El apenas imperceptible latido de mi corazón, me da vuelco al estómago, como si en realidad, me encontrara dentro de un sueño, uno en donde, el Sargento pasa de ser medianamente molesto a agradable, es fantasioso, pero creo que está coqueteándome.
«¿Por qué?» no ha cambiado nada, seguimos siendo los mismos «¿Por qué me mira diferente, ahora?»
El inconfundible ruido de un disparo termina por disipar la tensión.
El Sargento mira hacia arriba, su mano derecha apuntando justamente en la misma dirección, eso lo explica todo, aunque el corazón sigue retumbando dentro de mi pecho, intento calmarlo, la atmosfera ya no es romántica.
—¿Me pediste que no me moviera, porque había algo arriba de nosotros? —indago avergonzada de la malinterpretación que he dado a la situación
El Sargento mira el rastro que ha dejado el cuerpo caído «¿cuerpo?» bueno, en realidad, no sé si debería llamarlo de esa forma, es parecido a un oso, si los osos sobrevivieran es estado de descomposición.
—¿Por qué más sería? —duda, mientras recarga el arma
—No, por nada, y lo del cuello, ¿por qué?... —extiendo con incomodidad
Él no le da tantas vueltas al asunto a diferencia mía, en un movimiento rápido muestra su palma descubierta, la misma que toco mi cuello hace unos instantes, esta manchada de un liquido rojo «sangre negra» «fétida» no puedo creer que no notara el olor antes; pero no me culpo, la cercanía del Sargento me tomo desprevenida, «¿Cómo alguien tan frio, puede tener una piel tan cálida?»
—Gotea desde la copa del árbol. —resalta el Sargento, sin notar la tensión que altero mis sentidos— No estoy seguro de lo que es, pero nos ha estado siguiendo. No quise alterarte.
Explica limpiando el líquido en un pañuelo, luego lo guardo en una bolsa sellada, el guante negro regreso a su mano antes de que decidiera continuar su explicación.
—Lamento que te haya parecido inapropiado, pero caminar en este bosque es más peligroso de lo que parece.
—No para nada, solo fue extraño... —finalizo, sin ganas de retomar el tema
Tenía sentido, no podía debatir sobre ello, aun así, faltaba información «¿Qué era eso?» «¿de donde habia salido?» y lo más importante, «¿porque él no se ve impresionado?» me esta ocultando algo, puedo verlo, pero tampoco deseo averiguar más, solo puedo concentrarme en recuperar la calma.
Aunque no lo parezca, comprendo la situación en la que nos encontramos «el ambiente profesional» la seriedad durante el peligro, lo entiendo, este es uno de esos momentos en los que se deben dejar los sentimientos de lado, como siempre, y dedicar la atención a lo que fuera que estuviera pasando en este maldito bosque.
«¿Esto es parte de la prueba?» «¿manejo en situaciones de estrés?» porque si es así, he perdido algunos puntos, quiero vomitar en cuanto me acerco al cuerpo.
Echo un nuevo vistazo hacia el lugar en donde ha caído, el Sargento Vansua se adelantó al área, yo cubrí sus espaldas, presionando el arma con tanta fuerza, que se me dormían las manos.
Sé que la de la iniciativa había sido única y exclusivamente mía, pero comenzaba a tener mis dudas, el asunto se había tornado bastante extraño. Enfrente de nosotros, un bulto, una mancha negra a penas visible en la oscuridad, el cañón del arma tiembla o más bien, yo soy la que lo hace, por suerte el Sargento esta más ocupado en el bulto que en lo que sucediera o no conmigo, lo agradezco, mientras apretó los dientes al ver al Sargento voltear el obstáculo de una patada.
—No distingo nada... —digo, como si esa información no fuera obvia
Al terminar la frase, una radiante luz roja ilumino donde yacía el bulto, el Sargento la provoca, los destellos bailan entre sus dedos y vuelven a sus poros.
—¡¿Puedes hacer eso?! —reclamo, molesta de que no lo hiciera antes, eso nos hubiera ahorrado muchos problemas al caminar en la oscuridad
—Es mejor que no sepan dónde estamos con exactitud. —explica dejando de iluminar el área, alerta ante cualquier cambio del bulto, aunque no sucede nada
Tiene razón, otra vez, pero no quiero darle demasiada importancia.
