CAPITULO 4

CAPITULO 4.

NARRADOR.

El sufrimiento fue lo primero que experimentó al despertar. Un dolor agudo le atravesó la cabeza, como si miles de agujas ardientes se le clavasen a la vez. Un quejido débil salió de sus labios mientras sus párpados, pesados como plomo, se abrían con lentitud. La habitación se veía borrosa, como si fuera un cuadro sumergido en agua.

Su corazón latía con fuerza, golpeando su pecho como si intentase escaparse.

—¿Dónde. . . estoy? —susurró con una voz áspera y seca, como si no hubiese hablado en años.

Parpadeó varias veces. El mundo a su alrededor comenzó a enfocarse.

El terciopelo gris cubría las paredes, los candelabros colgaban del techo como lágrimas congeladas. El gran espejo estaba frente a la cama. El sofá blanco donde ella estaba acostada, su dormitorio dentro de la mansión. Todo se veía igual. Intacto. Como si los horrores de la prisión, las golpizas, la sangre y las sombras de la noche no fueran más que una pesadilla.

Se sentó lentamente. Su cuerpo temblaba, débil y frágil. Miró su muñeca: 7:00 p. m.

El mismo reloj. La misma piel. Todo parecía demasiado real.

Un escalofrío le recorrió la espalda.

¿Era esto un sueño? ¿Una alucinación? ¿O estaba muerta. . .  atrapada en un limbo?

Entonces, la puerta se abrió.

Y él apareció.  Dreiner.

Vestía un esmoquin negro impecable, con una elegancia que rozaba el desprecio, ajustando distraídamente su reloj mientras hablaba sin dirigirle la mirada.

—Antonella, has estado dormida —dijo con una leve sonrisa, casi condescendiente—. ¿Ya viste la hora? Vamos a llegar tarde a la firma del contrato. Te mencioné que estos nuevos socios son cruciales.

Siguió hablando como si nada pasara.

—Yo me adelanto. Te dejo el chofer. Por favor, no me hagas quedar mal.

Y se marchó.  Así, como siempre. Dejando atrás el rastro de su perfume costoso… y su veneno invisible.

Antonella se quedó inmóvil. No respiró. Permaneció allí, helada. La sangre resonaba en sus oídos.

Todo en ella gritaba que esto no podía ser real. Pero lo era. El frío del mármol bajo sus pies descalzos. El sabor metálico en su boca. El martilleo constante en su cabeza. Todo era cierto.

Corrió hacia el espejo.

Y allí estaba, Antonella. La de antes. La mujer que alguna vez tuvo fe. La que todavía creía en el amor, en la lealtad, en la justicia. Sus ojos tenían luz, su rostro era suave, joven, libre de todo el horror que ahora sabía que se avecinaba. El celular encendido sobre la cómoda verificó la fecha.

Era hoy.

El día en que todo comenzó, la misma noche en que Dreiner se encontraría con Paloma, en que su desgracia tomaría forma por primera vez.

Pero esta vez. . . ella lo sabía todo.

Y esta vez, no sería una víctima, una sonrisa sutil, casi inquietante, apareció en su rostro. No había signo de temor en sus ojos. Solo había rabia, resentimiento, dolor, una rabia matizada por el sufrimiento, la traición y el infierno que recién había atravesado. Se dirigió al armario. Sus manos acariciaron la ropa colgada como si fueran navajas. Cada tela, cada costura, tenía su razón de ser. Era esencial elegir con precaución. Su vestimenta sería su declaración de guerra. Su apariencia, su primer ataque.

Optó por un vestido rojo. Rojo como la sangre. Rojo como la venganza, de seda brillante, ajustado a su figura, diseñado para atraer, para dominar, para indicar que Antonella Bernal había vuelto.

Mientras se maquillaba frente al espejo, sus manos ya no temblaban. Cada trazo de delineador, cada capa de rímel, cada aplicación de labial rojo intenso representaba una promesa muda. Un juramento sellado con sangre y fuego.

—Gracias, Dios. . . —murmuró con los ojos cerrados—. Gracias por esta oportunidad.

Luego levantó la mirada. Su expresión reflejaba a una mujer que lo había perdido todo… y ahora iba a recuperar todo y tomaría venganza.

—Te prometo por mi alma: no habrá piedad. Cada lágrima que derramé será vengada.  Y tú, Dreiner… vas a pagar hasta tu último aliento.

Al salir de la habitación, vestida de rojo como una llama viva, Antonella ya no era la mujer desgastada que había sufrido en una celda.

Ahora era un torbellino.

Una tempestad, una mujer renacida por la venganza, y nada, ni nadie.

Podría detenerla.

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Liliana Bonilla

Liliana Bonilla

Vaya vaya,espero que acabe con ellos

2025-05-30

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Luna_Jago

Luna_Jago

💜💖

2025-05-30

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