02

Me desperté mareada y con ganas de vomitar.

Luego de vaciar mi estómago en el retrete, me dirigí hacia el lavabo y me miré en el espejo.

Estaba pálida — más de lo normal — y con pequeñas ojeras.

Me lavé la cara con agua fría y me puse maquillaje ligero para ocultar las ojeras, aunque nadie en el hospital se extrañaría, ya que era común que los residentes las tuvieran.

Me puse ropa cómoda, cogí la bata azul del hospital y me recogí el largo cabello en una coleta. Lista.

Conducí sin prisas hacia el trabajo, ya que me había levantado con tiempo de sobra.

Estacioné mi coche en el parking y cogí mi mochila.

Mi compañera Mónica fumaba tranquila apoyada en una columna cerca de la entrada.

La saludé al pasar y ella me devolvió el saludo con una sonrisa.

Caminé por los largos pasillos, esquivando a unos y saludando a otros.

Al llegar a los vestuarios, abrí mi taquilla y guardé con precaución la mochila. El test de embarazo estaba en su interior. No sé porqué, era una tontería, pero me daba tranquilidad llevarlo encima.

—Hola Liv. No tienes buen aspecto.

Sonreí a Daniel, otro residente de primer año, y éste me sonrió a su vez.

—No dormí bien anoche— dije cerrando la taquilla —. Mi ex—suegra me despertó por teléfono para quejarse de su nuera actual. Daniel se rio.

—Envidio la relación que tienes con ella. La mía parece que quiere matarme con la mirada.

Le palmeé el hombro.

—Y yo te envidio a ti. Quiere que vuelva con Alberto.

—Espero que no te lo estés replanteando.

—Por supuesto que no— dije con firmeza—. Ser cornuda ya es bastante, no pienso ser patética también.

Charlando con Dani el tiempo pasó rápido y llegó la hora de empezar mi turno.

Esa mañana me tocaba con la doctora Grace Smith.

Nunca trabajé con ella antes, y me gustó la novedad. Resultó ser una mujer seria, que nos pedía nuestra opinión sin ese tono condescendiente con el que nos hablaban la mayoría de los médicos.

Estaba cambiándole la vía intravenosa a un paciente en coma cuando mi teléfono sonó.

Enrojecí ante la mirada de mis compañeros y de la doctora Smith.

—¿Algún problema Temple? — Grace me miraba con los brazos cruzados y sacudí la cabeza —. Entonces sigue.

Ignorando el tono de mi móvil — menos mal que era un tono genérico continué con mi trabajo.

Una vez puesta la vía Smith nos sacó de esa sala y nos llevó a otra para pedir nuestra opinión sobre el diagnóstico de otro paciente en coma.

En el camino saqué mi móvil con disimulo para observar de quien era la llamada, y fruncí el ceño ante el número desconocido.

El resto de la mañana pasó sin nada más que resaltar; salvo que tuve que ir corriendo al baño para vomitar dos veces, fue todo normal y cuando quise darme cuenta eran las tres y diez y mi turno había acabado.

Sabiendo que tenía el almuerzo con Micaela, me dirigí a los vestuarios para arreglarme y no oler a hospital.

Cogí mi mochila, me despedí de mis compañeros, dándole una palmada en el hombro a Daniel antes de cruzar la puerta y encaminarme hacia la entrada principal.

Me sorprendí al ver a Micaela ya allí.

Todavía faltaban diez minutos para nuestra cita.

La mujer me saludó sacudiendo la mano con entusiasmo.

—¡Olivia! Que alegría volver a verte. Vaya, estás guapísima.

—Hola, Mica— contesté dándole un abrazo,gesto que devolvió.

Micaela era una mujer de unos sesenta años, pero se conservaba bien.

Delgada, pero no esquelética, tenía el rostro anguloso y una sonrisa siempre en su rostro. Al menos cuando estaba conmigo.

—¿Dónde comeremos? No vayas a decirme que en la cafetería de este lugar.

