El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de un suave color naranja.
Al salir de casa, la gorra de su uniforme se ajustaba sobre su cabeza, ocultando parcialmente los moretones que aún marcaban su rostro. A pesar de haber hecho un esfuerzo por disimular las evidencias de su sufrimiento con maquillaje, sabía que aquellos que la conocían bien podían notar la diferencia.
Cuando llegó a la cafetería, el bullicio del lugar la envolvió como un abrazo cálido. El sonido de tazas chocando y risas resonantes creaban una sinfonía vibrante.
—Desayuno americano para la mesa siete —anunció Mónica, su compañera, con un tono animado.
—Enseguida —respondió Tessa, forzando una sonrisa.
Se movía ágilmente entre las mesas, como si cada paso fuera un baile ensayado. Al acercarse a la mesa siete, el joven, sumido en su trabajo con la computadora, parecía ajeno al bullicio que lo rodeaba. Al presentar el desayuno americano, su voz era suave pero firme, como un pequeño rayo de luz en medio de la rutina.
—Desayuno americano para usted, joven; café, zumos de frutas, huevos y tostadas con mermelada —dijo Tessa con una sonrisa cálida.
El joven, aún concentrado en su pantalla, levantó la vista apenas un momento para responder con cortesía.
—Gracias.
Sin embargo, cuando ella se dio la vuelta para marcharse, su voz lo detuvo. Había algo en su tono que hizo que la mirada de Tessa se volviera hacia él nuevamente.
—Señorita, disculpe, ¿puede traerme unas galletas con chispas de chocolate? Siento que esto no me llenará.
Fue en ese instante que sus ojos se encontraron por primera vez. La intensidad del momento hizo que el corazón del joven diera un salto. Aquellos ojos preciosos de Tessa tenían una profundidad que lo cautivó instantáneamente. Era como si hubiera mirado dentro de su alma y hubiera visto sus propias inseguridades reflejadas allí.
Tessa sonrió y asintió antes de marcharse. Mientras se alejaba, él no podía evitar pensar en cómo había logrado capturar su atención con tan solo un intercambio breve. Su mente divagaba entre pensamientos sobre su vida, el trabajo y las relaciones que había dejado atrás.
No pasó mucho tiempo antes de que Tessa regresara con un plato lleno de galletas recién horneadas. La fragancia dulce y reconfortante llenó el aire entre ellos. La bolsa con el logo de la cafetería añadía un toque especial; no solo traía las galletas solicitadas, sino también un gesto amable.
—Esto lo invita la casa, joven —dijo Tessa con una sonrisa radiante.
El joven quedó momentáneamente atónito ante el gesto desinteresado. Su corazón dio un vuelco al darse cuenta de que alguien estaba siendo amable sin esperar nada a cambio.
—Gracias... —logró articular mientras sus ojos seguían fijos en ella.
Tessa hizo una reverencia juguetona antes de volver a sus labores.
...----------------...
Tessa entró a su casa sintiendo una mezcla de tranquilidad tras un día de trabajo que había sido normalmente agotador. Se dio una larga ducha, dejando que el agua tibia lavara la suciedad de la mañana.
Al salir lista para la universidad, esta vez había algo diferente; los molestos chicos que solían hacerle bullying no estaban presentes. Eso le dio un respiro y un poco más de confianza.
Al entrar al aula, el bullicio habitual había disminuido. Vio a Mónica sentada en su escritorio, absorta en su teléfono. Levantó la vista al sentir la presencia de Tessa y su rostro se iluminó con una sonrisa. Sin embargo, cuando notó la mejilla levemente hinchada de su amiga, esa alegría se desvaneció como un susurro en el viento.
—Tessa, ¿otra vez? —preguntó, la preocupación reflejada en su mirada.
Tessa, en cambio, se limitó a sentarse en su escritorio, evitando el contacto visual.
—Tessa, ¿hasta cuándo? ¡Apuesto que solo te pegaron por diversión como siempre lo hacen! —exclamó Mónica, sintiendo una mezcla de rabia e impotencia.
