Tras el Shabat, el domingo, inicio mis labores de nuevo en el taller de madera junto a papá, Julius y Armando.
Ellos trabajan juntos en los últimos acabados de los muebles mientras papá y yo somos quienes dejamos la madera lista para poder crear el mueble o la obra en cuestión, es decir, como dejar pulida la madera.
Hoy empezamos un mueble nuevo, uno grande para una familia que quiere ponerlo en su sala de estar y tenerlo todo a mano.
Tallar el gran tronco para darle forma es una tarea laboriosa y aunque hace frío, al rato de estar picando para quitar su corteza, la ropa me sobra y el sudor me pega la camiseta y mis pantalones.
-" Será mejor que te cambies de ropa antes de que te mojes más y agarres un resfriado". -- Mi papá es igual de pesado que mi mamá en cuanto a estar preocupado por nada.
-" Termino esto y ya.... papá, creo que alguien ha llamado a la puerta".
-" ¿Seguro? No he escuchado nada". -- Nos quedamos en silencio para escuchar el sonido de alguna gota caer. -- " Sigamos trabajando". -- ¿Lo habré imaginado o será que tenía ganas de que papá me dejara tranquilo?
Tras un largo rato, cuando ya casi nos hemos desecho de la corteza, paramos a descansar y aprovecho para cambiar mis ropas, rezar y comer algo.
Esta es la parte más aburrida de todo el trabajo por lo aburrido que es: prefiero empezar a tallar la madera para poder hacer cada pieza que montará el mueble e incluso, hacer figuras con la madera, es algo relajante.
-" ¿Vas a ver quién es?".
-" ¿Qué dices papá?". -- Pensar hace que desconecte demasiado.
-" Ahora sí han llamado a la puerta. Ve a ver quién es". -- Dejo las herramientas para ir a ver quién es a través del serrín que hay en el piso del taller.
Abro la puerta, la pequeña porque la grande tan solo la abrimos para poder sacar bien las piezas de madera y veo a una mujer bien vestida.
-" Disculpe. En la casa de información del pueblo me han dicho que aquí hacen muebles a medida".
-" Así es señora.... ".
-" Gilda". -- Mantengo la distancia con ella aunque quería que la diera un apretón de manos. Nosotros no tocamos a ninguna mujer que no sea de nuestra familia directa. -" ¿Podría ayudarme?".
- "De eso se encarga mi papá. Entra". - La dejo entrar mientras veo que debe ser nueva. - "Papá, ¿puedes venir?" - Veo cómo papá me hace un gesto con la mano para que espere un momento. - "¿Ha pensado en algo? ¿Tiene alguna idea de cómo quiere el mueble o...?".
- "La idea es que pueda ponerlo en el cuarto de mi hijo y otro mueble en el cuarto de mi marido y mío. Hace mucho que llegamos acá con nuestros muebles, pero hace tanta humedad que se han dañado y acá es el lugar más cercano para conseguir muebles".
- "Entiendo. Tenemos muebles ya realizados y terminados al final del taller, en una zona aparte por si tiene prisa en tener muebles". - Escucho los pasos de mi papá para unirse a nosotros.
- "Buenos días, señora". - La saluda con un gesto y ella hace lo mismo. - "¿Mi hijo ha sabido ayudarla?" - Sin dejar que ella diga nada, le cuento lo que hemos estado hablando.
- "La verdad, no tengo prisa si así puedo tener el mueble como desee".
- "Bien. Daniel, sigue con tu tarea mientras yo hablo con ella para saber qué es lo que desea en el despacho".
- "De acuerdo". - Para papá, el despacho es una mini sala con paredes de cristal donde puedes ver lo que hace. Puede parecer algo extraño, pero no le gusta hablar con mujeres y por acá vienen muchas, lo que hace que esté más tranquilo a la hora de hacer negocios.
Sigo a lo mío mientras Julius y Armando mueven el mueble con las ruedas para aplicarle una capa de barniz y... miro de reojo a papá y a esa mujer.
Quizás es cierto que debería pensar en casarme, dar nietos y dejar de pensar en asuntos impuros, aunque pensar en ello no es precisamente malo en realidad, pero quién sabe si algún día me ganará el deseo de querer hacerlo, de querer probar lo prohibido, aunque Dios nuestro señor, por ahora, de seguro que no aguarda esa prueba para mí.
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