—Ey, Seda, ¡despierta! —reaccioné al llamado de mi amiga Rosa.
—¿Qué pasa? —le dije desconcertada. Mi cabeza estaba en las nubes.
—Felicidades por tu graduación. Por quinta vez, te hablo y no me escuchas. ¿Qué estás pensando?
—Ah… nada —mentí. La verdad era que desde ayer que no podía quitarme de la cabeza al chico que me vio en ropa interior. Quería verlo para tomarlo fuertemente de la ropa y amenazarlo para que no contara nada a nadie y olvidara todo lo que había visto. Mi dignidad, sentía que se había llevado mi dignidad misma.
—¿Y? —me dijo mi amiga de la niñez.
—¿Y qué? —pregunté aún perdida en mis pensamientos.
—¿No vas a felicitarme también por graduarme?
—Ah, sí. ¡Felicidades! —me lancé sobre ella sobrereaccionando e intentando despejar mi mente.
Rosa intentaba quitarme de encima de ella entre risas y yo me aferraba cada vez más fuerte de su ropa.
Escuchamos un silbato de una persona en bicicleta. Era un supervisor de orden público que me llamaba la atención por tener expresiones de afecto efusivas con alguien en la calle.
Pidió mi identificación y al ver que era menor de edad sólo me dio una reprimenda y me indicó que desde los dieciocho años iba a tener que registrarlo, así que mejor me cuidara y me refrenara.
Me disculpé con él y nos despedimos.
—Vamos, Seda, deja de actuar así.
Efectivamente mi nombre era Seda. Mis padres querían una hija suave y delicada, no una marimacho como yo, y mi nombre me lo recordaba a diario.
—¿No ves que me quedan unas semanas de libertad antes del matrimonio? Tengo que aprovechar.
Rosa rió de mis ocurrencias y nos fuimos caminando al centro para tomar un helado y celebrar nuestra salida del colegio.
El sol brillaba en un fantástico día de verano
Vi unos chicos corriendo felices celebrando las vacaciones que comenzaban y me dio envidia saber que ellos no tendrían una boda, al menos hasta cumplir la mayoría de edad.
Entramos al local de bebidas y helados y nos sentamos en nuestro lugar favorito junto a una fuente de agua en el exterior. La brisa veraniega me llegaba en la cara. Amaba ese lugar.
El sol comenzaba a bajar cuando vi pasar a aquellos rasgos que reconocería con los ojos cerrados. Era el chico que me había visto desde fuera de la ventana del internado mientras me cambiaba.
Se me vino la sangre a la cara y me sentí nerviosa como nunca antes me había sentido. Ni las pruebas del colegio, ni enfrentar a mis padres me había hecho jamás sentir así de cohibida. Si hubiera sido cualquier otra persona lo hubiera enfrentado sin temor, pero este chico… este chico me parecía… lindo.
"¿Lindo? ¿No encontraste otra palabra para describirlo? Te entendería que te pusieras nerviosa si fuera intimidante o aterrador ¿Pero lindo?".
Me quedé viéndolo mientras se sentaba dentro del local a comer con sus padres, supuse. Llevaba un anillo en el dedo índice de la mano derecha que me hacía mirar sus dedos largos y huesudos que me tenían fascinada.
Algo estaba despertando en mi interior y yo no comprendía lo que era. Justo antes de girar la mirada de regreso a mi copa de helado, nuestros ojos se cruzaron y me di vuelta rápidamente.
"¡Maldición me vio!", pensé. (Si hubiera dicho "Maldición" en público, me hubieran regañado). El color de mis mejillas no desaparecía, estaba absolutamente avergonzada. Me sentía desnuda y expuesta como si estuviera en ropa interior tal como él me había visto, pero frente a todos.
—¿Qué te pasa? —me preguntó finalmente Rosa.
—No es nada. Solo me dio calor… Ya sabes, el verano, debiéramos ir a bañarnos en tu piscina
—¿Qué dices? Bueno, sí, hace calor aún aunque el sol ya se puso… Supongo que liberas energía diferente al resto de nosotros, como eres tan activa…
—Eso debe ser —engullí mi helado con salvajismo esperando que el frío me bajara el calor del rostro.
Nos quedamos conversando y yo solo ignoré al chico. "Fue algo que no tiene importancia", me repetía. Sólo debía dejar de pensar en él y olvidar qué había ocurrido, pero justo antes de levantarme de la mesa vi su anillo pasando justo a mi lado. El chico se quedó detenido un rato al lado de mi mesa y sentía que el corazón se me iba a salir de la boca. "¿Y si le contaba a alguien más? ¿Si no le gusté cómo lucía?". Este último pensamiento me hizo sorprenderme de mí misma. ¿Qué rayos? ¿Por qué pensaba en… gustarle?
—Esperen, dejen que me amarre los cordones de las zapatillas —dijo con una voz que se me hizo la más armónica que jamás hubiera oído. Se agachó a mi lado para cumplir su cometido dejando una brisa aromática suave, amaderada y cítrica. De pronto sentí que me tocaba la mano que tenía bajo la mesa con la suya. Me quedé estática en confusión y shock. ¡Qué clase de indecoroso acto estaba realizando al tocarme sin conocerme!. Depositó algo en mi palma y se levantó rápidamente sin mirar atrás hasta alejarse completamente.
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Comments
NekoRisu
un degenerado
2023-04-03
1
Quetzal Androide
¡Qué atrevido! le tocó la mano jaja
2023-04-03
0