La respuesta de Tessa fue un susurro entre sombras: —Ya olvídalo, Mónica, no tiene caso.
Las palabras resonaron en el aire como un eco vacío. Mónica sintió cómo una punzada de nostalgia le atravesaba el pecho.
—Te ayudaré a buscar otro empleo para que compres un departamento y salgas de esa maldita casa —dijo Mónica con determinación.
Tessa suspiró con cansancio; el peso del mundo parecía estar sobre sus hombros. —Yo también quisiera eso —respondió con un tono melancólico que hizo que Mónica sintiera una punzada en el corazón.
—Desde hoy lo haremos. Dentro de unos días es la excursión a las empresas Lambert, ¡podemos tener una oportunidad! —exclamó Mónica, animando su voz con entusiasmo desbordante.
La atmósfera en la habitación se tornó densa cuando Tessa pronunció aquellas palabras que desataron una tormenta de emociones en Mónica.
—Hablando de eso... no iré —dijo Tessa, y su voz sonó como un eco de resignación, llenando el espacio con una nostalgia aplastante.
Mónica no pudo contener su sorpresa, sintiendo cómo su corazón se encogía.
—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Eras la más emocionada en esto, Tessa! —exclamó, su voz llena de incredulidad y frustración.
La respuesta de Tessa llegó como un susurro quebrado—: Gasté el dinero... comprando la comida de la semana. —la tristeza en sus ojos era palpable.
La furia brotó en Mónica—: ¡Mal nacidos! ¿Acaso tú quién eres para mantenerlos? —las palabras salieron de su boca como una explosión; no podía soportar ver a su amiga atrapada en esa situación tan injusta.
Pero las lágrimas comenzaron a caer del rostro de Tessa, y con ellas se desbordaron todas las emociones reprimidas.
—Por eso fue que me pegaron —dijo, su voz temblorosa—, el dinero que tenía ni siquiera alcanzó para todo lo que estaba en la lista. Dije unas palabras que eran verdades y me golpearon hasta sacarme el aire.
El corazón de Mónica se rompió al escuchar esas palabras. La impotencia y el dolor por lo que estaba viviendo su amiga llenaron sus ojos de lágrimas. Sin pensarlo dos veces, la abrazó con fuerza, deseando transmitirle toda la calidez y apoyo que pudiera ofrecerle.
—Tranquila... tranquila que te ayudaré a salir de esto —susurró Mónica, tratando de ser un refugio seguro en medio del caos emocional. Sabía que las palabras podían ser insuficientes, pero quería que Tessa sintiera que no estaba sola en esta lucha.
De repente, esa intimidad fue interrumpida por una voz familiar—:¡Hola chicas! —dijo Erick con un tono despreocupado.
Al notar el semblante abatido de Tessa, su expresión cambió rápidamente. Quiso preguntar qué le pasaba, pero sus ojos se detuvieron en el leve golpe en la mejilla de Tessa. La preocupación se dibujó en su rostro mientras se acercaba a ella.
—Teressa, ¿qué te sucedió? —preguntó suavemente, sujetando su rostro con delicadeza entre sus manos.
El rostro de Tessa se tornó rojo, una mezcla de vergüenza y nerviosismo, mientras se esforzaba por ocultar el verdadero dolor detrás de su sonrisa.
—Tuve un accidente, es todo —dijo, intentando restarle importancia a la situación. Pero su mirada nerviosa delataba la tristeza que intentaba esconder.
Erick, por su parte, dudó unos segundos ante sus palabras. La preocupación en sus ojos no podía ocultarse.
—Está bien. ¿Estás preparada para la excursión? —preguntó con un tono amable, como si quisiera que esas palabras pudieran arrancar la tristeza del rostro de Tessa.
Pero la respuesta de ella fue un golpe bajo—: Ehh... Yo no iré, hubo una emergencia y tuve que gastar el dinero. —la tristeza en su voz era evidente y resonó en el aire entre ellos como una melodía triste.