—¿Qué es? —pregunto, intentando buscar la forma del bulto
—No lo sé. —responde el Sargento
Mientras más lo veo, me siento más confundida, no era ninguna experta en el tema, pero parecía ser una especie de hibrido: una extraña cruza entre un oso y un cuervo.
No era capaz de identificar el inicio y fin de su cuerpo, solo distingo varios bultos de carne a lo largo del hocico, las vértebras sobresaltadas, unidas a un par de alas que difícilmente serian útiles «son demasiados pequeñas» y tienen algunos ligamentos rasgados.
No puedo tener una imagen mental de esa cosa caminando.
Da la impresión de estar muerto desde hace años, como si en realidad la bala del sargento hubiera chocado únicamente con su cadáver y eso lo hubiera tirado de la copa del árbol. Me resultaba imposible creer que estuviera vivo en algún momento, su cuerpo desprende un olor putrefacto, el estómago se me retuerce con tan solo respirar cerca.
Un líquido negro sale por el orificio de su cabeza y otro a un costado, está claro, alguien lo hirió antes, tal vez ese fue el grito que se escuchó a la mitad del camino, espero que todos estén bien.
—Vamos a acampar.
—¡¿Junto a esa cosa?! ¡¿estás loco?! —digo sin creérmelo
—No aquí exactamente, me refiero a que tenemos que posponer la caminata, hasta el amanecer.
—Okey —respondo para nada convencida con su idea, pero como siempre «no era una pregunta, era una orden»
El olor mina el aire en poco tiempo y eso que el Sargento lo había enterrado, para disipar el fuerte aroma que desprendía el cadáver. Al final nos alejamos algunos metros, lo suficiente para mantenerlo vigilado, por si posiblemente «revivía» como decían las paranoias del preparado Sargento Vansua, sabía que eso era improbable, pero también estaba segura de que ninguno de los dos lograría pegar el ojo esa noche.
«Un gato en un árbol» sé que los dos somos parte felinos, pero sigue pareciéndome curioso, es tierno verlo trepar las ramas y acomodarse para descansar en una de ellas, actúa como una persona de campo, aunque no se ve como una.
La noche es fría, no pienso dormir al descubierto como el Sargento, así que me transformo en un pequeño canario y me oculto en uno de los hoyos del roble, acomodo un par de ramitas dentro y me recuesto con la mirada en dirección a la tierra suelta, al menos si esa cosa «revivía» no podría alcanzarme, no aquí.
Las mochilas cuelgan lejos de nosotros, las ataduras tensas y sostenidas al tronco, eso mantendría lejos a los animales que buscan un bocadillo nocturno.
Dormito por instantes, el suave aire acariciando las plumas de mi rostro y el arrullo del viento sobre las hojas ayudan a conciliar el sueño; lo único que me impide caer rendida, es el Sargento, que no para de hablar por la radio.
[¿Tenía grandes dientes y plumas negras? líquido negro en lugar de sangre y me dices que lo encontraron a 10 millas de la base... ¿el olor era parecido al azufre o amoniaco?] pregunta la voz apresurada.
—Olía como si estuviera descomponiéndose desde hace días. —explica el Sargento levemente preocupado
[Okey, entiendo. No hay reportes hasta el momento, pero voy a investigar... ¿tomaste una muestra?] tranquiliza la voz del chico
—Una muestra de sangre —afirma el Sargento apoyado en el tronco, sus piernas cuelgan de la rama
[Con eso basta, ten cuidado, las cosas se han puesto algo turbias en el área de fusión] comenta el chico, tensando al Sargento quien ya tenia los parpados relajados
—¿A qué te refieres? —responde siendo interrumpido por un bostezo
[Un poco de lo de siempre. Desacuerdos en general, no todos están contentos con la nueva dirección, los experimentos se tornan cuestionables] responde con la voz levemente consumida por la interferencia
—¿Debería preocuparme?
[No, esta bajo control. Aunque estoy seguro que el «amigo» que encontraron escapo del laboratorio, como sea, tendré que revisar los códigos de seguridad para sacarme de dudas. Puede que alguien haya jugado con alguna base de datos.]
—Puedo regresar si es necesario. Hay cosas mas importantes que supervisar reclutas.
