¿Amenaza?

Desperté y sentí un ardor inmenso en mis manos; las luces estaban apagadas y me acomodé en la camilla, mi pulso estaba sincronizado con una máquina. Paseé la mirada por la habitación, la luz del día se veía obstruida por las cortinas, y tenía ropa de enferma; como pude me levanté, mis pies descalzos tocaron el frío suelo y un escalofrío recorrió toda mi espalda, me acerqué a la ventana y moví un poco la cortina para ver el exterior, el sol estaba radiante y Kade estaba ahí afuera con un libro en sus manos, sus labios sujetaban un lapicero y sus lentes parecían querer caerse. El sonido de la puerta abrirse me hizo girar de golpe, Lexa traía un bote azul en sus brazos y me miró en silencio por unos segundos, me regaló una sonrisa y atravesó la habitación para aventar el bote en un rincón. Me hizo señas para que me acercara a él, sin embargo, fue él quien avanzó, con mucho cuidado tomó mis manos vendadas y les fue quitando el vendaje. Cuando estaba a punto de descubrir una de mis manos por completo se detuvo y me miró, mordió suavemente sus labios y me concentré en descifrar lo que quería decirme, Lexa bajó de nuevo la mirada y me quitó la venda.

—Te rompiste algunos huesos de tus dedos.

Miré mi mano repleta de puntos, cerré los ojos y me mordí con fuerza el labio inferior, Lexa me desvendó la otra mano, estaba igual de horrible; me fui a sentar a la camilla con cuidado de no apoyar mis manos.

—Kade intentó no dejarte tantas marcas, pero tus heridas no se lo permitieron a gusto — alcé la mirada y lo vi a los ojos —. Tienes fuerza.

—¿En cuánto tiempo van a caer?

—Al menos un mes, quizá más.

—¿Menos?

—No. No hay de qué preocuparse, Aidah.

—Son mis manos, Lexa, ¿cómo se supone que voy a subir?

—El tiempo lo arreglará, ya verás.

Sonreí para mis adentros y volví a bajar la mirada, estiré los brazos hacia Lexa y él ladeó la cabeza.

—Véndalas, no quiero verlas así.

Lexa buscó en el bote azul que había traído y sacó un par de vendas, con cuidado tomó una mano y la fue enrollando en la venda; nos quedamos en silencio hasta que acabó de vendarme y me escondí en la sábanas.

—¿No vas a salir?

—No, prefiero quedarme aquí.

—Tus manos no te harán ver como-

—El problema no son mis manos.

—¿Segura que te quieres quedar aquí?

—Sí.

—Le diré a Kade que te vuelva a conectar a la máquina para tus latidos y saber qué-

—No quiero.

—Aidah, es para saber cómo vas mejorando.

—No quiero sentirme como en un hospital, ¿entiendes?

—Bien. — frunció el ceño y dio media vuelta.

Lexa se acercó a un mueble con dos grandes cajones y abrió uno, sacó de él una radio y la prendió, buscó alguna estación que se sintiera hogareña y se acercó a la puerta.

—Así te sentirás más cómoda.

Abrió la puerta y se fue, me quedé sola y traté de desahogarme, no me molestaba en absoluto que mis manos quedaran así. Cerré mis ojos y recordé el pasado dorado que tenía, mi familia siempre estuvo muy unida y por distintos motivos se hizo pedazos en segundos. Después de un rato decidí concentrarme mejor en la música que pasaban en la radio, era irritante que cada dos o tres canciones vinieran a molestar con la publicidad; también era molesto que no había mucha variedad de música, se repetían con regularidad.

Dejé a un lado mis malos pensamientos y busqué la forma positiva de ese momento.

Había mucha paz en la habitación y los pájaros cantaban cerca de la ventana, empezaba a arrepentirme de no haber salido cuando entró Kade a la habitación, al igual que Lexa me regaló una sonrisa y pasó de largo, abrió el bote azul y sacó un medicamento.

—Con la pena, Aidah, tengo que ponerte ésto.

—¿Para qué es?

— Te ayudará a no sentir dolor — lanzó a la camilla la caja con pastillas y buscó en varios cajones otras cosas más.

