—¿Por qué sigues llamándome majestad?—me atreví a preguntar—¿Qué es lo que quieres de mí?
El fuerte graznido de aquella bestia volvió a resonar en el cielo, por lo que me vi obligada a mirar de nuevo hacia arriba, más en ese instante, lo vi caer en picada hacia nosotros. Aquel sujeto, me tomo de nuevo de la cintura y tapo mis ojos con su mano.
Posterior a eso, sentí como mis pies se alzaban del suelo y luego una ráfaga qué ocasionó qué mi cabello se alborotara en el aire.
Cuando ese hombre me soltó y mis pies finalmente volvieron a tocar una superficie, me di cuenta de que estábamos en el techo, un lugar al que solo una vez había subido por mero accidente.
Estando ahí me di cuenta de toda la destrucción qué esa ave ya había provocado a todo el colegio, ventanas hechas añicos, muros destruidos y alumnos heridos, era como ver la escena de guerra de una película de ciencia ficción, incluso a los lejos, se podía escuchar las sirenas de la policía aproximarse, al igual que de ambulancias.
Era claro que lo que estaba sucediendo, era más que grave, pero ¿Cómo era posible que una criatura como esa hiciera tanto daño?
—Majestad—pronunció aquel sujeto para llamar mi atención—tome esto e imparta justicia a este lugar.
En sus manos sostenía un estuche en el cual se podía ver el mango de una espada, la cual tenía la forma de un dragón con una gema roja qué sostenía en sus colmillos, además de una gema muy similar qué colgaba del estuche gracias a un cordel dorado y una especie de llavero del mismo tono.
—¿Qué?—cuestione confundida—¿De qué estás hablando? Creí que tú me protegerías
—Discúlpeme, majestad, pero yo no puedo blandir esa espada—expresó mirando el arma qué me había dado con cierta duda.
—P-pero...—intente quejarme, ese hombre pretendía qué yo acabará con esa cosa, pero ¿Cómo? ¿Cómo podía hacerlo cuando mis piernas temblaban de miedo? —No, no, no lo siento...
Arroje la espada lejos de mí. Yo no quería nada que ver con eso, es decir, yo no tenía porque estar en peligro cuando no había hecho nada para merecer qué una bestia mitológica me atacará.
—¡Qué imprudencia! —se quejó, pero entonces el ave nos atacó.
Todo sucedió tan rápido qué no pude ver exactamente lo que ocurría, pero lo único que si me di cuenta es que seguía con vida. Ese hombre me había tomado como si yo no pesará nada, me había alzado en el aire y había evitado qué esa cosa me tocara trasladándome hacia otro sitio del mismo techo. Era tan rápido qué todos sus movimientos ocurrían en un parpadeo y yo ni siquiera me daba cuenta de ello.
—Majestad, por favor, usted es la única que puede matar esa cosa—me advirtió de nuevo, esta vez utilizando un tono de voz más grave, pero yo estaba aterrada, así que negué con la cabeza y cerré los ojos.
—Lo siento, no puedo—le aseguré. Solo tenía dieciséis años. ¿Cómo podía luchar contra esa cosa siendo tan joven y por supuesto, tan débil?
Cuando el ave volvió a atacarnos, algo extraño sucedió, fue como ver una tela transparente aparecer frente a nosotros y de ella emanó una extraña criatura igual de aterradora, era como un lobo enorme de color negro, del cual salían puntas afiladas de su cuerpo como si fueran cuchillos enterrados, el animal había evitado qué esa ave terminará con nuestras vidas, era como si estuviera protegiéndonos en vez de acecharnos.
—Amell, hazte cargo—dijo el hombre de cabello blanco—¡Talios!
Una vez que pronunció aquel extraño nombre otra bestia apareció, pero esta me horrorizo un poco más al ver que tenía la apariencia de un cuerpo humano o al menos la mitad de este. Su dorso era el mismo que el de una mujer, solo que estaba cubierto por plumas blancas y azules platinadas, además de que era evidente qué sobre su pecho tenía senos enorme y de no ser por las plumas estos estarían prácticamente desnudos.
Su cabeza era igual al de un ser humano con excepción de sus ojos, estos eran completamente negros y claro, en vez de labios, tenía un pico como el de un pájaro.
La parte posterior de su cuerpo era la cola de una serpiente y patas de águila. Jamás en mi vida, ni siquiera en sueños había visto algo como eso, pero aparentemente la bestia llamada “Talios” no pretendía atacarnos, era como si fuese el sirviente de aquel sujeto a mi lado.
—Lleva a su majestad a un lugar seguro—le ordeno y entonces esa cosa asintió. Se acercó a mí como una serpiente, me rodeo y con sus manos se aferró a mi cuerpo.
Detrás de nosotros escuche gritos, lo que me distrajo de armar un alboroto al sentirme acorralada por esa cosa. Se trataban de dos estudiantes, se trataba de un chico y una chica, los cuales me resultaron muy familiares, creo que pertenecían a mi clase, pero en realidad nunca había hablado con ellos.
Ambos estaban escondidos en el techo, un pequeño salón donde resguardaban sillas y mesas nuevas y que solían sacar cuando hacían falta. Se decía que muchos usaban ese lugar para besuquearse, pero no había tenido la oportunidad de descubrirlo hasta ese momento.
—¡Espera!—dije de forma imprevista al sentir que esa cosa, Talios me elevaba del suelo gracias a unas alas enormes qué habían emanado de su espalda— por favor, ayúdalos, si los dejamos ahí podrían morir.
—Amo Gregos, que debemos hacer—de pronto hablo aquella cosa que me sostenía, dejándome completamente atónita y estupefacto, al ver que no había sido necesario que ella abriera el pico para hablar. Su voz era como la de una mujer muy femenina y agraciada.
—Su majestad ha ordenado—respondió el hombre de cabello blanco a quien su sirviente había nombrado Gregos.
Así que mientras delante de nosotros se llevaba acabo una batalla, la bestia Talios y otra bestia más con una apariencia de un tipo ave reptil, nos sacaron a mis compañeros y a mi de ese lugar.
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