Parpadeo lentamente, asomando el cuerpo por fuera del hoyo, hasta dar unos saltitos sobre una de las ramas, me poso encima de donde se encuentra el Sargento, para escuchar con atención.
[Ni lo pienses, ya estas bajo suficiente presión. Primero los problemas con papa, luego lo de Wilson con Stacy... se que han pasado cosas jodidas, pero puedo encargarme de esto, no creo que sea nada demasiado grave]
—Estas mintiendo, ¿cierto? —suelta el Sargento meciendo una de sus piernas
El chico del otro lado ríe, pero la estatica, no me deja distinguir si son nervios o verdadera gracia.
[Solo termina la prueba, nos vemos en Tuscarora, ya lo hablaremos con más calma.]
Reconozco la voz, el Sargento está hablando con el «chico científico» él que me guio por el área.
«Silvestre Vansua» ese era su nombre, aun lo tengo fresco en mi memoria, el recuerdo hace un «clic» al recapitular.
«Sargento Vansua» Claro, son hermanos, me sorprende lo despistada que he sido, sino fuera por los apellidos nunca lo hubiera averiguado, no comparten mas que eso, bueno, ambos tienen una mirada fuerte, pero nada más.
—Esto no es un maldito juego Silvestre, hay vidas en riesgo. Revisa los perfiles del personal, las cámaras de seguridad, haz una lista de sospechosos, checa sus horarios de ingreso al área y envía un remplazo a mis coordenadas para que pueda regresar a la base a resolverlo antes de que se salga de nuestras manos. —ordena el Sargento con su voz de mando
Silvestre ríe al otro lado de la línea, estoy segura que solo un hermano haría eso, el Sargento Vansua no parece ser una persona con la que se pueda bromear.
[No lo voy a hacer, ya te dije que yo me encargo.] responde sin importarle en lo más mínimo su rango
—Es una orden Silvestre. —replica el Sargento, su hermano gruñe al otro lado de la línea
[En este momento soy científico, no soldado, no te equivoques. Yo me encargo de esto, deja de querer tirarte toda la maldita responsabilidad encima, vas a terminar como Wilson] responde Silvestre, causando el suspiro resignado del Sargento
—Wilson esta bien, solo quiere estar solo. —comento con más calma, soltando otro pesado suspiro— No quiero hablar sobre eso, ¿Y Andrea? ¿Cómo esta ella?
[¿Andrea? Ella está bien o al menos la última vez que la vi, viajo la próxima semana a México]
—Me alegra oír eso, solo ten cuidado. Recuerda que a papa no le agrada ninguna de las dos ideas.
[Lo sé, pero me importa poco, por mí se puede ir al infierno...] Silvestre se queda callado por un instante, luego se echa a reír aliviado [Por un momento pensé que estaba escuchando, ¡que puto miedo! No me preocupa, no será la primera vez que viaje a escondidas]
El Sargento imita su risa, relajado por la conversación, sus hombros han dejado la tensión atrás, solo faltaría quitar la formalidad que daba el uniforme y listo, podría considerarlo una persona común y corriente, divertido por una charla nocturna.
[Te escuchas cansado.] resalta Silvestre en un susurro, ligeramente opacado por el ruido exterior
—Estoy bien. Solo daré una ronda antes de dormir, llámame loco, pero me gustaría conservar mi cuello intacto. —responde riendo entre dientes
[Eso siempre es prioridad. No dejes que te consuma la paranoia, hablamos después, Rick.]
—Entendido, se precavido. No estamos para apoyarte si las cosas se salen de tus manos.
El giro de la conversación, habia conseguido suavizar la imagen preconcebida que tenía sobre el Sargento Vansua, era como si la capa dura se desvaneciera cuando nadie mas observa, se que las apariencias engañan, pero ¿Por qué usarlas con ese propósito? ¿Por qué sus acciones son tan contradictorias? No lo sé, pero el Sargento Vansua se preocupa por su hermano.
[Tranquilo Rick, no tengo quince años, no necesito que cuiden mis espaldas. Descansa.]
—Descansa —despide alzando la mirada, encontrándose con la mía— Es de mala educación escuchar platicas ajenas, Jones.
Vuelo a su lado, cambiando a mi forma original y apoyándome sobre la misma rama, esta cruje un poco por el peso extra.