La expresión de Erick cambió, su corazón se hundió al ver cómo el brillo en los ojos de Tessa se apagaba.
—¿Por eso estás así de triste? —preguntó suavemente, buscando entender el dolor que la consumía. Tessa asintió lentamente, con la mirada baja y las lágrimas amenazando con brotar nuevamente.
Fue entonces cuando una chispa de inspiración iluminó la mente de Erick.
—No te preocupes, yo te pagaré el carnet de entrada —propuso con determinación en su voz.
La reacción de Tessa fue instantánea; levantó la mirada de golpe, sus ojos reflejando incredulidad y sorpresa.
Tartamudeó— ¿El carnet de entrada? No, ¡es muy costoso! —su corazón palpitaba rápido; era un gesto tan generoso que parecía casi irreal.
Erick sonrió con confianza, queriendo transmitirle seguridad.
—Esto será mi agradecimiento por tu ayuda en mi examen —explicó, sin apartar sus ojos de los de ella.
—¡Erick te está dando este tremendo obsequio! ¡Acéptalo! —las palabras de Mónica resonaron en el aire como un eco alentador.
Tessa sintió cómo una ola de emociones la inundaba: gratitud, sorpresa y un pequeño destello de esperanza comenzaron a florecer dentro de ella.
Con un nudo en la garganta y los ojos brillantes por las lágrimas que aún contenía, Tessa finalmente encontró su voz—: Gracias... no sé qué decir... —susurró.
Erick sonrió con complicidad, su rostro iluminado por una chispa de alegría.
—Entonces anota tu nombre en la lista y dime en qué número quedarás —le dijo, guiñándole un ojo antes de marcharse, dejando tras de sí un aire de confianza y calidez.
Tessa lo observó alejarse, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza. La sonrisa de Erick se quedó grabada en su mente como una imagen perfecta.
Mientras sus dedos acariciaban suavemente sus mejillas, aún impregnadas del cálido tacto de Erick, una mezcla de emociones la envolvió.
—¡Dios mío! ¡Es tan encantador! —murmuró para sí misma, incapaz de contener la sonrisa que emergía de su interior.
...----------------...
...Días después...
El ambiente en las oficinas de las Empresas Lambert estaba impregnado de una tensión palpable, un eco de la frialdad que emanaba del joven sentado frente a su ordenador. Era el CEO y su presencia era suficiente para que el aire se volviera denso.
—Señor, los pasantes llegan mañana en horas de la mañana —anunció su asistente, un joven que intentaba mantener la calma a pesar del desdén que percibía en la voz de su jefe.
El CEO no levantó la vista de la pantalla. Su tono era cortante y autoritario, como si cada palabra que pronunciara fuera un decreto—: Bien, ya sabes qué hacer. No quiero relajos, no quiero mocosos irresponsables y fíjate en las personas más capacitadas para trabajar aquí.
El asistente, sorprendido por la dureza de sus palabras, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era habitual en el CEO ser implacable; no toleraba errores ni debilidades. A menudo, sus empleados se sentían más como fichas de ajedrez en un juego cruel que como personas con aspiraciones y sueños propios.
—Está bien, señor. Por cierto, ¿va a seguir queriendo un pasante para su próximo asistente? —preguntó el asistente con cautela.
La respuesta fue rápida y directa.
—Sí.
Sin más explicaciones ni matices, el CEO volvió a concentrarse en su pantalla, dejando claro que no había espacio para más preguntas.
...----------------...
El sol brillaba intensamente aquel día, iluminando con su luz el camino hacia las Empresas Lambert. Tessa, con su corazón acelerado, se sentía como si estuviera a punto de cruzar un umbral hacia un nuevo mundo lleno de posibilidades.
Sin embargo, no todos compartían esa alegría. Felicia, "la novia de Erick", fruncía el ceño mientras observaba a Erick charlar animadamente con Tessa. Para ella, la cercanía entre ellos era desconcertante.
