Tatuajes En El Alma
Alex, que vivía abiertamente su homosexualidad, era un muchacho de 18 años, con cabello abundante, castaño ondulado y largo, ojos marrones oscuros, estatura ligeramente más baja que el promedio. Vestía una camisa blanca y chaqueta blanca, junto a un pantalón de vestir azul marino.
Debido a su situación económica Alex necesitaba compartir un departamento, de modo a estudiar en la Universidad, de lo contrario su familia no podría proveerle lo suficiente para seguir adelante.
Así que publicó en todas las redes sociales, un anuncion en el que pedía un compañero de piso, de modo a compartir los gastos y puedan tener un techo sobre sus cabezas.
Marcos, un hombre de piel morena, sonrisa encantadora, pelo corto, negro y abundante, ojos marrones oscuros, con un tatuaje enorme de Dragón en sus trabajados músculos, vestía de una remera de un club deportivo con rayas verticales azules y rojos, un short que dejaba ver sus piernas entrenadas en un gimnasio, fue el que reunía las condiciones que esperaba Alex para cerrar el trato.
Se encontraron en una plaza en un día caluroso de verano.
Marcos enseguida se dio cuenta que su compañero era gay, por sus ademanes y forma de expresarse, no le agradaba mucho la idea de compartir con él un espacio. Alex notó, cierto desdén en la mirada del otro, fiel a su personalidad, decidió ser directo con respecto a sus gustos.
—Hola, yo soy Alex. Seré directo: necesito compartir con alguien los gastos del departamento, pues no me cuadran los números y no quiero ser una carga para mis padres —dijo Alex, con una mirada desafiante.
—Pues estoy en las mismas —respondió Marcos, que tampoco dio su brazo a torcer
—. Solo que no parece que te gusten mucho los gays, por tu expresión. Pero te cuento que, si no tomamos este lugar ahora, lo perderemos— Alex, sin embargo estaba consciente de su situación, así que debería tomar ese departamento o no encontrará otro—Hay mucha demanda y nos quedaríamos sin lugar.
—No es así, solo que no me gusta que hagan sus cosas en público, tampoco todo este tema de la ideología de género —replicó Marcos con tono serio.
Alex procesó por unos segundos lo que acababa de oír "qué lástima se dijo y se ve tan guapo"
—Pues te tocará aguantar. No pienso esconder lo que soy —dijo Alex con firmeza, levantando la barbilla—. Tampoco seré discreto. Lo tomas o lo dejas decidido ahora.
Debido a su aspecto frágil, lo único que quedaba a Álex, era ser directo y parecer hasta desvergonzado, pero era su manera de defenderse. En el pequeño pueblo que vivía debía mostrarse fuerte, por la homofobia de sus habitantes.
Marcos pensó por unos instantes antes de contestar "tampoco le violaría el gay, no?":
—Lo tomo. Espero que podamos llevarnos bien.
Esa misma tarde, Alex y Marcos se mudaron al nuevo departamento. Aunque no se conocían bien, estaban decididos a compartir el espacio y organizarse para reducir gastos. Marcos ayudó a Alex con las cosas pesadas. Gracias a su complexión más robusta, no le costó trabajo hacerlo, mientras Alex, con su mentalidad más práctica, visualizaba en su mente la mejor manera de ordenar los objetos dentro del lugar. Juntos se complementaban bien y lograron formar un gran equipo.
Una vez que terminaron de acomodar todo, ambos quedaron exhaustos y se dejaron caer sobre el sofá, cada uno en un extremo. Alex, con una expresión despreocupada, arrojó unos auriculares sobre la mesa y dijo:
—Un regalo para ti, Marcos.
Marcos, sorprendido, lo miró con curiosidad.
—¿Un regalo? —preguntó, levantando una ceja—. Ni siquiera nos conocemos bien, ¿por qué lo harías?
Alex esbozó una sonrisa traviesa antes de responder:
—Es para que en la noche no te molesten los ruidos que haré con mis posibles amantes.
La ironía en el tono de Alex fue evidente, pero Marcos se quedó en silencio, procesando la respuesta.
Alex, en el fondo tenía vergüenza, ya representó su papel que le servía para establecer su punto, pero lo canso, al final no pudo pronunciar palabra y desvió la mirada. Sentía que el otro, con su presencia masculina, lo hacía sentir pequeño, frágil y tal vez un poco inseguro.
Marcos, en cambio, soltó una leve risa antes de responder:
—No te preocupes, Alex. Los usaré.
A la mañana siguiente, Marcos y Alex estaban sentados en la mesa del comedor. El ambiente era algo tenso después del incidente de la noche anterior, pero ambos sabían que era necesario aclarar las cosas.
—Bueno… creo que tenemos que hablar de lo de anoche —dijo Marcos, rompiendo el silencio mientras removía su café.
Alex asintió y luego, Marcos continuó
— Necesitamos ponernos de acuerdo en algunas cosas. Esto de compartir departamento no va a funcionar si no hay reglas claras —respondió Marcos, tratando de sonar razonable.
Alex suspiró, sabiendo que tenía razón.
—Ok, está bien. ¿Por dónde empezamos?
—Primero, lo más obvio: tocar la puerta antes de entrar. Si uno de los dos tiene compañía o simplemente quiere estar solo, pues hay que respetar. ¿Te parece? —propuso Marcos, alzando una ceja.
—De acuerdo. Es lo mínimo. No quiero "sorpresas", créeme —dijo Alex con una sonrisa nerviosa.
—Bien. Otra cosa: si vas a traer a alguien, avísame con tiempo, ¿está bien? No digo que pidas permiso ni nada, pero al menos un "oye, voy a tener visita", para que yo me prepare o salga, si es necesario.
Alex soltó una pequeña risa irónica.
—¿Salir? ¿Qué? ¿No quieres escuchar los "ruiditos"? —bromeó, mirándolo con picardía.
—¡Por favor, es en serio! —respondió Marcos, lanzándole una servilleta—. ¡Eso justo es lo que quiero evitar!
Ambos rieron, y la tensión se disipó un poco.
—Ok, ok, aviso con tiempo. Lo prometo. ¿Algo más? —preguntó Alex.
—Sí. Los gastos del lugar al 50%. Todo parejo, ni más ni menos. ¿Está bien para ti? —dijo Marcos, serio.
—Perfecto. Mis números no dan para pagar más de lo justo, así que estamos de acuerdo.
—Bien. Ah, y con la comida... si uno cocina de más, puede invitar al otro, pero nada de lavar los platos del otro. Cada quien lo suyo —dijo Marcos, señalándolo con el tenedor.
—¡Eso me gusta! No soy chef, pero cuando me pongo creativo, no me importa compartir. Pero, lavar tus platos... olvídalo —dijo Alex, sonriendo.
—Entonces queda claro. Y por último... esto es importante: no meternos en la vida privada del otro. Lo que hagas en tu cuarto o con tus amigos, es asunto tuyo. ¿De acuerdo?
Alex asintió, mirándolo con sinceridad.
—De acuerdo. Cada quien a su vida, pero con respeto. Solo pido que me respetes por cómo vivo mi vida.
—Lo haré. Y espero que tú tampoco me juzgues por ser yo... bueno, un poco gruñón —dijo Marcos, esbozando una leve sonrisa.
Ambos se quedaron en silencio un momento, asintiendo.
—Bueno, ¿ya podemos desayunar en paz? —preguntó Alex, rompiendo la seriedad.
—Por mí, sí. Pero no te acabes el café, que es mío —respondió Marcos, rodando los ojos.
—Lo compartimos, ¿recuerdas? —replicó Alex con una tenue sonisa.
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