Capítulo 1 Parte II

Kyrenia Elizabeth Giménez, era una bella mujer que, a sus treinta años, vive de forma clandestina en este lugar recóndito “del fin del mundo”, en donde encontró la paz. Ella no se arrepiente de haber llegado aquí, pues en este lugar puede sentir que su secreto está seguro.

Con tan solo veinte años, era una de las modelos nacionales de más reconocida trayectoria, y había sido modelo de alta costura; quien habría tenido un gran futuro en las pasarelas mundiales, ya que marcas como Dior, Benetton, Paco Rabanne, Karl Lagerfeld entre muchos más, la contrataron para participar en sus desfiles de moda, por el hecho de que tenía una belleza única, que la hizo tener fama. Kyrenia era hermosa por donde se la viera, y no podía haber estado nunca aquí en el medio de la nada, si la vida no le hubiera jugado una mala carta. Según Lucía, era la mezcla perfecta de las argentinas Ethel Rojo como cuerpo, la forma del rostro y de sus ojos; además poseía la sonrisa de Zulma Faiad, con los ojos azules violetas de Liz Taylor y su pelo era de un castaño con vetas coloradas naturales. Ella era una bomba sexual.

Bomba sexual, que no se dejaba con cualquiera, pues era una mujer que decía sobre sí misma, al punto de que parte de su sueldo, lo gastaba en dos guardaespaldas que se mantenían ocultos, pero alerta sobre ella.

No era una modelo tonta como muchas del mercado. Cuando tuvo su primer gran contrato, invirtió en la bolsa de valores, bajo el nombre de su madre, que había fallecido unos años después, y quien le había dicho que “nunca confiara en su belleza, ni en la fama, pues eran efímeras, duran lo que el aire pasa y más en ese mundo, en donde el glamur dura lo que el flash de una foto, y si se dormía en esas luces, después no tendría ningún lugar donde caer muerta”.

Cuando niña, su padre fue un profesor de sociología y filosofía, que le enseñó a leer entre líneas y actitudes. Demasiadas tardes de Sócrates, Platón, Aristóteles y muchos otros contemporáneos, modernos y algunos que, sin darse cuenta, se convirtieron en futuristas, según ella. Puede parecer estúpido e ilógico, pero para ella uno de esos filósofos futuristas, venía del cuerpo y voz del capocómico argentino Tato Bores. Según Kyrenia, era un genio futurista que parecía que estaba hablando de la actualidad, aunque sus monólogos fueran viejísimos. Nunca perdían actualidad como Mafalda y siempre mantenían ese perfil realista.

Siempre había sido una habida lectora y le encantaba llevar con ella, algún libro de su gusto. Mientras otras esnifaban una que otra cosa, ella mataba su tiempo de espera leyendo y aprendiendo.

Hoy, mientras esperaba que sus asistentes asignados para sus tres cambios de looks, empezaran a trabajar en el primero de ellos, estaba cubierta en una fina bata de gaza color negra, que le cubría el cuerpo, apenas enfundado con un íntimo color piel, mientras leía a Pablo Coelho, en su bestseller “el Alquimista”. Le pareció un libro que por algún motivo la ayudaría en el futuro.

— ¿Qué lees hoy Kyrenia? —Kirsten McMenamy, famosa modelo internacional, que hoy fue invitada al backstage del desfile, como presentadora de un canal de modas internacional; a la que Kyrenia, conocía desde hace mucho tiempo, ya que, junto a la hija de esta, hizo campañas publicitarias y con las que se llevaba realmente bien.

Ellas sabían de su pasión por la lectura. Siempre que se encontraban, le traía de regalo algún libro, al que ella, en retribución, le obsequiaba dulce de leche casero hecho por su madre, pero hoy lo había hecho ella siguiendo la misma receta.

—a Pablo Coelho —tal vez lo conozca o no, pensó Kyrenia.

— ¿Cuál de todos sus libros? —preguntó Kirsten.

—El alquimista.

—por casualidad lo leí, habla de la vida, sus caminos, las sorpresas y las enseñanzas que hay en ellos. Por lo menos a mí me gustó, y me sirvió en algún que otro punto de esta vida loca que llevamos.

—Por ahora no me queda otra que terminar mis cuatro años de contrato y después, sí, hacer lo que me gustaría en el camino de mi vida.

— ¿Qué sería eso? —preguntaron a coro madre e hija

—ser profesora de Sociología, Filosofía, geografía e historia.

—Mierda chica, espera ahí un momento… deja algo para el resto. Ja, ja, ja. —dijo la hija de Kirsten entre risas.

—no, soy codiciosa. Ja, ja, ja —respondió Kyrenia, con la carcajada cómplice de Kirsten.

Las risas continuaron y la charla también, además de una cosa y otra; llegó el momento de prepararse para el desfile.

Hoy, una vez más, las escaleras de la universidad de derecho de la ciudad autónoma de Buenos Aires, se llenaron de belleza y glamur. Flashes de infinidad de cámaras fotográficas y teléfonos, cámaras de televisión y otros medios de comunicación, copaban todos los alrededores de las enormes escalinatas antañas. La belleza de las modelos y de sus distintos atuendos que lucieron, más el espectáculo de los músicos y cantantes, entre ellos Chayanne, quien logró que más de una de las modelos se tropezaran. Kyrenia, mientras resoplaba, pensaba para sí, “vamos chicas que está “como pan caliente que hambre mete”, pero no es para que se desconcentren del trabajo”, dejemos eso para las novelas de tirada.

Cuanto se arrepentiría días después de ese pensamiento, ya que el karma se las cobraría y con creces, dejándola en una encrucijada mucho peor que tratar de arreglar un tropezón por mirar a Chayanne.