«¿Desde cuándo se hizo tan amigo de la grasosa?», pensó con desdén.
Felicia siempre había visto a Tessa como una chica común, sin nada que la hiciera destacar. Pero no podía ignorar cómo Erick parecía disfrutar de su compañía.
Al llegar al imponente edificio de noventa pisos que albergaba a Empresas Lambert, el grupo quedó maravillado. La fachada relucía con un diseño moderno y elegante, y los empleados que entraban y salían lucían uniformes impecables que reflejaban la sofisticación de la empresa.
Un joven con lentes apareció ante ellos mientras se agrupaban en la entrada. Su porte era profesional y su voz clara y cordial.
—Bienvenidos a las Empresas Lambert —se presentó—. Soy Tomás Brion y soy el asistente personal del CEO.
El asistente personal del CEO era alguien importante; los ojos de Tessa brillaron mientras lo miraba.
Tomás sonrió amablemente y continuó—: Hoy tendrán una breve orientación sobre cómo funciona nuestra empresa y lo que esperamos de ustedes como pasantes. Quiero que se sientan cómodos y sepan que estamos aquí para guiarlos en este proceso.
La orientación comenzó, y Tomás explicó las distintas áreas del edificio: marketing, recursos humanos, desarrollo tecnológico… cada departamento parecía vibrar con una energía única. Tessa escuchaba atentamente, absorbiendo cada detalle como si fuera una esponja sedienta.
Tomás, con su porte elegante y carisma innato, se convirtió rápidamente en el centro de atención de la sala. A sus veinticinco años, era un reflejo del éxito que muchos aspiraban a alcanzar: alto, con una figura atlética que hablaba de dedicación y disciplina, y un rostro que parecía sacado de una revista. Su estilo impecable, con un traje bien ajustado y una sonrisa encantadora, dejaba a muchas de las chicas boquiabiertas.
Mientras él hablaba sobre la misión y visión de las Empresas Lambert, la atención de algunas de ellas se desvió hacia su apariencia.
—¿Cuándo conoceremos al señor Lambert? —preguntó Felicia.
—El señor Lambert es una persona ocupada. —respondió sin ninguna expresión en su rostro—, pero estoy seguro de que si su agenda tiene un espacio libre vendrá a acompañarnos.
La sala de conferencias se llenó de murmullos emocionados tras la respuesta de Tomás. La figura del señor Lambert, el joven CEO que había tomado las riendas del imperio familiar, era un tema recurrente en las conversaciones entre los pasantes. Se hablaba de su misterioso encanto, su inteligencia aguda y, por supuesto, su atractivo físico que había dejado a más de una con el corazón acelerado.
Tomás mantuvo su expresión serena mientras escuchaba los elogios. Sabía que el señor Lambert era una figura casi mítica para muchos.
El ambiente en el último piso era tenso pero electrizante. Las paredes estaban decoradas con obras de arte contemporáneo y el aire olía a éxito y ambición.
Felicia, que observaba desde una esquina, fruncía el ceño. La frustración burbujeaba dentro de ella mientras veía cómo Tessa se llevaba las miradas y los elogios por su conocimiento. En su mente, comenzó a tramar un plan que podría cambiar la dinámica del grupo y devolverle el protagonismo que sentía le pertenecía.
Con una sonrisa astuta curvando sus labios, Felicia se acercó sigilosamente a Tessa mientras Tomás seguía hablando sobre la importancia de la organización en el trabajo del CEO. En un movimiento rápido e inesperado, Felicia extendió su pie y lo colocó justo en el camino de Tessa, quien no tuvo tiempo para reaccionar.
El impacto fue inmediato. Tessa perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, aterrizando justo al lado del escritorio de la asistente presidencial. Los documentos importantes que estaban organizados meticulosamente volaron por los aires como hojas secas arrastradas por el viento.
El estruendo resonó como un trueno en la oficina, interrumpiendo la rutina del día. El sonido del golpe fue tan fuerte que incluso el CEO, que se encontraba concentrado en un informe, alzó la vista sobresaltado. Un silencio momentáneo se apoderó de la sala antes de que las risas comenzaran a brotar de los labios de algunos compañeros.
