capítulo 3

Griselda estaba tan entretenida con las frases ocurrentes de Filip, el atractivo príncipe del imperio vecino, que por un momento había olvidado por completo que su belleza prestada tenía fecha de vencimiento.

Entre risas y pasos de baile, el tiempo se deslizaba tan rápido como el vino real entre las copas.

—Entonces le dije: “Majestad, si su barba es un símbolo de sabiduría, mejor me callo antes de insultarla” —comentó Filip, alzando una ceja mientras la hacía girar elegantemente.

Griselda soltó una carcajada poco regia.

—¡Oh, por los calzones del Rey! ¡Esa fue excelente! Me duele el abdomen, no por el corset, sino de tanto reír.

—Admito que eres distinta a todas las señoritas que he conocido en esta corte... —dijo él con una sonrisa ladeada—. Te burlas de todo, incluso de ti misma. Es refrescante. Y absolutamente... encantador.

Griselda sintió cómo sus mejillas ardían. ¿Estaba coqueteando? ¿Con ella?

Justo cuando estaba a punto de soltar otra broma sobre nobles con juanetes y coronas con caspa… el reloj del castillo retumbó con la primera campanada de la medianoche.

¡DONG!

El corazón de Griselda se detuvo.

¡DONG!

—Oh por todos los panes del reino... —susurró, mirando hacia el reloj—. Esto no es bueno... Esto no es bueno.

¡DONG!

—¿Qué sucede? —preguntó Filip, inclinándose hacia ella.

Griselda tragó saliva. —Debo... debo correr —dijo en voz alta, luego murmuró para sí—. Aunque con lo mucho que me gusta... ¡Qué ironía!

¡DONG!

Giró sobre sus talones y echó a correr.

—¡Espera! —gritó Filip detrás de ella—. ¡Yo puedo llevarte! ¡Tengo caballos! ¡Y piernas muy funcionales!

Pero Griselda se detuvo en seco. Se giró con una mezcla de desesperación y dramatismo teatral.

—¡NO! ¡Ni se te ocurra! —le espetó mientras se quitaba con torpeza los zapatos de cristal.

Filip se frenó, confundido.

—¿Qué estás haciendo?

Ella le lanzó ambos zapatos como si fueran una entrega exprés.

—Casi lo olvido. Si no te los dejo... ¿cómo podrás encontrarme?

—¿Qué?

—¡Lo del zapato! ¡Así funciona esto! —le gritó mientras empezaba a levantar la falda del vestido como si fuera una campesina huyendo de la inquisición—. ¡Guárdalos bien, príncipe bonito!

Filip la miró, sosteniendo los dos zapatos sin entender nada.

—¿Por qué me das los dos...?

—¡La economía no está para andar perdiendo zapatos de cristal! —gritó ella ya en carrera—. ¡Y me duelen los juanetes!

Filip, boquiabierto, se quedó en medio del salón mientras las damas lo miraban con horror y los nobles cuchicheaban.

—¿Qué acaba de pasar?

***

Afuera, la última campanada retumbó en el cielo.

¡DONG!

Y justo entonces, el vestido glamoroso de Griselda comenzó a deshacerse.

Las costuras chillaron, el corset se desinfló como pan viejo, y los volantes se evaporaron en jirones. Su cabello volvió a enroscarse en nudos rebeldes.

—¡Dios! —jadeó, tropezando con sus propios pies descalzos—. Casi me pillan. Qué humillación habría sido si todo se caía en pleno vals… Imagináte yo en calzones delante del príncipe. ¡La nobleza habría colapsado!

Corrió entre arbustos, esquivando carrosas, sin dejar de jalar lo que quedaba de su falda como si aún tuviera dignidad. Tenía que volver a casa antes de que su madre regresara.

Mientras corría, a lo lejos, vio una figura femenina con un vestido azul desgastado también huyendo por otro sendero del castillo. La silueta se tambaleaba, el cabello suelto ondeaba como una bandera de caos, y una zapatilla quedó atorada en las escaleras tras ella.

Griselda sonrió con malicia.

—Ah... ahí estás, Suertucienta. Así que también se te acabó el show, ¿eh?

Se agachó detrás de un arbusto para ver mejor. La reconocería en cualquier lugar por esa forma dramática de huir, como si el universo entero la persiguiera. Y sí, allí iba Cenicienta, en retirada. El hechizo también se deshacía en ella.

—¿Y ahora qué, querida hermanastra? —susurró Griselda para sí—. ¿Te vas a quedar con el príncipe o con tu ego?

***

Minutos después, ya en casa, Griselda se dejó caer sobre su cama, jadeando, el corazón galopando aún en su pecho.

—Sobreviví... —susurró, mirando al techo—. Sobreviví sin desmayarme, sin tropezar con las escaleras y sin que mi trasero hiciera eco cuando me fui.

Se incorporó con esfuerzo, sacó un trozo de pan de debajo de la almohada (porque siempre tenía uno) y le dio un mordisco.

—Y me quedé con algo más... —murmuró, recordando la expresión de Filip cuando la vio.

Había algo en sus ojos. No era solo lujuria. Era curiosidad real. Como si quisiera conocerla más allá de su vestido bonito. Como si... algo en ella lo hubiese tocado.

—¿Y si lo hace? —dijo en voz baja, con un poco de miedo—. ¿Y si me busca?

Luego rió para sí misma.

—Bueno, cuando lo haga... que no se sorprenda si me encuentra con pan en la boca y la faja enrollada en la pierna.

****

Mientras tanto, en el castillo, Filip aún sostenía los zapatos.

—¿Qué hago con esto? —le preguntó al mayordomo.

—Supongo que buscarla... señor.

—¿Buscarla cómo? ¿Mediante un concurso de pies? ¡Ni siquiera sé su nombre! Dijo que venía de "Letchonshire"... ¿eso existe?

—No, señor. Pero suena apetitoso.

Filip bajó la mirada a los zapatos brillantes y suspiró.

—Sea como sea... quiero volver a verla.

Y así, mientras Cenicienta tramaba su versión del cuento y preparaba su estrategia para dar con el príncipe oficial, el primo —más observador, más encantador y mucho más divertido— ya estaba pensando en encontrar a la mujer que se atrevió a reírse del reino entero... y le devolvió la risa a él.

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Comments

Aracelis Durango

Aracelis Durango

Acabo de empezar a leerla y me encanta. Es algo distinto una versión desde otra perspectiva desde otros ojos y otro sentir. A veces no todo es lo que parece

2025-06-23

5

Gabrielita Rojas

Gabrielita Rojas

Toda historia, tiene dos versiones.... la del villano y la del protagonista... son 3 capitulos que me encantaron... espero leer más...

2025-06-24

4

Lilith

Lilith

desde ya voy diciendo que me gusta esta versión /Facepalm//Facepalm/

2025-06-24

4

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