Cristopher
—Padre… tú quieres una nuera que no desee mi dinero, ¿verdad? Pues te la voy a dar.
Dijo con una mezcla de ironía y seguridad. Sabía exactamente a quién buscar.
Al día siguiente, Cristopher condujo a toda velocidad durante una hora. Su auto de lujo cortaba el viento por la carretera como un rayo negro, dejando atrás el bullicio de la ciudad. Iba con las ventanillas cerradas, el aire acondicionado al máximo y la mente centrada en su objetivo. No pensaba en amor, ni en consecuencias. Solo en resultados.
Al llegar a su destino, estacionó frente a una modesta casa en un vecindario tranquilo, aunque claramente desgastado por el tiempo. Bajó del auto sin apagar el motor, subió los tres escalones de la entrada y tocó el timbre con fuerza.
Samantha abrió la puerta. Tenía 23 años, cabello castaño oscuro y unos ojos avellana que transmitían dulzura, aunque en ese momento estaban llenos de sorpresa. Llevaba una blusa sencilla y jeans, su aspecto era humilde, pero su presencia tenía algo especial. Al verlo, sonrió ligeramente, nerviosa.
—Samantha: Hola, Cris
lo saludó con una voz gentil, dulce, y con un leve temblor.
—Cristopher (entregándole un sobre): Toma.
—Samantha: ¿Qué es esto?
—Samantha: Un contrato.
—Samantha: ¿Contrato?
— Cristopher: Sí. Los papeles dicen que te casarás conmigo.
Samantha frunció el ceño, confundida.
—Samantha: ¿Qué? ¿Estás bromeando?
—Cristopher: No. A cambio, yo pagaré tus deudas. La hipoteca de esta casa es muy alta, por cierto. También me encargaré de las medicinas para tu madre, y la trasladaré a un hospital mejor. Además, recibirás un sueldo mensual durante el tiempo del contrato.
Hablaba con un tono altanero, como si le estuviera haciendo un favor a una mendiga. Samantha, atónita, dio un paso atrás.
—Samantha: ¡Estás loco! —exclamó con incredulidad.
—Cristopher: No, solo te estoy dando una solución a tu problema, Samantha.
—Samantha: No, gracias.
—Cristopher: No te estoy dando opción —le dijo, y su voz se volvió helada—. Lo vas a aceptar.
—Samantha: ¡Te dije que no!
—Cristopher: Muy bien… entonces te explico lo que sucederá en tres días: esta casa será embargada por el banco y la cuenta del hospital donde está tu madre será cerrada. Ya no recibirán más tratamiento. ¿Eso es lo que quieres?
Samantha lo miró como si no reconociera al hombre frente a ella. Lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.
—Samantha: Eres un monstruo…
—Cristopher: Gracias
respondió Cristopher con una sonrisa cruel
—. Firma esos papeles y tus deudas están pagadas. Tu madre vive.
La joven sintió que el mundo se le venía abajo. Sus manos temblaban mientras leía el contrato. Sabía que tenía razón. El banco la había notificado. Si no pagaba en tres días, perdería la casa. En el hospital ya le habían advertido que no podían seguir cubriendo los tratamientos de su madre. Estaba contra la espada y la pared.
Entre lágrimas, Samantha tomó el bolígrafo.
—Samantha: Maldito seas…
susurró antes de firmar esos malditos papeles.
—Samantha: Perfecto. En dos días te casarás conmigo. Te mandaré un chófer, un estilista, lo que necesites para estar lista.
Cristopher se dio la vuelta y salió sin mirar atrás. Se subió a su auto y aceleró de regreso a la ciudad, como si acabara de cerrar otro contrato más en su colección.
Una hora más tarde, llegó a su penthouse. Dejó las llaves sobre la barra de mármol, se quitó el saco y se recostó unos segundos en el sofá. Respiró hondo, pero no era satisfacción lo que sentía. Había un leve cosquilleo en el pecho, uno que no supo identificar.
Samantha, mientras tanto, permanecía parada en la puerta, con el contrato aún en la mano. Sintió el peso de cada palabra firmada. Llamó al hospital. Confirmó que Cristopher había hecho un pago anticipado. El alivio por su madre se mezcló con el nudo de angustia en su garganta. ¿Qué acababa de hacer?
Más tarde…
El teléfono de Cristopher sonó.
—Cristopher: Hola, padre.
—Cristóbal: Hijo, ven a la casa.
—Cristopher: ¿Puede decirme por teléfono?
—Cristóbal: No. Ven. Te espero, Cristopher Bustamante.
—Cristopher: Está bien, padre. En 1 horas estaré allá.
Cristopher colgó, se quitó la camisa y entró al baño. Dejó que el agua caliente le cayera sobre los hombros, mientras su mente repasaba todo lo que había hecho ese día. No era cualquier mujer. Samantha Morgan había sido su amiga años atrás. Siempre lo había mirado con ternura, como si realmente lo viera a él, y no su apellido. Pero él nunca la tomó en serio… hasta ahora.
Al salir de la ducha, se vistió de forma semi-formal, peinó su cabello con gel, y se dirigió a la casa de su padre. Allí hablaron sobre los preparativos del matrimonio y su mudanza. Cristóbal fue claro: debía abandonar su estilo de vida de soltero.
Pero Cristopher tenía otros planes.
Esa misma noche, decidió despejarse. Fue al bar de su mejor amigo, Oziel Black, un hombre carismático, dueño de un exitoso club nocturno. Oziel era su opuesto: sincero, leal.
Apenas lo vio entrar, lo recibió con una carcajada.
—Oziel: ¡Hermano! Por fin llegaste.
¿Y cómo te fue con papi?
¿Ya hablaste del bendito matrimonio?
Cristopher frunció el ceño.
—Cristopher: Muy chistoso estás
dijo con sequedad, y le dio un apretón de manos más fuerte de lo normal.
—Oziel: Tranquilo, hermano
dijo Oziel con una sonrisa, para que le soltara la mano—. Solo bromeaba.
Pidieron unos tragos. El ambiente estaba cargado de música, luces y deseo. A los pocos minutos, llegaron unas modelos, conocidas del bar. Una rubia y una morena se acercaron a Cristopher con coquetería. Le bailaron en la mesa, seduciéndolo con movimientos lentos y miradas provocativas.
Y como era habitual… terminó la noche llevándoselas a su cama.
Porque aunque en dos días se casaría, esa noche todavía era libre.
Samantha
Oziel
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Updated 57 Episodes
Comments
ARANNY VALLEJO
yo me caso de una
2025-04-20
0
Patricia Martinez
muy guapa la protagonista
2025-05-11
0
Lucia Valdez
normal van y busca quien está enamorado de ellos, idiotas
2024-10-04
1