—Eh... ah, sí. Ya, mi niña, a dormir —le dije mientras acomodaba las cobijas.
Esa noche, como nunca, dormimos profundamente. ¿Quién diría que la presencia de ese hombre extraño nos devolvería noches largas, tranquilas… llenas de sueños?
La luz de la mañana se coló por las cortinas y el murmullo suave del viento me despertó.
—¡Buenos días, mami! —dijo mi niña con voz alegre.
—Buenos días, mi niña. Ya te levantaste al fin.
—¡Siii! Cierto… ¿Y Alan? ¿Se fue? —preguntó mientras se incorporaba con entusiasmo para mirar a la cama del fondo.
—No, mi niña. Ahí está. Bueno, es horrible cuando uno se levanta así. Hay que limpiar sus heridas y luego desayunar. ¿Quieres ver una película hoy?
—¡Siii! ¡Con palomitas! ¡Ya son las once, mami, corre, corre!
—Está bien. Ve a cambiarte y cepíllate los dientes —le dije con una sonrisa.
Un rato después…
—Mami, ¿vas a poner a lavar la ropa? El lunes tengo clases —me recordó desde el pasillo.
—Sí, y pásame mi celular, por favor.
—¿Mami...? ¿Mi papi vendrá a verme hoy? —su voz bajó de tono.
—No lo sé, mi niña. ¿Quieres que le pregunte?
—No, mami… está bien —dijo bajito, con tristeza.
Justo entonces, algo se movió en la cama.
—Mira, Alan se está moviendo.
—¡Wooww! ¡Se va a despertar! Ojalá que sí.
—No, mi niña. Seguro está teniendo una pesadilla.
—Vigílalo hasta que yo haga el desayuno.
—¡Oki doki, mami!
Era sábado, día de limpieza. Mientras cocinaba algo sencillo, puse a funcionar la lavadora y ordené la cocina. Mi niña, siempre tan despierta, me ayudó a recoger la ropa sucia y tender las camas. Barrimos, trapeamos… y finalmente, nos sentamos a desayunar en la habitación junto a Alan, que seguía dormido pero parecía respirar mejor.
—Mami, ¿crees que Alan sea malo? —preguntó mi niña, rompiendo el silencio.
—Mmm… no lo sé. Parece que sí.
—¿Nos hará daño cuando despierte?
—Puede ser… como tal vez no. ¿Quién sabe, mi niña? Mejor dime, ¿tienes deberes que hacer?
—Nop. La profe no mandó deberes.
—Bueno… veré si te creo —respondí, dándole una mirada sospechosa.
Ella rió, y luego, en un tono más suave, preguntó:
—¿Tal vez algún día te enamores otra vez, mami? ¿Y encuentres a alguien que nos quiera a las dos?
Me tomó por sorpresa. Me detuve un segundo y le respondí con honestidad:
—No lo sé, mi niña. No hay muchas personas que amen a una sola mujer y se queden para siempre sin engañarla. Pero si alguna vez alguien llega a nuestras vidas y me demuestra lo contrario… te juro que no miraré a nadie más. Lo amaré tanto —o más— de lo que un día amé a tu papi.
—Lo sé, mami. Eres la mejor. Tienes tanto amor para dar… Ojalá venga alguien y nosotras seamos su mundo y nadie más. ¡Y que nos defienda así!: “Yeah, ¿a ver quién molesta a mis mujeres? ¿Quién se atreve a intimidarlas?” ¡Jajaja!
—Estás loca, mi niña —reí con ella.
—Sí, mami. Estamos locas, jjj. ¡Vamos a ver la película!
—Si quieres, sí.
—Una de dibujitos… ¿qué tal una de princesas? O de esos villanos que se enamoran. ¡Sí, sí! Mejor la del hada que se enamora del hada fea.
—Está bien, busca la peli. Mientras tanto, yo dejo esto en la cocina.
—¡Mamiii! ¡Demoras mucho! Ven, mira lo que hice.
—¿Qué pasó? Estaba viendo si la lavadora ya terminó.
—Mira, mami. ¿Te gusta? Puse los cojines cerca de la cama de Alan para que estemos todos juntos. Así él también puede ver la película con nosotras.
—Oh, cierto. Espérame aquí, ya vuelvo.
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Liliana Barros
Valentina tiene gran necesidad de afecto de padre, al parecer el suyo no cumple con ella. Lo que más me gusta es que incluye a su mamá en su fantasía familiar, con un nuevo padre que las defienda a ambas.
2025-05-30
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