Capítulo 3: "Desafíos y Emociones: Pruebas y Conflictos en la Prisión"

En un soleado domingo por la mañana, un rayo de esperanza iluminó la vida de Lowen cuando finalmente recibió la noticia que tanto había ansiado: su pequeña Liza había despertado. Después de un período de inconsciencia debido a la herida que le infligió su propia madre, Victoria, Liza había luchado valientemente y finalmente estaba en condiciones de recibir visitas. Los médicos habían completado todos los estudios necesarios y dieron la aprobación para que familiares y amigos la visitaran.

La primera en enterarse de esta emocionante noticia fue Ana, la madre de Lowen y Gwen. Su voz temblaba de emoción al llamar a la prisión para compartir la increíble noticia con su hijo. La alegría en la voz de Lowen fue palpable cuando escuchó las palabras de su madre. Había estado esperando este momento con ansias, y ahora finalmente podía reunirse con su amada hija.

Después de una insistente negociación con las autoridades penitenciarias, se acordó que Lowen y Gabriela tendrían la oportunidad de visitar a Liza en el hospital. Acompañados por varios policías, se dirigieron al lugar donde se encontraba la niña, cargando una mezcla de emociones que iban desde la felicidad hasta la aprensión.

La anticipación en el aire era palpable mientras Liza se preparaba para la visita de su padre. En su habitación de hospital, se miró en el espejo y se aseguró de verse lo mejor posible para su encuentro. Limpio su rostro y se arregló con cuidado, emocionada por el reencuentro con su amado padre.

Finalmente, el momento llegó. Lowen entró a la habitación del hospital con una sonrisa radiante en su rostro. Corrió hacia la cama de su hija y la abrazó con fuerza, incapaz de contener la emoción que le embargaba.

—¡Liza! ¡Mi amor! —exclamó Lowen, con lágrimas en los ojos—. No sabes cuánto he deseado este momento.

—¡Papá! —respondió Liza, su voz llena de alegría y alivio.

Los brazos de Lowen rodearon a su hija, sosteniéndola con ternura y amor. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras se abrazaban, celebrando su reencuentro.

—No puedo creerlo, mi amor. Tenía tanto miedo de perderte —dijo Lowen con la voz quebrada por la emoción.

—Tranquilo, papá. Estoy bien, estás aquí conmigo —respondió Liza, tratando de calmarlo.

Los momentos de abrazos y lágrimas compartidos dieron paso a una sonrisa compartida entre padre e hija. Liza notó la presencia de Gabriela, quien también había ingresado a la habitación con ellos.

—¿Y ella quién es? —preguntó Liza, curiosa al ver a Gabriela.

—Es una amiga, mi niña. Ella es Gabriela Moon, y estoy seguro de que se llevarán bien —dijo Lowen con una sonrisa, presentando a las dos mujeres importantes en su vida.

—Hola, Liza. Me alegro mucho de que estés bien —dijo Gabriela con una sonrisa cálida—. Tu padre me ha hablado mucho de ti. Te pareces mucho a él.

Las palabras de Gabriela trajeron una sonrisa tímida a los labios de Liza y de su padre. A pesar de las circunstancias difíciles, el ambiente en la habitación estaba lleno de amor y conexión. Era un momento de alivio y felicidad en medio de la adversidad que enfrentaban.

—Papá, ¿puedo visitarte en la prisión? —preguntó Liza con esperanza en sus ojos.

Lowen reflexionó por un momento, consciente de la complejidad de la situación.

—Pues, hija, eso es algo que tendrás que hablar con tu abuela cuando te den el alta. No quiero que estés en un lugar como ese si no es necesario. Pero lo hablaremos y veremos qué es lo mejor, ¿de acuerdo?

—Está bien, papá. Gracias por estar aquí —respondió Liza, sintiéndose reconfortada por la presencia de su padre.

El abrazo entre padre e hija continuó, sellando un momento de conexión y amor que trascendía las dificultades que enfrentaban. En medio de las preocupaciones y los desafíos, ese domingo por la mañana, Lowen y Liza encontraron un rayo de esperanza y consuelo en su profundo vínculo familiar.

Unos días después, los médicos finalmente dieron el alta a Liza, permitiéndole visitar a Lowen en la prisión. Acompañada de su abuela, Liza entró a la prisión con una mezcla de emociones. Ver a su padre era un rayo de esperanza en medio de las dificultades que habían enfrentado.

La presencia de Liza en la prisión causó sorpresa entre los prisioneros. Muchos de ellos se asomaron a ver a la joven que había sido el motivo de felicidad para Lowen. Entre los comentarios positivos y admirativos, una voz discordante se alzó desde una celda cercana.

—¡Ohh, es su hija! —exclamó Melanie Moon.

