Maldita sea qué rico fue eso. No me malinterpretes, esto jamás lo hice, es decir, sí me he dado cariño a mí mismo en algunas noches de soledad que son la mayoría (pero sin la parte del cariño, tampoco soy un obseso del sexo), pero jamás he stolkeado a ninguna vecina. Por obvias razones, ya que todos mis vecinos rondan la etapa etaria entre los 60 años y el más allá.
Pero esta mujer es de otro planeta. Gracias a Fernando he estado con mujeres bellas, todas o la mayoría, preocupadas por su físico (obvio las conoce en el gym), muchas superficiales pensando en operarse, en las líneas de expresión, botox y esas cosas que a mi parecer no necesitan, pero para gustos los colores. Yo soy más bien del pensamiento de que uno debe envejecer con dignidad, cuidarse está bien, hacer ejercicio, hidratar el cuerpo y la piel, mimarse con masajes y productos de belleza, pero de ahí a querer mantenerse joven por siempre o meterse cosas en el cuerpo para aumentar zonas que se ven mejor al natural, ya no estoy de acuerdo.
Mi parte racional dice que esto es algo pasajero, no la conozco, no sé nada de su vida, si está en pareja, si es buena persona, ni siquiera sé si le gustan los hombres, hoy en día se puede esperar cualquier cosa con el libre pensamiento que es moneda corriente. A demás ni siquiera he visto su rostro, solo su cuerpo, su cabello está escondido dentro de un gran pañuelo y no tengo ni idea de como luce de frente.
De repente siento que una remota y profunda parte de mi cerebro despierta y tal como en las caricaturas puedo ver una pequeña bombilla de luz prendiéndose, brillante y llamativa: tengo los medios para averiguar absolutamente todo de ella, no por nada Fernando me dice el hacker solitario. ¿Eso está bien? No ¿Sería más fácil planear un encuentro casual, incluso ofrecerme a ayudarla con la mudanza? Definitivamente, sí, pero eso le quitaría toda emoción al asunto.
Mentira, a quién quiero engañar, soy pésimo ofreciendo ayuda y mucho más entablando una conversación. Si me cuesta hablar con un anciano sin conocerlo no quiero ni imaginar que estupideces saldrán de mi boca para hablarle a una mujer tan sensual, o peor aún quedarme congelado con cara de idiota. No, no, mejor será entrar al sistema y averiguar de quién es el departamento y partir de ahí para saber si lo está rentando o es suyo o de su marido, ruego que no esté casada... ¿Qué carajos estoy pensando? Dios, me doy una cachetada mental para acomodar mis ideas. No puedo estar considerando esto.
Mejor voy a darme una ducha para ponerme a trabajar, por eso sí me pagan no por andar mirando cosas que no me importan. Vuelvo a correr la cortina y solo veo a los hombres del servicio de mudanza en la torre opuesta, basta Chris concéntrate, camino hacia el baño y abro la ducha, no necesito mucho tiempo bajo el agua, por lo que en diez minutos ya estoy listo para iniciar mi jornada.
Intento concentrarme, de verdad que sí, desde mi estudio no tengo vista hacia la ventana de la nueva vecina por lo que en las últimas horas he buscado cualquier pretexto tonto para ir hacia la cocina o la sala desde donde se ve lo que sucede enfrente. Jamás dejo mi estudio en lo que son mis horas laborales, ¿qué me pasa? Ni siquiera quiero salir de casa para almorzar. Eso usualmente lo hago para despejar mi mente del trabajo, pero hoy ni siquiera he mantenido mi atención por más de quince minutos.
Me obligo a mí mismo a salir del departamento. Debo comer y quizás podría pasar disimuladamente por la torre vecina y tener algo de información... Basta, no puedo convertirme en un acosador a esta altura de mi vida ¿o sí?
Trato de disipar esas ideas de mi cabeza y me coloco mis lentes de sol, tomo mis llaves y mi billetera y salgo de mi departamento. En el elevador suben dos mujeres que conversan animadas, es inevitable escuchar de lo que hablan porque al parecer una de ellas tiene problemas de oído, por lo que la otra le habla bastante alto.
— Es la sobrina de Eloísa, ella quedó como única heredera porque la vecina nunca tuvo hijos.
—¿Eloísa murió? — pregunta la señora sorda que al parecer también tiene problemas de memoria.
— Ay Juana, fuimos juntas al entierro, ya lo olvidaste.
— Que en paz descanse, era una buena mujer.
— Sí, lo era. Ahora su sobrina vive ahí — la mujer me dedica una mirada y trata de hablar bajo — Al parecer acaba de salir de un matrimonio muy complicado.
— ¿Qué? Habla fuerte que no oigo.
— QUE ACABA DE SALIR DE UN MATRIMONIO COMPLICADO, SORDA — grita la señora sin paciencia ya.
Reprimo una risa porque me causa gracia como se tratan estas dos, además me han dado una pieza de información muy importante. Conocí brevemente a la señora Eloísa a penas me mudé al edificio porque me atrapó un día que iba pasando para que la ayudara a cargar unas bolsas del mercado hasta su departamento, fue lo más incómodo que podía pasarme, la mujer hablaba y hablaba y yo no podía unir una frase completa y coherente. Una vez en su departamento quiso compensar mi ayuda con café y masas, pero yo quería salir corriendo. Por supuesto no lo permitió y me atiborró de cosas dulces para comer mientras parloteaba de no sé qué. Cuando puede volver a mi casa me regaló un táper lleno de masitas y me pidió que la visitara, nunca cumplí. De hecho no sabía que había muerto, ahora me siento mal por no salir de mi burbuja y haber presentado mis respetos por la señora que fue muy cálida conmigo.
La puerta del elevador me saca de mis pensamientos y me obliga a bajar de la máquina para dirigirme al bar de siempre a buscar mi almuerzo. Mis lentes me permiten mirar sin que nadie se dé cuenta que estoy atento a la torre de mi nueva vecina.
En momentos como este quisiera tener la personalidad de Fernando para poder lanzarme sin importar nada. Su seguridad, su encanto, su simpatía, cualidades que yo no poseo y que me hacen querer perderme dentro de mí mismo, en esta situación sería de gran ayuda para conseguir a la chica que me ha cautivado.
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