Una suave brisa matutina jugaba con los mechones rubios de mi cabello, mientras me ajustaba nerviosamente la mochila sobre los hombros.
Frente a mí, la universidad central de la ciudad Z se alzaba como un gigante imponente de cristal y acero.
Mis ojos azules brillaban con una mezcla de ilusión y temor.
- ¿Lista para tu primer día? – me pregunto por segunda vez Daniela con una sonrisa cálida, vestida con un conjunto casual pero elegante que resaltaba su estilo natural –
Yo asentí, aunque mis dedos tamborileaban sobre la correa de mi mochila.
Mi estómago era un nudo.
- Supongo que sí. Es solo que… no sé qué esperar.
Daniela me miró con dulzura y pasó un brazo por mis hombros.
- Te va a ir bien. Eres brillante, Lina. Tienes todo para triunfar.
Pero yo no me sentía brillante.
Al menos no entre esos edificios altos y pasillos llenos de estudiantes que parecían haber salido de una revista de moda.
Desde que habíamos cruzado la reja principal, había notado miradas.
Algunas curiosas, otras altivas… pero muchas de desprecio.
- “Esa debe ser la chica becada”, susurraban algunas voces por lo bajo.
- “No parece del perfil de esta universidad”
- “Seguro entró por caridad”
Yo trague saliva.
Mi corazón latía con fuerza.
Mi ropa, aunque limpia y arreglada, no tenía la etiqueta de diseñador que parecía común entre los demás estudiantes.
Y mi cuerpo, con curvas generosas, destacaba en un lugar donde la delgadez parecía norma.
Daniela pareció notarlo y frunció el ceño.
- No les hagas caso. Tú perteneces aquí tanto como ellos. Quizás más. Ganaste esa beca por tu esfuerzo, no por tu apellido.
Yo le sonreí débilmente, pero no dije nada.
Cada paso que daba me parecía más pesado.
Nos detuvimos frente a una bifurcación de pasillos.
- Aquí nos separamos, amiga. – dijo Daniela, señalando hacia la izquierda. – Mis clases de Psicología son en el edificio azul. Las tuyas de derecho están en el rojo. Te veo a la hora del almuerzo, ¿Vale?
Yo sentí un vacío en mi pecho.
Mi mejor amiga se alejaba, y con ella, la sensación de seguridad.
- Vale. Gracias, Dani.
Daniela se inclinó y me dio un beso rápido en la mejilla.
- Tu puedes, leona. Recuerda eso.
Y entonces, yo comencé a caminar sola hacia el edificio rojo.
El pasillo era amplio, con vitrales modernos y paredes decoradas con cuadros de ex alumnos exitosos.
Yo caminaba despacio, sintiendo las miradas recorrer mi cuerpo como agujas.
Apreté mi carpeta contra mi pecho.
“Son imaginaciones tuyas”, me repetí mentalmente.
Pero no lo eran.
Un grupo de tres chicas con uniforme de cheerleaders me miraban y se reían por lo bajo.
Un chico rubio me lanzó una mirada de arriba abajo con burla. Otro le susurro algo a su amigo y ambos se rieron.
“Panza de beca”, alcance a escuchar.
Mis mejillas se encendieron.
Acelere el paso y busque la puerta del aula que tenía anotada: Derecho Constitucional I, salón 3B.
Respire hondo antes de entrar.
Cuando abrí la puerta, todos los rostros se volvieron hacia ella.
El silencio fue casi inmediato.
- ¡Ah…! Hola, buenos días – murmuré, bajando la mirada y cerrando la puerta tras de mí.
Camine rápidamente hacia el único asiento libre, en la segunda fila desde atrás.
Al sentarme, me encorve ligeramente, deseando volverme invisible.
El profesor aun no llegaba, pero todos parecían conocer a alguien.
Las conversaciones eran fluidas, las risas sonaban naturales.
Nadie me hablaba.
Saque mi cuaderno y bolígrafo.
Las manos me temblaban ligeramente.
Unos minutos después, el profesor ingreso.
Un hombre alto, de cabello gris y gafas elegantes.
- Buenos días, clase. Soy el profesor Almendra. Bienvenidos a Derecho Constitucional I. empezamos puntual, espero que esa costumbre se mantenga todo el semestre.
El tono autoritario del profesor hizo que yo me irguiera un poco.
Comencé a tomar notas con esmero, enfocándome en cada palabra.
Durante esa hora y media, el mundo exterior se desdibujo.
Al menos mientras el profesor hablaba, no había risas ni miradas. Solo leyes, historia y teoría constitucional.
Pero al sonar el timbre, todo regreso.
- ¿Viste a la becada? – susurro una chica cerca de la puerta –
- Dios, sí. Parece sacada de una novela triste.
- No durará ni un mes aquí.
Yo guardé mis cosas rápidamente y salí antes de que las lágrimas empezaran a subirse a los ojos.
No quería que nadie me viera llorar.
En los pasillos, el bullicio aumentaba.
Yo me refugie en el jardín lateral.
Me senté en una banca, saque mi botellita de agua y trate de calmarme.
- No llores, Lina. No hoy. No les des gusto
Mi voz interior intentaba sonar fuerte, pero el temblor en mis labios me traicionaba.
Saqué mi teléfono y vi un mensaje de Daniela.
MSJ de Daniela: ¡Te estoy esperando en la cafetería del Edificio Azul! Tengo chismes del primer día jajaja. ¡Apúrate, que ya quiero verte!
Yo sonreí apenas.
- Al menos tengo a alguien a mi lado – me recordé –
Me puse de pie y comencé a caminar hacia la cafetería. Paso a paso, como si cada uno fuera un pequeño acto de rebelión.
Contra las miradas.
Contra el desprecio.
Contra la duda.
Yo había llegado hasta ahí por mérito propio, y no iba a rendirme tan fácil.
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