—Doloxín plus — leí haciendo notables pausas — ¿No era paracetamol?

—Las enfermedades fueron evolucionando y los medicamentos de hace veinte años dejaron de funcionar, así que la medicina tuvo que evolucionar también.

—Vaya...

Kade traía una jeringa y un frasco con una etiqueta roja: "Suprasol", al ver el largo de la aguja me hice bolita y froté mis brazos.

—¿Y eso para qué?

—Evitará que te dé fiebre. Las manos son algo sensibles a las operaciones, es como si te tatuaras, el cuerpo busca una forma de arreglar eso pero a veces te provocan fiebre.

—Que mal sistema.

—Te mantienen viva, agradécele — Kade alejó mi mano del hombro y sentí un leve pellizco y después un dolor.

—Duele.

—Debes controlar tu miedo a las agujas o al menos intenta no hacerte daño, ¿vale?

—Sí.

Sin decirme otra palabra salió de la habitación, de vez en cuando mis manos temblaban mucho e intentaba hacer ejercicios con ellas hasta que ya no aguantara el dolor en el dorso de mis manos.

En el transcurso del día sólo entró Kade y Lexa: Kade me administraba medicamentos y Lexa platicaba conmigo y me ayudaba a mover los dedos. Estuve tres días encerrada en esa habitación por tristeza, yo no era débil y en esos momentos me veía débil.

 

 

El olor a harina para hot-cakes invadió todo el cuarto cuando Lexa entró con un plato con comida; los puntos ya no me hacían sentir mal, pero no podía hacer muchas cosas por mí misma. Mi boca empezaba a llenarse de agua al ver ese postrecito apoyado en la camilla, esperaba con ansias a que Lexa se lavara las manos. Con sus finos dedos, Lexa tomó el tenedor y me dio un pequeño pedazo del hot-cake, hice que todas mis papilas saborearan el sabor a vainilla.

La puerta se azotó contra la pared y entró Kade y Benedict con una laptop, ambos reflejaban en su mirada cierta desesperación que a Lexa y a mí empezaba a preocuparnos.

—El presidente Nicolas Lowe — empezó Kade — ha sido un pésimo presidente oculto gracias a sus obras que mantienen al pueblo en paz, sin embargo, en el año 2035 hizo que algunos de sus trabajadores más confiables fueran a la guerra con Dirun sin su consentimiento, la mayoría de sus trabajadores fallecieron en la guerra pero sus cuerpos jamás fueron traídos de vuelta. Después de eso se encargó de perseguir a los familiares más cercanos de sus trabajadores para sobornarlos o matarlos, y así no dirían nada sobre lo sucedido.

—Homicidio en masa por el bien mayor.

—¿Sabías ésto, Aidah?¿Tu contacto te mencionó algo de ésto?

—Le pedí que dejara de investigar.

—¡¿Por qué?!

—Creí que ya no era necesario.

—Vuelve a hablar con esa persona, tenemos que asegurarnos de eso. Planéalo tan pronto como puedas.

Benedict y Kade salieron y cerraron la puerta detrás de ellos, la laptop quedó descansando en mi camilla con todo lo que habían encontrado y Lexa me ofrecía otro pedazo de panquecito.

Tal vez si no fuera bastante orgullosa ya habría averiguado sobre eso y les habría dicho su peor acto. Tal vez si hubiera aceptado desde un inicio la ayuda de todos sería mejor en esto... o mejor persona. Tal vez si hubiera dejado de huir estaría a salvo ahora. Pero él hubiera no existe, ésta es mi cruel y triste realidad, yo decidí convertirme en lo que soy y debería dejar de arrepentirme.

—¿Dónde está mi ropa?

—¿Vas a buscarlo?

—Quiero saber si es verdad, entre más pronto lo sepa más rápido le daremos una solución.

—Está en los cajones del armario que está en la otra habitación — apuntó con su dedo la puerta que estaba del otro lado a la principal del cuarto.

—Me voy.

