🍇 𝓖𝓮𝓸𝓻𝓰𝓲𝓷𝓪 🍇
Me arrancó el bolso de las manos y sacó la billetera. Ahí estaba la carta de identidad de la dueña del bolso; yo no podía reaccionar. Como explico: ¿que ese bolso no es mío?
—Tome, señor notario. Esta es la cédula de la señorita Gina Pastori. —El tal Piero le hace entrega de la cédula al notario.
—Pero está muy cambiada en esta foto. Claro que ahí estaba más joven; se debe ver distinta porque se engordó —dice el maldito del notario.
—Haga la diligencia, abogado Colombo, que para eso el señor Stromboli le está pagando una buena suma de dinero. Rápido, que estamos de afán —el tipo le exige de forma autoritaria que se haga el matrimonio.
Me devolvieron la cédula y me pusieron a firmar el documento. Todo este tiempo estuve analizando la situación, y creo que, ante la necesidad que tengo de tener al menos un techo donde vivir y un plato de comida urgente, decidí seguir la corriente y casarme con un desconocido.
Salimos de la notaría y el señor malencarado, que ya sé que se llama Piero, me dice que si tengo hambre. ¿Ja, hambre? Lo que tengo es un hueco en el estómago. ¿Será que escucho los rugidos que hacen mis tripas?
Salimos a la limusina que estaba en el parqueadero y, antes de él entrar en ella, vi que hizo unas llamadas. Luego escaneó los documentos que le entregó el abogado Colombo en la notaría. Rato después se subió a mi lado y le pidió al chófer que nos llevara a un restaurante de comida local.
La Trattoria es un restaurante muy elegante. Yo me sentía mal por las fachas en que estaba, pues siento que todos me miran raro, y eso que tengo puesto lo mejorcito de mi escaso guardarropa. Nunca he estado en un lugar así, pues yo a duras penas a veces comía en la pizzería del pueblo, y eso que invitada por mis amigas de la fábrica donde trabajaba cuando nos pagaban la quincena.
—¿Qué va a pedir, señorita Gina? —me pregunta Piero mientras espera el camarero nuestro pedido.
—Mmmm, no sé. ¿Qué me recomienda, caballero? —me dirijo al camarero para que no note que no tengo ni idea de qué pedir.
—Señorita, le puedo recomendar la especialidad del chef, que es ossobuco a la gremolatta con ensalada panzanella. —Quedé en las mismas porque en mi vida había probado esas comidas.
—Sí, me trae eso, por favor, y gracias.
Mi acompañante pidió solamente un plato de risotto verde con espárragos y un vaso con agua. Ja, será que se cree un rumiante; con razón lo care amargado.
—¿Puedo hacerle una pregunta, señor Piero? —Quiero con mucho tacto preguntar por el tal Angelo.
—Claro, señorita Gina, ¿qué quiere saber? —Se queda mirándome fijamente, esperando mi pregunta.
—¿Por qué el señor Angelo no estuvo en la notaría personalmente? —Trato de no parecer nerviosa para no delatarme.
—Porque está en Florencia cerrando un negocio con su padre, el señor Pastori. —Ja, si supiera que mi padre es el señor Rivera.
—¿Un negocio? —Mi mente trabaja a mil, tratando de descifrar qué tiene que ver la dueña del bolso con este señor Angelo y por qué Piero no conoce a la verdadera Gina. —¿Ese negocio tiene que ver conmigo?
—Señorita Gina, ¿su papá no le dijo por qué la envío desde Sicilia a Roma para casarse con el señor Angelo Stromboli? —El tipo me pregunta con enojo.
—La verdad, no, no me dijo nada. —Espero que el hombre me diga lo que necesito saber.
—Me imagino entonces que la envió en su jet con engaños —dijo más para sí mismo.
—Sí. —Trato de sonar segura, aunque no tengo ni la más mínima idea de lo que estoy haciendo.
—Entonces le contaré. Según me contó Angelo, su papá la dio en matrimonio con él para cederle un terreno en la Toscana muy importante para su negocio de vinos. —Uy, qué maldad la de ese hombre, vender a su hija.
