En el vasto y místico Reino de las Brujas, se forjaba una sociedad peculiar, donde reinaba la igualdad en todos los aspectos. Era conocido por dos rasgos distintivos: ser el hogar de seres que algunos consideraban "feos" y sufrir la carga de la pobreza. Sin embargo, detrás de esas apariencias superficiales, había un valor incalculable que ennoblecía a todos los habitantes de este reino mágico.
En el corazón de nuestro reino, existía un sistema de clases, pero a diferencia de otros lugares, no había discriminación ni desigualdades desmedidas. En las calles del reino, podías ver a brujas y brujos de todas las edades, géneros y estratos sociales, colaborando en sus quehaceres diarios. No importaba si pertenecían a una familia noble o eran brujas ordinarias, todos aportaban su labor y conocimientos para el beneficio de la comunidad. Las diferencias de clase se desvanecían en el resplandor de la hermandad y el respeto mutuo.
Desde una temprana edad, mi inocencia y entusiasmo me llevaron a embarcarme en el mundo de los humanos. A los escasos 7 años, comencé a trabajar junto a mis hermanas mayores en una majestuosa mansión. Sin embargo, mis expectativas de amistad y bondad se desvanecieron rápidamente, reemplazadas por una realidad cruel y despiadada.
Las jornadas laborales eran interminables y agotadoras. Nuestras manos pequeñas trabajaban sin descanso, atendiendo las tareas impuestas por aquellos que se consideraban superiores a nosotras. Las palabras hirientes y los gestos despectivos eran moneda corriente en aquel lugar, donde éramos catalogadas como meros "adefesios" sin ningún derecho ni respeto.
Las humillaciones no se limitaban a palabras. En una ocasión, fuimos víctimas de un acto de crueldad sin igual. Las cubetas de agua que nos lanzaron, frías como el desprecio, nos recordaron nuestra condición de seres inferiores en aquel mundo humano. El dolor físico se sumaba al dolor emocional, alimentando una llama de indignación y deseo de cambiar en lo más profundo de mi ser.
En aquellos años de mi infancia, enfrenté no solo el rechazo de los adultos, sino también la crueldad de los niños de mi edad. Su ignorancia y prejuicios se manifestaban en su desprecio hacia mí, llamándome "bruja" y jugándome innumerables travesuras. Era difícil comprender por qué me convertía en el blanco de su desdén, pero en lugar de alimentar el odio hacia ellos, me encontré sumida en una culpa que no me correspondía.
La carga de ser una bruja me pesaba en el corazón. Creía que si tan solo pudiera dejar de serlo, si pudiera convertirme en humana, encontraría aceptación y llevaría una vida normal. Me culpaba a mí misma por no encajar en un molde que nunca fue diseñado para mí. En mi inocencia, pensaba que la culpa era mía y no de aquellos que no comprendían la magia que habitaba en mi ser.
Con el paso del tiempo, la economía del Reino de las Brujas se sumergía cada vez más en la adversidad. El apoyo insuficiente del Imperio solo exacerbaba los desafíos que enfrentábamos.
Dos años antes de la masacre perpetrada por el Imperio, se convocó una reunión para discutir posibles soluciones que pudieran impulsar nuestra economía debilitada. Fue entonces cuando mi hermana mayor, Amelie, junto a otros jóvenes de su edad, tomó la valiente decisión de trasladarse a la capital del imperio en busca de trabajo y mejores salarios.
Las esperanzas se elevaron cuando Amelie y sus compañeros comenzaron a laborar en el palacio imperial. Su arduo trabajo y dedicación empezaron a generar un notable aumento en la economía del reino. Por un breve instante, la ilusión de la prosperidad se apoderó de nuestras vidas. Parecía que, finalmente, habíamos encontrado una solución para superar nuestras dificultades financieras y asegurar un futuro más próspero para todos.
Sin embargo, la armonía y el optimismo que se habían instaurado rápidamente se desvanecieron. Detrás de las puertas majestuosas del palacio, se escondían intrigas y engaños que amenazaban con desgarrar la frágil paz que habíamos alcanzado.