Inmediatamente que Lexa salió del cuarto fui a buscar mi ropa más cómoda, esculqué en todos los cajones hasta encontrar mi celular y marqué a mi contacto. Nos veríamos en el café de siempre y sería todo oídos; tomé una mochila para verme más normal y salí. A penas miré a los chicos antes de salir, todos parecían sorprendidos por mi mejora tan repentina. Salí del laberinto de callejones y caminé un buen tramo de avenida hasta el café. Su sombrero negro fue lo primero que vi al llegar y me acomodé frente a él; guardamos silencio por un momento hasta que una camarera nos atendió.

—¿Qué quieres?

—Información.

—¿Es todo? ¿De eso querías hablarme tan de repente?

—Sobre el presidente Lowe.

—Me dijiste que no querías que siguiera investigándolo.

—Necesito más datos.

—Te lo dije.

—Ya sé que me lo dijiste, pero necesito información en específico.

—¿Sobre qué?

—La Guerra de Dos Tierras.

—Eso es muy complicado, sabes que es confidencial.

—Lo necesito.

—Bien, ¿cuándo te veo para dártelo?

—Lo más pronto posible.

Atendimos nuestras bebidas de una manera silenciosa y cuando él acabó se fue del café, me quedé meditando la situación. ¿Qué clase de persona tan despiadada manda a sus propios trabajadores a la guerra por él? Vi cómo iban avanzando los minutos en el reloj y seguía muy inquieta sobre mi situación. Pagué la cuenta y salí del café, di un pequeño recorrido por las Oficinas buscando alguna manera de filtrarme en ella, pero parecía algo imposible: las Oficinas carecían de grupos de seguridad muy grandes en la entrada que te revisaban todo. Quizá haya miles de equipos abajo pero en el techo no lo creo, tenía que volver ahí para estudiar el edificio desde otra perspectiva más mañosa.

Las semanas transcurrieron y la tensión en la casa del Club se volvía más grande, les dije que mandé a investigar a un amigo y se tranquilizaron un poco, pero conforme pasaban los días la tensión y el nerviosismo volvían a crecer. La desesperación por los resultados carcomían a todos y la curiosidad era algo inevitable en esos momentos; en cuanto me llegó el mensaje de mi amigo le pedí que nos reuniéramos de una forma rápida. El día llegó y sólo me entregó la información, pasé un buen rato en la biblioteca descifrando cada palabra que él había encontrado.

Mis fuerzas estaban llegando al límite y concluí que era cierta esa hipótesis, sentí un alivio en mi corazón al haber solucionado ese problema, pero empezaba a crecer un temor por lo que podría traer a futuro. No había ningún motivo para que la información de la Guerra de Dos Tierras fuera ocultada a las escuelas como parte cultural.

Volví a los techos en busca de formas para entrar a las Oficinas, como esperaba, las azoteas estaban olvidadas a pesar de saber que los techos eran mi fuerte. Repasé una y otra vez la historia bélica de Amyra y nunca se habían presentado tantas muertes por guerra como por enfermedad que en el gobierno de Mike Evans y Nicolas Lowe. Escarbé en la información que ya tenía y era bastante claro que había mucho más detrás de todo lo que ya sabíamos sobre él, sus métodos no eran correctos en nada y sus decisiones siempre eran egoístas. No le importaba sacrificar vidas de las personas que trabajaban para él y tenían una relación más cercana.

A los pocos días volví a reunirme con él para buscar conclusiones más concretas.

—Sabes muy bien que no hay motivos para ocultar ésto.

—Tal vez no sean las pruebas suficientes para atacar.

—Aidah, aunque no fuera suficiente tú y tu equipo deberían estar preparados por si ya es suficiente.

—Aún no estoy muy segura.

—Es mejor estar preparado. Desde que Víctor murió te has dedicado a buscar la justicia en cada rincón de Amyra, estás arriesgando mucho.

—Es mejor recordar el pasado de una forma dulce que de una forma a como lo recuerdo yo ahora.

—Las heridas sanan, ahora lo que debe importarte es si Lowe lo hizo o no, y poder evitar que todos salgan afectados.

—¿Amenaza?

—Verde.

—¿Qué tan grande?

—Tal vez la más grande amenaza que el presidente Lowe haga en su vida. Y digo tal vez porque ese hombre es capaz de hacer una catástrofe peor.

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