—Es hermosa —agregó Miley Petters.

Desde su celda, Victoria Smith, la madre de Liza, intentó hacerse notar.

—Es mi hija, está viva… —dijo Victoria, con un tono que mezclaba envidia y descontento.

Lowen no pudo evitar responder ante las palabras de su ex, mostrándole el dedo del medio en un gesto de desprecio. El ambiente estaba cargado de emociones y reacciones diversas ante la presencia de Liza.

Gwen no perdió tiempo y corrió a abrazar a su sobrina con alegría y alivio.

—¡Ohh, Liza! ¡Estás bien! —exclamó Gwen emocionado.

Lowen observó a su hija y a su hermano abrazándose, una sonrisa de felicidad adornando su rostro.

—Sí, me llena de felicidad verte bien —dijo Lowen, su voz cargada de amor paternal.

La emoción se palpaba en el aire mientras todos expresaban su alegría por el bienestar de Liza. Incluso Gabriela, quien había estado apoyando a Lowen, compartió unas palabras de aliento.

—Nos alegra mucho verte bien, pequeña —dijo Gabriela con una sonrisa sincera.

Sin embargo, el tiempo pasó rápido y Liza tuvo que despedirse para regresar con su abuela. Lowen agradeció a Gabriela por su apoyo incondicional en un momento tan difícil.

—Oye, gracias por estar a mi lado durante estos momentos difíciles. Fuiste increíblemente buena y amable conmigo.

Gabriela sonrió, apreciando las palabras de agradecimiento.

—No tienes que agradecerme, Lowen. Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites.

Lowen insistió en expresar su gratitud.

—De verdad, te debo mucho. Te lo agradezco de corazón.

Gabriela respondió con humildad.

—No hace falta, estoy aquí porque quiero estarlo.

Antes de que pudieran continuar su conversación, la oficial Rose intervino, llamando a Gabriela de regreso a su celda para la hora de la siesta.

—Gabriela, a tu celda, hora de la siesta.

—Está bien. Bueno, nos vemos luego —se despidió Gabriela con una sonrisa, antes de retirarse.

El ambiente en la prisión se calmó mientras todos se entregaban al descanso de la siesta, y los oficiales vigilaban los pasillos.

—Hasta ahora no ha pasado nada fuera de lo común —comentó la oficial Rose.

—Ese sociópata puede ser impredecible, pero de alguna manera es un elemento positivo aquí —dijo Oscar Bels.

—Sí, es cierto. Y es increíble que su hija haya sobrevivido, después de todo lo que ha pasado —añadió el oficial Oliver Charles, reflexionando sobre la fortaleza de Liza y su familia en medio de las adversidades.

La vida en la prisión continuaba su curso, con momentos de esperanza y desafíos que unían a los prisioneros en formas inesperadas.

—Tenemos que mantenernos alerta y seguir vigilando —dijo Rose Byrne con determinación, recordando la importancia de su responsabilidad como oficial de la prisión.

Horas después, el ambiente en la prisión comenzó a animarse nuevamente. Jackson y Nick se despertaron, estirándose tras el descanso.

—Dormí como un tronco —bostezó Jackson mientras se levantaba de la cama.

—Sí, un buen descanso siempre es necesario —asintió Nick—. Por cierto, ¿qué planeabas con Bella, esa chica nueva?

Jackson reflexionó por un momento antes de responder.

—Nada en particular, solo quería entablar amistad con ella, pero parece ser bastante cerrada a la idea de relacionarse con los demás.

Nick asintió, entendiendo la situación.

—Ah, entiendo. Bueno, quizás con el tiempo cambie de actitud.

A medida que los prisioneros iban despertando, las conversaciones se reanudaban.

—¿Has visto a la nueva? —preguntó Alison Morgan.

—Sí, la he visto, pero parece que es mejor mantener cierta distancia —respondió Gabriela Moon.

—¿Por qué dices eso?

—Tiene un carácter complicado.

—Vaya, qué mal —comentó Alison.

—Sí, es una lástima. De todas formas, Lowen está muy contento por el bienestar de su hija. Incluso me agradeció por haberlo apoyado.

—Eso es muy bueno. Parece que te has ganado su confianza.

—Sí, pero le he dicho que no hace falta que me agradezca.

Las conversaciones continuaban mientras los prisioneros compartían sus pensamientos y perspectivas sobre la situación en la prisión.

—Me alegra mucho que la hija de Lowen esté bien —dijo Melanie.

—Sí, es un alivio saber que está mejorando —respondió Mía—. ¿Tienes alguna idea de qué pasará a continuación?

—No, todavía no hemos recibido indicaciones claras de los oficiales. Supongo que nos informarán en su momento.