Las acusaciones infundadas de estar planeando la destrucción del imperio y del Emperador resonaban en los pasillos del poder, sin que se realizara una investigación exhaustiva que pudiera demostrar la inocencia de Amelie. Su encarcelamiento no fue resultado de pruebas o evidencias, sino de la maquinación de mentes malintencionadas que buscaban silenciar cualquier voz disidente.
La oscuridad se cernía sobre nosotros, y la traición se manifestaba en la figura de mi valiente hermana, Amelie. Acusada injustamente de ser una bruja conspiradora, fue encerrada en las sombrías mazmorras del imperio. La justicia había sido despojada de su verdadero significado, y en su lugar reinaba la paranoia y la manipulación.
En un intento por justificar sus actos, el Emperador pronunció palabras incendiarias ante el pueblo, alimentando el miedo y el odio hacia las brujas. En lugar de buscar la verdad, se aprovechó de la situación para propagar el temor y la desconfianza, convirtiendo a todas las brujas en enemigas del imperio.
La voz de Amelie, en un último acto de valentía, se alzó entre los barrotes de su prisión. Ante el pueblo reunido, proclamó su inocencia y denunció la injusticia que se estaba cometiendo. Pero sus palabras, llenas de verdad y razón, fueron desestimadas y tergiversadas por aquellos que se beneficiaban de la opresión.
El destino cruel e implacable había llevado a mi hermana, Amelie, a un trágico final. La emperatriz Suzette, despreciable en su maldad, convocó a todo el Imperio para presenciar la ejecución de Amelie, como si fuera un espectáculo macabro destinado a aplacar su sed de venganza.
En ese momento, el mundo parecía desmoronarse. La pérdida de Amelie era una herida profunda que atravesaba nuestros corazones y nos dejaba vulnerables. Pero la tragedia no se detendría ahí. Las llamas del caos se extendieron por todo mi reino, envolviendo cada rincón en un manto de destrucción y desesperación.
Los caballeros del imperio, guiados por la oscuridad que los consumía, sembraron el terror y la muerte a su paso. El clamor de las espadas y los gritos de agonía sonaban en el aire, ahogando cualquier esperanza que pudiera quedar. El reino que alguna vez fue nuestro hogar se había convertido en un campo de batalla sangriento, donde la vida perdía su valor y el sufrimiento era la única certeza.
El Emperador cabalgó con ferocidad hasta las puertas de nuestro castillo, acompañado de su malévola amada, la Emperatriz Suzette, y sin piedad alguna, desató su ira contra mi familia, arrebatando vidas inocentes con su espada implacable. Yo misma fui alcanzada por su hoja afilada, sintiendo el dolor agudo atravesar mi cuerpo. Sin embargo, mi determinación por salvar a mi amado pueblo y mi profundo resentimiento hacia aquellos que nos oprimían superaron el tormento físico que me embargaba.
Con cada paso agonizante, me dirigí hacia la estancia donde reposaba el antiguo y sagrado artefacto, el zicen. Mi respiración entrecortada se mezclaba con el sonido de los gritos y la destrucción que envolvían el castillo. Aunque mi cuerpo se debilitaba, mi espíritu se fortalecía en la misión de detener esta masacre.
Mis dedos temblorosos alcanzaron el zicen y con todas mis fuerzas, lo giré cinco veces, consciente de que ese acto podría cambiar nuestro destino para siempre. Cinco giros que simbolizaban mi último esfuerzo, pues mis fuerzas se desvanecían rápidamente.
El aire se llenó de una energía mágica, envolviéndome en su esencia. La habitación se iluminó con destellos brillantes mientras el zicen desplegaba su poder ancestral. En ese momento, el tiempo comenzó a retroceder, deshaciendo los horrores que habían asolado nuestro reino.
Mis ojos se cerraron lentamente, agotados por la lucha y el sacrificio. Aunque la oscuridad me envolvía, mi corazón latía con la esperanza de que, al abrirlos de nuevo, nuestro reino renacería de las cenizas y encontraría la paz de reencontrarme con mis seres amados.
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Comments
elsa moyano
este capítulo me gustó /Rose//Rose//Rose//Rose//Kiss//Kiss//Kiss/
2024-06-22
2
Maria Elena Moris
Muy buen capítulo. Que siga así
2024-01-02
1
Reynier Aguilar
Excelente trabajo este capítulo es una obra de arte
2023-10-04
3