—¿Y por qué yo? ¿Y por qué con un matrimonio? —indagué más.
—Eso no lo sé. Pero usted debe saber por qué lo hizo su papá. —Ya no me dijo nada más.
—¡Lo odio! Si me llega a buscar, no lo quiero ver, nunca lo voy a perdonar. —Creo que lo mejor es hacerme la mártir. —¿Y usted me conocía de antes? Porque yo no me acuerdo de haberlo visto alguna vez.
—No, ni Angelo ni yo la conocíamos. Y por si lo sospecha, el señor Angelo no quiere aún conocerla. No quiso verla ni en una foto, solo me dijo cómo estaría vestida y me mandó una foto de su bolso animal print de marca Michael Kors —confiesa Piero.
—¿No me quiere conocer? —¡Idiota! Yo tampoco lo quiero conocer.
—No, y no me pregunte por qué, pues no tengo ni idea.
Ya no hablamos más y, al terminar esa delicia de comida, nos fuimos a la mansión del tal Angelo. Está ubicada en Pinciano, que es el mejor sector de Roma.
—¡Wow, es hermosa! —El tal Piero me mira sorprendido.
—¿Acaso su mansión en Sicilia no es así de bonita? —me dice Piero, viendo mi reacción.
—Mmmm, sí. Pero esta es mucho más bonita. —Dios, siento que en algún momento me voy a delatar.
Debo ser más cautelosa en lo que digo.
Entramos a la mansión, y estaban apostados al lado de la puerta unas personas impecablemente vestidas con uniforme. Me imagino que son los empleados que trabajan aquí. Uno a uno me los fue presentando Piero: el jardinero, el mayordomo, la ama de llaves, el chef, las cocineras, las mucamas... Uff, qué poco de gente. Ni medio nombre me alcancé a memorizar. Los saludé muy amablemente; algunos me respondían muy cortés, y otros solo me torcieron los ojos, dejándome con el saludo en la boca.
—Quiero que les quede claro que la señora Gina es ahora la señora de la casa. Es su patrona y le deben obedecer por ser la esposa del señor Angelo. ¿Estamos claros? —dice de manera seria y autoritaria Piero.
—¡Sí, señor! —respondieron todos en coro.
—Por favor, Aghata, le enseña la habitación que le dije por teléfono que le preparara a la señora. —Se dirigió a una señorita de más o menos mi edad.
—Claro, señor Piero. —Por favor, acompáñeme, señora Stromboli, le indicaré cuál es su habitación. —Seguí a la tal Aghata.
«¿Qué raro? Si está recién casada con el señor Angelo, ¿por qué pidió que la ubicara en la habitación de huéspedes? Eso lo averiguaré tarde o temprano», pensó Agatha.
—Gracias, señorita Aghata. —Esta mujer me está mirando con sospecha; creo que tendré que tener cautela con ella.
—Señora Stromboli, ¿dónde está su equipaje para decirle al mayordomo que la suba a su habitación? —espera mi respuesta.
—mmmm. —Dios, ¿qué le respondo?
—Aghata, la señora Gina no trae equipaje. El señor Angelo quiere que todo su guardarropa sea nuevo a partir del momento en que se convirtió en su esposa. Más tarde llega el pedido para que por favor lo organice en su vestier; Piero respondió por mí.
—Como ordene, señor Piero —fue lo que respondió la tal Aghata.
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Comments
PATUBELA
Órale 🫢🫢 y si embaraza a la Gina equivocada?? 😯😯😯😯
2023-03-15
22
Momys.rub
Jajajaajajajajaja...
Ayyy ternurita de algodón, te sacaste la lotería sin comprar boleto!!!!
Ay Angelo por andar de hocicon te vas a llevar una gran popesaaaaa!!!!
Jajajajajajaja!!
Habrá q ver el perro berrinche q hará La original, por q la copia lo está haciendo reeeebien!!!
2025-05-02
1
Maria Eugenia Romero Viñoles🤡
Pero porque la ofendes tanto no te quiero entender ese punto las gorditas también tienen derecho a ser feliz
2025-03-12
1