Mientras tanto, Victoria seguía inmersa en sus propios pensamientos y deseos.

—Ahora que la hija del tonto está fuera de peligro, deberían permitirme salir de aquí —dijo Victoria con cierta esperanza.

—Lo dudo, y más considerando cómo te odia Lowen. Dudo que quiera verte cerca de su hija —respondió Miley Petters.

—Sí, tienes razón, pero eso no me importa.

Conversaciones y pensamientos se entrelazaban en la prisión, revelando las dinámicas y relaciones entre los prisioneros.

—Así que la hija del idiota está bien —comentó Sky Black.

—Sí, parece que está recuperándose —respondió Luz Brown—. Y no soporto a Gabriela, parece que los oficiales la prefieren y la tratan de manera especial.

—No te preocupes, tú eres mucho mejor que ella —dijo Sky con una sonrisa.

—Hehe, tú también lo eres —respondió Luz, compartiendo un momento de camaradería con Sky.

La vida en la prisión continuaba con sus altibajos, relaciones complicadas y momentos de reflexión para todos los prisioneros involucrados.

Después de un rato, Gabriela y Lowen se encontraban charlando en la celda de Gabriela, compartiendo un momento de tranquilidad en medio de la prisión.

—Oye, tu hija se parece mucho a ti —dijo Gabriela, observando a Lowen con interés.

—Sí, me alegra que haya heredado mis rasgos y no los de Victoria —respondió Lowen con una sonrisa, reflejando su alivio por ese detalle.

—Es una niña bonita —añadió Gabriela Moon, mostrando su aprecio por la pequeña Liza.

—Gracias, me hace feliz que pienses así —dijo Lowen, agradecido por su comentario—. ¿Quieres algo para beber? Tengo un poco de agua.

—No, gracias, estoy bien —respondió Gabriela, rechazando la oferta amablemente.

Lowen se puso de pie, pero en un momento de distracción, tropezó con un objeto en el suelo y terminó cayendo sobre Gabriela, quienes quedaron en una posición comprometedora en el suelo de la celda.

Ambos se miraron sorprendidos, sus rostros muy cerca uno del otro.

—Lo-lowen… —dijo Gabriela, un tanto nerviosa ante la situación inesperada.

Lowen se apresuró a levantarse, visiblemente avergonzado por la torpeza.

—Emm, perdón, no sé qué me pasó, soy un poco torpe a veces —dijo Lowen, tratando de aligerar la situación con una sonrisa nerviosa.

Gabriela también se puso de pie, tratando de recobrar la compostura.

—No hay problema —respondió Gabriela con una sonrisa amigable—. Me voy, ya hablaremos después.

Gabriela se retiró de la celda, dejando a Lowen solo con sus pensamientos y emociones en ese momento embarazoso. Mientras tanto, la vida en la prisión continuaba con sus altibajos, momentos inesperados y conexiones entre los prisioneros.

Sky apareció en el momento menos oportuno, interrumpiendo la conversación entre las chicas. Sus palabras provocaron reacciones de molestia y descontento por parte de Gabriela, Alison y Gwen.

—Vaya, hablando de ese Lowensito… —dijo Sky black, interrumpiendo el momento.

—¿Y tú qué quieres? —respondió Alison, molesta por su intromisión.

—¿Otra vez tú, idiota? —agregó Gabriela, frunciendo el ceño ante la presencia de Sky.

—Todos conocen a ese idiota, dos perdedoras aquí hablando de él. Ya me tienen harto con Lowen —continuó Sky, provocando a las chicas.

Sky empujó a Alison y ella respondió con una cachetada firme.

—No vuelvas a tocarme —advirtió Alison con determinación.

—Tú siempre molestando a Lowen, no hables mal de él, ¿okay? —dijo Gabriela, mostrando su apoyo a Lowen.

Gwen, al escuchar la discusión, se acercó a la escena para defender a las chicas y a su hermano.

—Y qué si hablan de mi hermano Lowen, ¿eh? Dime, ¿qué problema tienes con él? —intervino Gwen con firmeza.

—Que es un idiota insoportable, ya me tiene harto —respondió Sky en tono despectivo.

—¿Qué pasa conmigo? —preguntó Lowen, acercándose a Sky con una mirada desafiante.

—Pasa que está molestándolas y de paso habla mal de ti a tus espaldas, el cobarde —afirmó Gwen con determinación.

—¿Qué tienes conmigo? ¿Eh? ¿Eh? Dime —dijo Lowen, enfrentándolo directamente mientras Sky retrocedía hacia la pared, mostrando su cobardía.

Lowen tomó a Sky de su camiseta, manteniéndolo contra la pared.

—Deja de molestar a los demás, imbécil —dijo Lowen con firmeza, golpeándolo en el abdomen antes de soltarlo y alejarse.

