandor de una chimenea lejana.

Un murmullo, una voz áspera y preocupada, llegó a sus oídos.

—Al fin despiertas, Lady Elena.

La cabeza le dolía, una punzada sorda detrás de los ojos. Elena intentó incorporarse, y una anciana de rostro severo, con un tocado blanco y un delantal inmaculado, se inclinó sobre ella. No era el uniforme de una enfermera de hospital.

—El Conde Alistair ha mandado llamar al médico. No debiste salir en medio de la tormenta —continuó la anciana, su tono impregnado de una fría amonestación.

¿Lady Elena? ¿Conde Alistair? ¿Tormenta? Las palabras danzaban en su cabeza, sin sentido. La neblina de la carretera se había desvanecido, reemplazada por una niebla más densa de confusión. Intentó hablar, pero solo un gemido escapó de sus labios.

Entonces, sus ojos se posaron en el espejo dorado.

En él, se reflejaba una mujer que no era ella, y sin embargo, sus movimientos eran los suyos. Era la misma estructura ósea, pero más pulida, más fina, con unos ojos color miel que le devolvían una mirada cargada de desprecio y furia que ella no había puesto allí. Su cabello, antes castaño, ahora era de un rubio oscuro, casi dorado.

Una comprensión gélida, un terror que superaba el de su propio accidente, la invadió. Había muerto. Y, de alguna manera incomprensible, había despertado en otro cuerpo, en otra vida.

Los murmullos de la anciana, que ahora se identificaba como su ama de llaves, y los de otras sirvientas que entraban y salían, fueron armando el rompecabezas. La dueña de ese cuerpo, supo pronto, se llamaba Elena y había intentado huir innumerables veces de su esposo, el Conde Alistair. Había vivido en un infierno de rencor autoimpuesto. La otra Elena no amaba a su conde. Había hecho lo imposible por separarse de él, y su última huida en la tormenta había terminado, al parecer, con su vida.

Y ahora, esa vida era suya.

De pronto, un silencio se extendió por la habitación. Las sirvientas se inclinaron, y la anciana ama de llaves hizo una reverencia profunda.

—El Conde Alistair —susurró una de las doncellas.

Elena levantó la vista. En el umbral de la puerta, una figura imponente se recortaba contra la luz del pasillo. Era alto, de cabello oscuro como el ébano pulido y unos ojos grises, fríos pero perfectos, que la evaluaban con una impaciencia digna de la nobleza. Llevaba ropa de montar, una camisa blanca impecable y unos pantalones ajustados que realzaban su figura atlética.

Era, sin adornos, el hombre más atractivo que sus ojos de veinte años hubieran visto jamás.

El recuerdo de Lían, el traidor, se desvaneció, reemplazado por la visión de este conde. En su vida anterior, solo había conocido la falsedad y la amargura de un amor que la había destrozado. Aquí, de repente, se le ofrecía un lienzo en blanco, una vida lujosa y un esposo que no deseaba, pero que, a la luz del nuevo día, parecía un regalo inmerecido de la providencia.

Una resolución férrea se instaló en el pecho de la nueva Elena.

Ella no huiría. No, la otra Elena había fracasado en el amor por elección. Ella, en cambio, estaba dispuesta a luchar por esa segunda oportunidad, a tomar las piezas rotas de esta nueva vida y, por fin, ser feliz. Estaba decidida a amar a este conde perfecto, y si era posible, a sanar la herida de su propia alma a través de la dicha que no pudo encontrar en su primera y corta existencia.

Solo había un obstáculo: la mujer que habitaba ese cuerpo había dejado muy claro a Alistair que lo odiaba. Y ahora, la nueva Elena debía convencerlo de que, de la noche a la mañana, ese odio se había transformado en un ardiente e innegable deseo.

—Fue imprudente de tu parte salir en plena tormenta, — su voz grave, segura lleno la habitación.

Elena se quedó en silencio viendo como su nuevo esposo caminaba hacia una habitación que parecía ser un vestier. No se atrevió a decir nada, no sabía qué decir en realidad.

—Señor, la señora recibió un fuerte golpe en la cabeza, creo que aún está algo desorientada. —Intervino la anciana con respeto manteniendo la cabeza gacha.

—Cuando lady Elena se recupere me hace saber, es hora de definir esta situación.

El conde entró al vestier y solo volvió a salir cuando él atuendo anterior fue cambiado por un traje digno de la realeza. Los ojos de Elena se posaron sobre el hombre sintiendo cómo su piel era recorrida por una corriente eléctrica extraña para ella, pues a pesar de haber estado casada con Lían por dos años ella nunca sintió algo así.