—Lo siento, no podía dormir... —justifico, tratando de ocultar la ternura que me había provocado la escena
—Olvídalo, espero que no se repita. —explica bajando del árbol
—Si, Sargento —la reprimenda fue demasiado floja para su gusto— ¿Qué se supone que haga?
—Descansar, tu prueba continua mañana a las cinco, voy a inspeccionar el perímetro, si no regreso a la hora que dije, avisa por la radio en la línea tres y espera instrucciones —me ordena saltando el último tramo de ramas, cayendo al suelo de pie
—Entendido —finalizo recargada sobre el roble
Algo me decía que mañana sería un día pesado.
Un escalofrió recorre mi cuerpo, la inconfundible brisa mañanera, el canto de las aves, todo parecía estar en perfecta armonía con el resto de los sonidos del bosque.
Me estiró soltando un gran bostezo y abro los ojos con la vista aun un poco borrosa, el sol seguía ausente —al igual que el Sargento— nada a la vista «¿debería preocuparme?» me pregunto, aunque ya me encontraba con la radio en las manos, sintonizando la línea 3, justo como indicaba la orden, después de todo, con lo que habíamos presenciado anoche, no podía no preocuparme al respecto.
—Hola... —mi voz se escucha algo torpe, como si en verdad no terminara de despertar
Nada, alzo un poco el aparato para mejorar la señal.
—¿Hola? —repito consiguiendo una respuesta
[¿Quién habla?¡¿Quién carajos llama a las cinco de la mañana?!] rezonga el hermano del Sargento, fuerte y claro
—Jones, habla Jones. El Sargento Vansua me dijo que avisara en caso de que no regresara —explico bajando una por una las ramas
[Ajá, ¿y a qué hora dijo que regresaba?]
—A las cinco, pero no lo veo por ningún lado —digo cayendo al suelo, no había rastros del Sargento, al menos no cerca
[Creo que es demasiado pronto para sacar conclusiones, tal vez solo se entretuvo con algo en el camino. ¿Por qué no das una vuelta y olfateas el sitio]
—¿Disculpa? —digo extrañada
[Cambias de forma ¿no? Transfórmate en un perro y olfatea el sitio, busca a Rick, no debe estar lejos, solo necesitas algo que tenga su olor para reconocerlo]
—Cierto, no lo había pensado. Gracias.
[No hay de que, avísame si necesitas ayuda, estaré al pendiente de todas formas.]
—Gracias, eres más agradable que tú hermano.
[Me lo dicen a menudo. Solo tiene la cara, es distinto cuando lo conoces]
—Si tú lo dices, voy a buscarlo. Te reporto luego. —digo apagando la radio
Ahora venia la parte más incomoda del día, usar mis poderes.
Por más extraño que pareciese, no todos teníamos la dicha de estar libres de las reacciones, después de todo, tener habilidades no convierte a nadie en un ser perfecto.
Algunas veces, transformarme era igual a recibir un golpe en la cabeza, en otras ocasiones, era un simple dolor en el cuerpo, igual que jugar a la ruleta.
Doy un profundo respiro antes de comenzar, consciente de dolor de la transformación, del retorcer de mis músculos, del cuerpo, siento el acortar de mis extremidades, las palmas transformándose en un par de lanudas y pequeñas patas; la columna en arco, el crecer de una cola y finalmente el reducir de mi cuerpo al de un can.
Sacudo la cabeza y olfateo alrededor de árbol buscando el aroma del Sargento.
Madera y lavanda...
La madera es común en las fragancias, pero la lavanda se percibe natural.
El aroma se mostró como un camino, corrí detrás de él, anduve lo más rápido que me permitían las patas, aun no terminaba de acostumbrarme a estar al descubierto, las piedras se clavaban en las almohadillas, entre los dedos.
Milagrosamente el rastro se terminaba a unos pocos metros, enfrente de un enorme hoyo «una trampa» con un piso falso desplomado en su interior, alrededor había hojas secas, ramas y un par de cosas del Sargento: recargas y balas sueltas más que nada. Regreso a la normalidad detrás de un arbusto, ahora ser un perro no era tan molesto, mis prendas tenían un gusto a baba y tierra, algunas ramas se habían enredado entre mis rizos.
Era el fin de la pista, aun así, el Sargento no se encontraba en ninguna parte.
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