La oficina se llenó de un silencio tenso tras la entrada del señor Lambert, cuya presencia imponente parecía absorber toda la energía del lugar. Mientras acomodaba los botones de su saco, sus ojos se posaron en el grupo que había estado riéndose y señalando a Tessa, quien estaba en el suelo, visiblemente afectada por la burla.
Frunció el ceño al percatarse de la escena. Con su voz grave resonando en la sala, preguntó—: ¿Qué sucede aquí?
La autoridad en su tono hizo que todos se congelaran. Las risas se apagaron al instante y las miradas se dirigieron hacia él, atónitas. Las chicas que antes se burlaban se sintieron atrapadas y comenzaron a retroceder, sonrojadas y nerviosas.
Tomás se puso rígido al ver que el señor Lambert estaba allí, un hombre conocido por su carácter firme y su poca tolerancia hacia el alboroto.
—Señor Lambert... —logró articular Tomás, sintiendo el peso de la situación.
La asistente presidencial, viendo una oportunidad para deshacerse de Tessa y desviar la atención hacia ella, levantó la voz con una actitud desafiante.
—¡Lyam! ¡Esta mujer gorda cayó encima de mi escritorio y volteó todo el papeleo! ¡Échala de la empresa!
Las palabras hirientes resonaron en la oficina como un eco doloroso. Tessa, aún en el suelo, sintió cómo el ardor de la vergüenza le subía por el rostro.
Mónica, con una mezcla de indignación y preocupación, observaba cómo sus compañeros se reían nerviosamente después de que el señor Lambert había intervenido. Aunque la rabia burbujeaba en su interior, se esforzó por mantener la compostura.
—No fue su culpa —dijo, dirigiendo una mirada fulminante a sus compañeros—. Ella se tropezó, o... hicieron que se cayera a propósito.
La tensión en la oficina era palpable. Mónica era conocida por su carácter fuerte y su disposición a defender lo que era correcto. Su mirada desafiante hizo que algunos de los más tímidos bajaran la cabeza, avergonzados por el papel que habían jugado en la situación.
Mientras tanto, el CEO observaba a Tessa con una mezcla de sorpresa y compasión. La imagen de ella sentada en el suelo, con lágrimas corriendo por sus mejillas y sangre manando de su nariz, lo hizo sentirse incómodo.
Sin pensarlo dos veces, se acercó a Tessa. Sus movimientos eran suaves y cuidadosos; no quería asustarla más. Cuando vio sus lentes rotos en el suelo, se agachó para recogerlos y, al hacerlo, sintió un nudo en el estómago al ver cómo ella intentaba limpiarse la sangre sin éxito.
—Lo siento —murmuró mientras tocaba ligeramente su nariz para examinarla—. ¿Estás bien?
El gesto de Lyam fue inesperado para muchos; no era común ver al CEO tan involucrado emocionalmente con una mujer. Su voz era baja y llena de sinceridad.
Tessa no respondió; simplemente continuó llorando en silencio, incapaz de encontrar las palabras para expresar lo que sentía. El dolor físico se mezclaba con la angustia emocional de haber sido objeto de burla frente a todos.
Lyam se inclinó un poco más cerca, asegurándose de no invadir su espacio personal. Su mirada era intensa pero suave; transmitía comprensión y apoyo.
—Vamos a limpiar eso —dijo con calma—. No te preocupes por lo que pasó hoy; aquí no toleraremos ese comportamiento.
La tensión en la sala era palpable. Tessa, aún con lágrimas en los ojos y el rostro pálido, se sentía atrapada entre la vergüenza y el dolor físico.
—¡Tomás, ya sabes qué hacer! —dijo Lyam con seriedad, dirigiéndose al joven que había estado esperando instrucciones.
Tomás, aunque nervioso ante la presencia del CEO, asintió rápidamente. Su voz temblorosa apenas pudo salir de su boca—: Sí señor.