La puerta se cerró tras la figura impecable del Conde Alistair, liberando el aire tenso que Elena había estado conteniendo. El oxígeno fresco llenó sus pulmones y una parte de ella agradeció, por primera vez, estar viva. O al menos, viva en este cuerpo ajeno.

—Lady Elena, debe darle una oportunidad al conde. Él no es tan malo, al menos no como lo pintan —insistió la anciana, cuyo nombre, dedujo Elena por el contexto, era probablemente la ama de llaves.

Elena se quedó pensativa, evaluando el comentario. ¿Cómo lo pintaban? ¿Cruel? ¿Indiferente? La dueña original de este cuerpo, Lady Elena, lo odiaba lo suficiente como para intentar una fuga fatal. La nueva Elena no tenía esos recuerdos, pero tenía una ventaja: no tenía rencor.

El problema de la falta de recuerdos, pensó rápidamente, podría ser su mayor herramienta.

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Comments

Omirsa Benites

Omirsa Benites

Unnnnnn que contrariedad para ti Elena, porque la otra Elena lo odiaba tanto que se escapó de el y falleció al mismo tiempo que tú y ahora estás en su cuerpo y con un esposo que es un Adonis que te gusta por demás😉😉😉😉😉

2025-10-02

0

jmlanena

jmlanena

La falta de recuerdos puede ser un arma de doble filo, ya que no sabemos cuánto ha logrado en contra del Conde, en sus intentos por huir de su esposo? 🤨

2025-10-01

0

jmlanena

jmlanena

Queee? En qué mundo estás Elena? 😳

2025-10-01

0

Total
Capítulos
1 Capitulo I La fachada perfecta
2 Capitulo II El adiós involuntario
3 Capitulo III Despertar ajeno
4 Capitulo IV El plan de Elena
5 Capitulo V
6 Capitulo VI La condesa del siglo XXI
7 Capitulo VII El peso de la corona
8 Capitulo VIII La alta sociedad
9 Capitulo IX El retiro de la condesa
10 Capitulo X Debut estratégico
11 Capitulo XI
12 Capitulo XII La estrategia del contra ataque
13 Capitulo XIII El examen de la Baronesa
14 Capitulo XIV
15 Capitulo XV Las reglas de un matrimonio real
16 Capitulo XVI El hilo y la serpiente
17 Capitulo XVII Los pecados de la condesa original
18 Capitulo XVIII Búsqueda y confesión
19 Capitulo XIX La espada de la duda
20 Capitulo XX La consolidación del poder
21 Capitulo XXI Más allá del pacto
22 Capitulo XXII El regreso del fantasma
23 Capitulo XXIII El pacto
24 Capitulo XXIV Un momento de paz
25 Capitulo XXV Un faro de prosperidad
26 Capitulo XXVI El ojo de Orión
27 Capitulo XXVII La audiencia
28 Capitulo XXVIII Sabotaje y secretos
29 Capitulo XXIX Incendio, contrato y declaración
30 Capitulo XXX Un giro inesperado
31 Capitulo XXXI La traición
32 Capitulo XXXII Las telarañas ocultas
33 Capitulo XXXIII Tensión y Caos
34 Capitulo XXXIV Túnel de escape
35 Capitulo XXXV
36 Capitulo XXXVI
37 Capitulo XXXVII Fortaleciendo la última esperanza
38 Capitulo XXXVIII El primer asalto
39 Capitulo XXXIX Incursión al Paso de la Viuda
40 Capitulo XL Descartar el oro
41 Capitulo XLI La caída de un tirano
42 Capitulo XLII Una nueva era
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Capitulo I La fachada perfecta
2
Capitulo II El adiós involuntario
3
Capitulo III Despertar ajeno
4
Capitulo IV El plan de Elena
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Capitulo V
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Capitulo VI La condesa del siglo XXI
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Capitulo VII El peso de la corona
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Capitulo XXIV Un momento de paz
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Capitulo XXX Un giro inesperado
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Capitulo XXXI La traición
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Capitulo XXXII Las telarañas ocultas
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Capitulo XXXIII Tensión y Caos
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Capitulo XXXIV Túnel de escape
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Capitulo XXXV
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Capitulo XXXVI
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Capitulo XXXVII Fortaleciendo la última esperanza
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Capitulo XXXVIII El primer asalto
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Capitulo XL Descartar el oro
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Capitulo XLI La caída de un tirano
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