III
—Lo hace usted muy bien, profesor Choi.
—Puede decirme Dan —Alexandro le regaló una pequeña sonrisa—. Cuando era joven lo intenté hacer de manera profesional, pero pues, no tuve el apoyo suficiente, así que ahora es solo un hobby. Es una vergüenza que usted, el maestro me haya visto hacerlo.
Alexandro le hizo levantarse y probar con un pequeño brinco cómo sentía su pie. La verdad lo sentía diferente, no se explicaba cómo, pero parecía más flexible. Le dio las gracias, sin embargo, la sorpresa mayor se dio en el instante en el que Alexandro tomó por la cintura a Dan y le dijo que practicaría con él unos movimientos menos bruscos, que eso que él intentaba hacer generalmente era usado para cuando una pareja lo elevaba. Dan no podía creer que su suerte estuviera mejorando y tenía que aprovechar esa oportunidad, aunque esa expresión adusta en el rostro de Greco, no cambiara.
Empezó de nuevo la música y comenzaron a danzar. Era increíble lo fácil que lo hacía parecer Alexandro y la enorme fuerza que tenía, lo levantó por la cintura más de una vez y lo lanzaba con sutileza para que él aprendiera a caer sin lastimarse. Todo el momento era casi que irreal. Dan estaba siendo tocado por el hombre que le gustaba tanto y creía que no podía resistirlo. Pero para Alexandro parecía que era solo una clase más que estaba dictando. Su expresión no cambiaba a pesar del momento. Dan quiso creer que sí, que en algún momento habría una sonrisa, un trato especial, diferente, pero con ese hombre resultaba imposible.
La pieza estaba por terminar, ambos se veían en el espejo en su improvisación y Alexandro daba instrucciones como un militar. Dan se daba cuenta de que estaba siendo tratado como la ballerina. En ese momento no le importó lo machista que pudiera ser Alexandro, estaba con él bailando y eso tal vez no se repetiría jamás en esta vida. Dos pasos más, un último movimiento y la música terminó mientras Alexandro lo sostenía por la cintura y lo inclinaba lo suficiente como para que su cabeza tocara el piso. Era el final y la clase al parecer había salido muy bien.
En ese preciso momento en el que todo había quedado en silencio y la pose aún se mantenía, solo se escuchaban las muy agitadas respiraciones de ambos. Solo eran segundos, aun así, algo era diferente en el ambiente y Dan lo notó cuando sintió en su cuello el aliento cálido de Alexandro. Movió la cabeza y se encontró con los ojos azules más profundos que había visto en su vida. Apenas unos segundos habían corrido y pese a eso, sintió esa mirada como si quisiera atravesarlo. Sin saber qué hacer, acercó un poco más su rostro y casi llegó a rozar al de su maestro. Fue ahí cuando Alexandro le ayudó a ponerse de pie y le sonrió ligeramente.
—Eso estuvo muy bien, Dan. Tiene mucho potencial, debería intentar practicarlo más seguido —dijo Alexandro, que se puso sus zapatos rápidamente y se dirigió a la puerta—. Puede volver cuando desee, yo podría enseñarle más cuando guste. Por favor, cuando termine cierre con seguro y que las luces queden apagadas. Hasta pronto.
Salió de ahí dejando a Dan algo triste. Ese hombre estaba hecho de hierro definitivamente y el momento que parecía tan romántico era simplemente una rutina para Greco. Aun así, Dan agradeció la oportunidad de sentir las manos de él sobre sí, quizás no cómo deseaba, pero al fin y al cabo era un contacto. Quedaba claro que ya no regresaría a ese estudio a practicar, esta vez solo había tenido suerte de encontrar a Alexandro de buen humor.
Pero al contrario de lo que creía Dan, Alexandro salió corriendo directo al baño a lavarse la cara. Ese contacto con el profesor de historia le había perturbado más de lo que podía soportar. Tenerlo tan cerca, sentir el aroma de su sudor entrando por su nariz, lejos de ser una simple rutina, hizo que el corazón y la entrepierna le palpitaran de manera anormal. Y el golpeteo de recuerdos llegó a su mente. Se miró en el espejo con furia y se repitió mentalmente que no permitiría que eso pasara de nuevo. Nunca.
Dan sintió que su celular vibraba con insistencia mientras iba en el vagón del tren. No se preocupó mucho, así que esperó hasta llegar a su departamento para ver de qué se trataba. Casi se desmayó al ver que era una notificación de la página de parejas, dónde Vkt192117 le pedía otra cita. Por supuesto, a ella. Gritó de la alegría, tendría una oportunidad más de estar con su profesor y esta vez quizás sí le robaría un beso. Cumpliría la promesa a su amigo y regresaría a Estados Unidos con el corazón, algo sacudido, pero satisfecho. Dan parecía no haberse dado cuenta que ese momento en el estudio de baile, había sido tenso para su maestro.
—¡Dobargo! ¡Alexandro pidió otra cita conmigo! ¿Me acompañarás a comprar ropa para ella? ¡Tiene que verse muy linda!
—Púdrete. —Aquello fue lo único que escuchó de su amigo. Luego el sonido típico de una llamada que terminaba. Sonrió. Supo que Fito odiaba con su vida esa situación, pero que lo apoyaría en su locura. Siempre.