Sky se quejó de dolor y se retiró furioso, derrotado en ese encuentro.

Mientras tanto, en otro lugar de la prisión, los oficiales Rose y Murphy se preparaban para llevar a cabo las pruebas de resistencia física, una actividad que involucraría a todos los prisioneros y pondría a prueba sus capacidades físicas y mentales.

—Ya es hora de hacerles a todos las pruebas de resistencia física de las que hablamos —anunció la oficial Rose.

—Bien, vamos a avisarles —respondió el oficial Murphy, mientras se preparaban para poner en marcha esta actividad que podría tener un impacto en la dinámica de la prisión.

La escena se traslada al patio de la prisión donde los prisioneros se preparan para enfrentar la prueba de obstáculos propuesta por la oficial Rose Byrne. Algunos de los prisioneros expresan sus dudas y nerviosismo ante la dificultad del ejercicio.

—Bien chicos, estamos aquí para hacerles una prueba, es un ejercicio —explicó Rose Byrne—. Van a pasar unos obstáculos un poco complicados, pero sé que podrán.

—Pero oficial, eso es difícil, ¿crees que podremos? —preguntó Jackson, mostrando inseguridad.

—Estoy nerviosa —comentó Miley, reflejando sus preocupaciones.

—¡Comiencen! —ordenó Rose, dando inicio al ejercicio.

Lowen se adelantó rápidamente y empujó a Sky para comenzar primero, lo que generó cierta molestia entre los prisioneros y la oficial.

—¿Qué? ¡Oigan, no, no! ¡Lowen! —se quejó la oficial Rose—. Hay, dios, qué egoísta eh, siempre él primero y el otro no —pensó, frustrada por su actitud.

—Oye imbécil, qué tramposo —comentó Sky Black, evidenciando su descontento.

Los demás prisioneros también enfrentaban los obstáculos con determinación, mientras Rose los alentaba a continuar y avanzar.

—¡Rápido, Mía! Te has quedado atrás —instó la oficial—. Miley, Jackson, rápido también.

A medida que avanzaba la prueba, algunos prisioneros comenzaron a sentir el cansancio y expresaron su agotamiento.

—Ah, me estoy cansando —dijo Nick Collins.

—Yo igual —dijo Melanie Moon.

Entre tanto, los focos de atención se dirigieron hacia Lowen y Sky, quienes protagonizaron una disputa por llegar primero a la meta, dejando en evidencia su inmadurez y rivalidad constante.

—Oye, ¿qué están haciendo esos dos? —se preguntó Alison, preocupada por la pelea que estaba ocurriendo.

—¿Quiénes? ¿Lowen y Sky? —respondió Gabriela Moon, observando la escena.

—Sí, ¿qué mierda? Oye, no pueden ser tan inmaduros.

—Haha, están peleando por llegar primero a la meta —se rió Gabriela, asumiendo con ironía la situación.

—¡Oigan! Ya dejen de pelear —les gritó Gwen—, estos dos me dan vergüenza.

—No puede ser que estén peleando por llegar primero —dijo Jackson, incrédulo ante la actitud de ambos.

La disputa entre Lowen y Sky alcanzó un punto en el que Lowen puso el pie para hacer que Sky cayera al suelo. A pesar de la caída, Lowen continuó avanzando hacia la meta mientras Sky quedaba molesto en el suelo.

—¡¡Oye!! —gritó Sky, evidenciando su enojo.

Finalmente, ambos llegaron a la meta, pero terminaron cayendo al suelo exhaustos.

—Eres un tramposo —dijo Sky, reprochando a Lowen.

—Tiempo, Lowen. ¿Qué fue eso? No se vale hacer trampa —intervino la oficial Rose, cuestionando su comportamiento.

—Es que soy el mejor, por eso debo comenzar primero —respondió Lowen, tratando de justificarse.

—Sí, el mejor de los idiotas. Comenzaste primero porque me empujaste —replicó Sky, exponiendo la realidad.

—Haha, muy gracioso, jódete —dijo Lowen, restando importancia a la situación.

La oficial Rose intercedió para poner fin a la discusión.

—No comiencen a pelear, por favor un poco de paz. Vayan a sus celdas —ordenó la oficial, buscando restablecer el orden.

Horas después, Liza conversaba con su abuela Ana, expresando su deseo de poder visitar a su padre, Lowen.

—Me gustó ver a papá, ojalá me pudiera visitar —dijo Liza, con nostalgia.

—Sí, mi nieta, pero no puede salir de la prisión —respondió Ana— ¿quieres tomar algo?

—No, gracias, abuela —dijo Liza—. Ahh, como quisiera ver a papá, añorando el contacto con su padre en medio de las circunstancias que los rodean.

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