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​—Estamos por finalizar el día de clases y bueno, es hora de que vayan a sus respectivos talleres. ¿De acuerdo?

​—Si profa —respondieron mis compañeros.

​—¡Excelente! Keyla, quisiera hablar contigo.

​Todos se giraron a mirarme, como si el hablar con la maestra fuese algo totalmente complicado.

​—¿Ocurre algo profa?

​—No en realidad, solo quería preguntarte a que taller te gustaría unirte. Como acabas de llegar a la escuela es obvio que aun no sepas sobre las actividades extracurriculares que se manejan en el plantel.

​—Escuché algo y suena interesante eso de los talleres. En mi antigua escuela estaba tomando el taller de artesanía y pintura.

​—¡Entonces lo tienes! Tenemos un taller pequeño de arte.

​—O pues, quizá me una a ese club. ¿Que otros talleres hay?

​—Tenemos agricultura, costura, cocina, música y lectura.

​—Gracias por la información. ¿Donde esta el salón de arte?

​Uno de mis compañeros se acomidió a ser mi compañía, resultaba ser que en nuestro salón solo eramos los únicos en este taller. El aula era pequeña en comparación con mi salón de clases, había varios caballetes y estantes con material de artes. Pinturas, brochas, pinceles, pegamentos, resinas y todo eso que nos sirve para crear artesanía.

​—¡Bienvenidos chicos! —dijo el profesor a cargo—. ¿Trajiste a una nueva integrante?

​Mi compañero asintió.

​—¡Hola! Mi nombre es Keyla y no tiene mucho que me cambie a esta escuela.

​—¡Un gusto Keyla! Yo soy el profesor Valdo, imparto este taller. ¡Que bueno que te nos unes! Nos hacen falta más artistas.

​—Si es lo que veo, este club esta un poco vació.

​Solamente había siete compañeros, chicos y chicas que estaban trabajando con piezas de cerámica.

​—¿Es la primera vez que entras a un taller de arte?

​—No, bueno, en mi antigua escuela yo solía estar en un taller como este.

​—¡Genial! Entonces conoces algunas técnicas de pintura y…

​Justo en ese momento fue que su voz nos interrumpió y a mí me dio mucho gusto poder verlo una vez más durante el día. Dentro del salón de arte él parecía estar más despreocupado.

​—Profe, termine de enjuagar las brochas, ¿donde las…?

​Contacto visual. Ojos color miel impactados contra mis ojos llenos de una heterocromia bastante rara. Un ojo de color rojizo y el otro de tono verde azulado.

​—Armin, ella es Keyla, la nueva miembro de nuestro club —dijo el profesor para presentarme.

​—Sí, la conozco.

​El profe se sorprendió. Sonrió de forma chistosa y eso me causo intriga.

​—¡Pues que genial! Entonces trabajen juntos esta tarde.

​—Pero… —el ojimiel quiso poner alguna escusa para evitar estar conmigo.

​—Muéstrale a tu compañera donde están los materiales y pinten algunas piezas de cerámica en pareja.

​¿Pareja? Sonreí de forma inevitable, la neta es que eso sonaba demasiado bien y al menos Armin tendría que trabajar con todo su ser por no pensar en su soledad mientras estuviera conmigo.

​—¡Gracias profe por la bienvenida! Me dará gusto poder trabajar con Armin.

​—De nada. Un gusto tenerte aquí. Yo saldré por algunos minutos a la dirección, tenemos una reunión todos los profesores.¡Pórtense bien chicos!

​Armin se me quedo mirando por algunos segundos, el profesor salio rápidamente y nos dejo solos a todo el taller de arte.

​—¿Que planeas pintar esta tarde?

​—Aun no lo decido. Pero bueno, quiero preguntarte algo.

​—Adelante. ¡Preguntame!

​—¿Me estas siguiendo?

​Sus ojos parecían ser un poco inquisitivos.

​—¿Por que crees que te estaría siguiendo?

​—Pues porque siempre estas donde yo estoy.

​—¿Y eso es malo?

​—Pues...

​—Lo que supones no es verdad. Si mi intención fuese seguirte a todos lados, sabría donde vives, cual es tu lugar favorito o hasta la hora en que sueles ir al baño. ¡Y ese no es mi estilo! Me caes súper bien y tengo curiosidad por ti, pero la neta que no va conmigo el andar acosando a las personas. Así que no te estreses, no soy una psicópata. ¡No te haré daño!

​Se me quedo mirando por algunos segundos más y parecía no creer en mi respuesta. ¿Por que interesarme en un chico aparentemente reservado y amargado?

​—De acuerdo. ¡Te creo! Ahora vamos a elegir las piezas de cerámica.

​Caminamos hasta el área de estantes, nos concentramos en el mueble que estaba lleno de figuras en blanco. Armin eligió un medallón de girasoles y yo una figura de una rana sobre una piedra. Nos sentamos juntos frente a una mesa y pusimos las pinturas necesarias.

​—Diecisiete.

​—¿Diecisiete?

​—Si, tengo diecisiete. Hace rato antes de que termina el recreo me preguntaste eso.

​—Es cierto.

​La neta había olvidado nuestra conversación de hace rato.

​—Yo pensé que tendrías como dieciocho.

​—Cumplo los dieciocho hasta agosto. ¿Y tú?

​—Yo tengo quince, los cumplí en enero.

​Hubo un silencio breve, los demás compañeros platicaban un poco para hacer mas amena la estancia en el taller y sonaba una melodía tenue de piano que el profesor había seleccionado para dar paz e inspiración al taller.

​—¿Por que no te gusta venir a la escuela? —le pregunté.

​Sus ojos me observaron de forma curiosa.

​—¿Tú que crees?

​—Creo que estas bien chistoso. ¡La neta!

​Se saco de onda.

​—¿Como que estoy chistoso?

​—Pues sí. Creo que estas en la mejor etapa de tu vida como para decir cosas así. Deberías aprovechar que tus padres te dan la oportunidad de estudiar.

​—¿Mis padres? ¿Que sabes de eso?

​—Pues…

​—Si tu supieras en realidad el porque no me gusta todo esto, lo más probable es que… así evitarías tener que decir un montón de cosas sin sentido. Pero como no sabes todo de mí...

​Esta vez el tono de su voz me hizo sentir que él estaba molesto. ¿Por que se había enojado? De verdad que este chico estaba amargado.

​—Pues si, por eso hago preguntas y trato de ser amable contigo. ¡Quiero poder conocer tu realidad! ¿Esta mal que quiera intentar conocerte? Si tan solo te conociera bien, entonces no tendría necesidad de estar preguntándote.

​Se quedó callado. No dijo nada y no me preocupo su reacción.

​—¿Tu ojos son naturales?

​—¿Te refieres al color o a…?

​—Al color.

​Sonreí. Sentí bonito de que él me estuviera preguntando .

​—Si son naturales. Tengo heterocromia.

​—No sabia que así se llamaba.

​—Si es que no es muy común.

​—Yo creo que se te ve bien.

​—¿De verdad?

​—Si. Como que eso te hace ver linda.

​Moví mis cejas suavemente hasta arquearlas.

​—Pues gracias por hacerme ruborizar. No esperaba que el chico tímido pudiera decir cosas directas.

​Sus mejillas se pintaron un poco de rubor.

​—Bueno es que…

​—¡Eres un buen tipo!

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