***
En ese momento, en el que se concentraban parejas conformadas de hombres y mujeres, supo que estaba enloqueciendo y que lo que hacía estaba muy mal. El día era hermoso. Con ayuda de la asesora de la tienda había comprado una ropa que resaltaba su figura, claro, la mujer creía que lo compraba para su novia. Fito también había dado su opinión y odiaba la situación, pero cuando lo vio vestido, supo que sí podría engañar a cualquiera. Las facciones finas de su rostro le ayudaban aún más y solo tuvo que resaltar mucho sus ojos, cosa que aprendió después de ver tutoriales en Youtube, y su voz, nada más, la hizo un poco más baja y todo estaba perfecto. Asqueroso.
Pero en ese preciso instante, en el que esperaba por Alexandro, la sensatez le llegó al alma. No era posible. Ya no era graciosillo, ya no era la treta de telenovela para salir con alguien, era un horrible juego de suplantación y manipulación. Había caído muy bajo, estaba ahí fingiendo ser algo que nunca sería, solo por la absurda idea de robarle un beso.
Con su dedo índice rodeaba el borde del vaso plástico en el que pidió la limonada, miró a una chica y se sintió una rata. Pretender ser una mujer por querer acaparar la atención de alguien, era tema para ir a un psicólogo. Se sintió un misógino. Sintió que le estaba robando a una mujer real, la oportunidad de estar con ese hombre tan especial, pretendiendo ser una chica ideal para Alexandro. La mujer que él esperaba sí debía existir, sí debía estar caminando por ahí, con hermosísimos pechos reales, grandes o pequeños, pero reales, no con rellenos de espuma bajo el sostén como él.
Sintió que no podía seguir con eso. Era absurdo, ridículo. Parecía una pésima broma para cobrar algo que Alexandro había hecho mal, sin embargo, el hombre de cabellos claros no había hecho nada contra él más que vivir su vida ignorándolo y eso no era un pecado. Si no le gustaba como persona, debió dejar de pensar que era un reto, Alexandro no estaba obligado a simpatizar con él, así de fácil. Miró sus zapatos, había escogido unas sandalias que se le veían muy bien. Recordó las palabras de su amigo: «termina con esto hoy, por favor, antes que avances tanto, que ya sea imposible regresar». Y de un sobresalto se puso en pie, dispuesto a salir de ahí y olvidarlo todo, dejar plantado a Alexandro que solo se molestaría una semana y luego la vida continuaría. Aún no era tarde, aún podía volver.
Tomó el vaso de plástico, dio unos pasos fuera de la mesa, dispuesto a escapar de ahí, no obstante, una mano lo tomó fuertemente de una de sus muñecas. Viró a ver y era él, algo confundido.
—Lo siento mucho, pensé que la cita era a las once, incluso llegué diez minutos antes, si te hice esperar y por eso te vas, lo siento. —Alexandro aún no soltaba su muñeca. Estaba ahí esperando una razón para que ella, quisiera irse. Estaba asustado.
—¡Hola! —respondió finalmente Dan, sonriendo—. No iba a irme, solo iba a tirar el envase. Yo llegué hace poco, creí que el tráfico iba a estar peor, pero fue muy rápido desde mi casa. —Dan dirigió su vista hasta la muñeca que aún era sujetada—. No te preocupes, no voy a escapar. —Alexandro la soltó algo apenado.
Y era cierto. Se había metido en ese huracán de errores y ya no había forma de escapar, por mucho que lo deseara. Toda la sensatez inicial se esfumó en el aire cuando lo vio a él, cuando lo tocó. Naufragaría, se hundiría y moriría seguramente humillado y solo. La mentira aún podía detenerse, pero ya no quiso y pensó ingenuamente que la próxima cita sí la rechazaría, y si no era la siguiente, quizás la que le seguía. Y por dentro rogó que fuera Alexandro quien acabara con todo eso.
Se sentaron, y ya «ella» se apropió de su papel. Alexandro pidió un café y Dan otra limonada. Suni, era su nombre de mujer. A Alexandro le encantó su significado. Bondad, en Coreano. Hablaron a cerca de muchas cosas sin sentido, el clima, el tráfico, el medio ambiente. El profesor le llevó una postal de la playa en Busan, se le hizo muy apropiado, ella la recibió y empezó a contarle la historia del lugar. Suni sonrió en agradecimiento, vio su celular y de una bocanada se tomó la limonada que le quedaba, extendiendo su mano para despedirse de Alexandro.
—¿Por qué tienes que irte? ¿Debes trabajar o algo así? —preguntó Alexandro algo sorprendido.
—Pero qué dices, han pasado ya los treinta minutos que estipulaste de nuevo para esta cita. Esta vez quería estar lista. —Sonrió un poco y de nuevo extendió su mano.
—Es ahora cuando me doy cuenta de lo detestable que puedo llegar a ser. Me disculpo por eso.
Alexandro estaba contrariado consigo mismo. Recordó las muchas veces que Chris se lo dijo, que debía ser un poco más flexible en el trato con los demás, que no podía tratarlos a todos como si fueran sus alumnos, porque eso lo condenaría a la soledad. Le pidió a «ella» que se quedara otra media hora. Por supuesto, Suni aceptó.
***
Fin capítulo 3
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 59 Episodes
Comments