Me revolví incómoda. Esa era mi intención.

Micaela lo notó.

—¡Olivia, cariño, tienes que salir más! Hay un restaurante de comida vegetariana a dos manzanas de aquí. ¿Has ido alguna vez?

Sacudí la cabeza.

—Pues iremos allí. Si no te importa, claro.

—Por supuesto que no, Mica. Vamos.

El restaurante tenía por nombre "Green Wood", y al parecer era popular en la zona, ya que tuvimos que esperar quince minutos para poder disponer de una mesa.

Una vez atendidas y servidas, Micaela no tardó en dejar claro sus intenciones.

—Olivia, sé que mi hijo ha sido un imbécil contigo, pero te pido por favor que pienses en darle otra oportunidad.

—Mica, no. — dije mirando mi ensalada de frutas—. No pienso arrastrarme.

—No te estarías arrastrando, estarías reclamando lo que te pertenece. —

Alberto no pertenece a nadie, no a Rebecca Montoya y menos a mí. Micaela junto las manos.

—Por favor hija, hazlo por mí. Esa tal "Rebe" es una interesada. No sé cómo mi hijo no se da cuenta de eso.

—Está enamorado, Micaela. — dije con amargura. Me pregunté si alguna vez lo estuvo de mí.

—¡Está idiotizado! ¿Sabes lo que hizo ella el otro día? Bajó a la cocina en bragas y sujetador y, cuando me vio allí, se pavoneo como una hiena,mostrando sin ningún pudor las marcas que mi hijo le dejó la noche anterior.

—Debió de ser incómodo — me compadecí ignorando como mi pecho se contraia.

—¡Fue asqueroso! No necesito saber lo que hacen. Por favor, Olivia, libérame de este calvario de pelo negro.

Me reí. No pude evitarlo.

—Lo siento Mica, la respuesta sigue siendo no.

La mujer suspiró, pero al parecer aceptó la derrota por el momento.

El resto del almuerzo fue agradable. Micaela siempre resultaba ser buena compañía.

Al salir del restaurante le pregunté si quería que la acercarse a su casa y me dijo que no me preocupase, que cogería un taxi.

Me besó las mejillas y se fue.

Caminé lentamente de vuelta al parking del hospital y al llegar a mi coche mi móvil volvió a sonar.

Era el número desconocido de nuevo.

—¿Diga? — pregunté confundida.

—¿Olivia Temple? ¿Estoy hablando con ella? — era una voz femenina. —Sí

— contesté, más confusa aún.

—Aléjate de él, ¿me escuchas? Alberto es mío ahora y no pienso dejar que una zorra como tú me lo quite. Si te veo cerca suya te vas a arrepentir.

Tras eso colgó.

Me quedé mirando el móvil, incrédula ante lo que acababa de suceder.

¿La actual novia de mi ex—novio me había amenazado? ¿Me creía con tan poca dignidad como para arrastrarme implorándole que vuelva conmigo?

Además, ¿cómo demonios obtuvo mi número?

Sacudiendo la cabeza, guardé el teléfono y me senté en el coche, poniéndolo en marcha.

Pasaría el resto del día tranquilamente en casa, haciendo planes para mi futuro bebé, quién era ahora mi máxima prioridad.

Rebecca Montoya estaba loca si pensaba que había una mínima posibilidad de que dejase que Alberto volviera conmigo.

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Comments

Betty Saavedra Alvarado

Betty Saavedra Alvarado

Rebeca la que no tiene dignidad eres tú exhibirse como una cualquiera con marcas deja mucho que pensar de ti Olivia quiere mandarlo a la luna a tu novio

2023-09-08

1

Aidee Morales

Aidee Morales

ya empezó ella fue la que le daño la relación y ahora la amenaza que tal los pájaros tirándole ala escopeta

2023-01-29

3

Isabel Garrido

Isabel Garrido

Ya me cayó mal la tal Rebecca...
Gracias autora

2023-01-07

2

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