Mientras tanto, dentro de la oficina, Lyam permanecía al lado de Tessa, concentrado en ella.
—Señor Lambert. —murmuró, avergonzada—, no es mi intención molestar... puedo ir sola al hospital. Creo que me rompí la nariz y el sangrado no se detiene.
Lyam se detuvo un momento para mirarla directamente a los ojos. Tomó nuevamente la mano de la mujer con firmeza y le dijo—: Está bien, vamos. —la determinación en su voz resonaba como un eco en el aire.
Ella, sorprendida y algo incómoda, respondió—: No, espere señor, puedo ir sola. —con un gesto decidido, retiró su mano.
La reacción de Lyam fue inmediata. La sorpresa se dibujó en su rostro; rara vez alguien se atrevía a negarle algo. Su mente se agolpó de pensamientos: ¿Una mujer negó su mano? O más interesante aún, ¿negó su compañía?
La intriga lo llevó a observarla detenidamente. Aunque era una mujer de figura robusta, al fijarse bien, notó que no era fea; había una fuerza en ella que lo desafiaba.
Sin pensarlo mucho, Lyam insistió—: No me importa lo que pienses, te voy a llevar yo mismo a mi clínica y punto. —su tono era firme y autoritario mientras la tomaba nuevamente de la mano, esta vez con más fuerza.
Ella intentó protestar—: Pero... —su voz temblaba un poco ante la intensidad de la mirada de él.
Lyam la miró con una expresión siniestra que hablaba más que mil palabras. Su mirada era un claro mensaje: no había lugar para la discusión. Ella, sintiendo esa presión y sin poder evitarlo, asintió con obediencia.
Al llegar a la planta baja, el ambiente se sentía tenso. El ascensor se abrió con un suave ding, revelando a sus compañeros en medio de una discusión. Erick, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, estaba regañando a Felicia, quien parecía estar tratando de explicarse sin mucho éxito. La escena era un claro reflejo de la dinámica habitual entre ellos, pero la llegada de Lyam cambió rápidamente el tono.
Cuando entraron al área común, todos los ojos se volvieron hacia ellos. Lyam, imponente y seguro de sí mismo, tenía su mano entrelazada con la de Tessa. Su expresión era fría, casi despectiva hacia los estudiantes que los rodeaban. A su lado, Tessa se sentía pequeña y vulnerable; su figura no contrastaba con la presencia robusta de Lyam. Cada paso que él daba parecía ser tres veces más largo que el suyo, y eso solo acentuaba la sensación de que estaba siendo arrastrada en una corriente que no podía controlar.
Finalmente, llegaron al auto de Lyam. Él le abrió la puerta con un gesto autoritario y luego se subió al vehículo. Antes de que ella pudiera acomodarse, él la miró seriamente y le dijo—: Ponte el cinturón de seguridad, niña. —su tono estaba cargado de repugnancia y superioridad.
Esa palabra resonó en su mente como un eco burlón.
«Hombres ricos y arrogantes», pensó con desdén mientras se abrochaba el cinturón. La forma en que él la trataba le hacía sentir una mezcla de rabia y confusión.
El interior del auto era lujoso pero frío, reflejando la personalidad distante de Lyam. Mientras el motor rugía al encenderse, Tessa sintió que las tensiones entre ellos eran palpables. A medida que avanzaban por las calles, el silencio se hacía cada vez más pesado, lleno de preguntas sin respuesta y emociones reprimidas.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 200 Episodes
Comments
Dervy 🇩🇴
jjaajjajajajjajajajajajajajajajjajajajajajajajajajajajjakakakaka
le salió el tiro por la culata 😂😂😂
Mujercita insignificante y envidiosa 😣😜😜😜😜
2023-06-18
1
Graciela Peralta
que bueno que se fije en ella
2023-01-03
6
Jehiel Ortiz Cruz
un poco irreal , más bien un mucho. pero te doy el beneficio de la duda
2022-12-20
0