Un visitante nocturno

Después de bañarse y ponerse una ropa más cómoda, Gabriela bajo al comedor en Donde se reunió con Evaristo para almorzar. Solo estaban ella y él almorzando. La comida de Diego estaba tapada con un plato de vidrio.

- Yo creí que le gustaba comer- dijo Gabriela mirando la comida de Diego.

- Le fascina- sonrió Evaristo- Pero supongo que tiene cosas más importantes que hacer.

- ¿Y María?

- No come con nosotros- dijo Evaristo- La servidumbre no se sienta a la mesa, señorita.

- ¿Y yo?- ella frunció el ceño- Yo soy parte de la servidumbre.

- Es la niñera de Diego.

- ¿Y eso me pone por encima de los demás empleados?- preguntó ella un poco incómoda.

Evaristo sonrió y suspiró.

- Okey- dijo él- Le diré la verdad. Diego nunca ha soportado que su niñera sea tratada como una sirvienta. No sé por qué, pero le molesta.

Todo eso le parecía muy extraño. Sin embargo, se sentía tranquila sabiendo que no recibiría un mal trato durante su estadía en aquella casa.

- ¿O sea que... ha tenido otras niñeras?- preguntó Gabriela.

- Cuatro- dijo Evaristo.

- ¿Qué les pasó?- preguntó ella confundida, y preocupada por la respuesta que estaba a punto de escuchar. Después de todo, cuatro niñeras ya era demasiado.

- Bueno... yo solo le conocí a dos- dijo él- La que estuvo antes de usted, tuvo que irse por asuntos personales, eso a Diego lo destrozó, él estaba muy encariñado con ella. Y la que estuvo antes que ella, pues... Evaristo sonrió- Ya la conociste.

A ella le tomó unos segundos analizar aquello.

- ¿Se refiere María?- Preguntó Gabriela extrañada.

- Exactamente- dijo él- Ella nunca ha sido del agrado de Diego ¿Sabe?

- ¿Por que no?

- La verdad, no sé- dijo él- cuando Diego llegó a mi, lo hizo acompañado de María, y él ya la trataba mal, a pesar de lo mucho que ella se esforzaba por que él estuviese feliz.

- ¿Que?- dijo Gabriela, desconcertada- Pero... Eso es muy raro, porque María habla de Diego como si él fuese una criatura encantadora

- Lo es- dijo Evaristo de una forma áspera- Pero es muy complicado; nunca sabes que lo va a enfadar y que no.

- Entiendo- dijo ella un poco preocupada por lo que le tocaba vivir- Y... ¿Como es que María sigue aquí entonces?

- Con el tiempo se volvió más una trabajadora domestica que una niñera- dijo él- Ella hace casi todo aquí. Es imprescindible para esta casa.

De pronto, Gabriela comenzó a sentir de nuevo aquél escalofrío que había sentido en las escaleras. Diego entró a la sala del comedor y caminó hacia su silla.

- ¿Te lavaste las manos?- preguntó Evaristo antes de que Diego se sentara.

Diego se detuvo y lo miró, con su rostro libre de expresiones.

- No me mires así. Lávate las manos.

Él se retiró nuevamente.

- ¿Él siempre es así?- preguntó Gabriela, tratando de ignorar lo que le acababa de pasar.

- Es un chico de pocas palabras- rió Evaristo.

Gabriela no le encontró la gracia. Se puso a pensar de repente en aquella niña que había visto en las escaleras. Entonces se dio cuenta de algo.

- ¿La niña tampoco come en la mesa?- preguntó confundida- ¿es hija de alguno de los trabajadores de la casa?

Evaristo la miró un poco confundido.

- ¿Cuál niña?- preguntó.

- Cuando llegué vi a una niña sentada en las escaleras- dijo Gabriela- Una pelirroja, muy bonita.

Evaristo parecía en verdad confundido como si no supiera de quien hablaba Gabriela. De pronto, Diego entró de nuevo en el comedor y se sentó. Él escalofrío de Gabriela fue muy débil esta vez.

- ¿Te lavaste las manos?- Preguntó Evaristo. Y Diego le mostró sus manos.

- Perfecto- dijo Evaristo- Si te la vas a pasar jugando con tierra, por lo menos lávate las manos después de jugar.

Él volvió a mirar a Gabriela.

- ¿En que estábamos?- preguntó Evaristo a Gabriela.

- La niña- dijo Gabriela.

- Ah sí- interrumpió Evaristo luego miró a Diego como sospechando algo de él- Diego, la Señorita Guerra, dice que vio a una niña dentro de la casa. Una niña pelirroja. ¿Sabes algo al respecto?

Diego miró a Gabriela con sus ojos amarillos y su rostro sin expresiones por unos segundos y ella a él. Luego volteó a mirar a su tío de la misma manera, y negó con su cabeza despacio.

- ¿Seguro?- preguntó Evaristo arqueando las cejas. Y Diego asintió con la cabeza

Soledad; Elena la describía como un silencio en la existencia. Entonces creía que entendía a lo que se refería, pero ahora, no estoy segura de haberlo entendido bien. Llevo aquí más o menos cinco horas, y todos, salvo Diego, han sido muy amables conmigo. De verdad son personas agradables, pero me he sentido tan sola.

Hoy durante el almuerzo Estuve hablando con el señor Halliwell. Hablamos de muchas cosas, pero el silencio de Diego me incomodaba tanto. Ni siquiera me miraba, aunque yo si lo estuve observando mientras comía. Noté que tiene más modales en la mesa que cualquiera que yo haya conocido. Sin embargo, fue algo realmente perturbador, parecía vacío, ausente. Es como si se hubiese ido y dejado su cuerpo.

Gabriela casi rió al escribir esa última línea. Luego tomó aire y continuó.

Es él, es él quien me hace sentir sola, rechazada. No sé por qué, pero me hace sentir que no encajo aquí. ¿Por qué pasa esto? ¿Acaso tiene que ver con lo que Elena decía? Empiezo a odiar las filosofías de Elena, sus metáforas, ¿Qué le costaba hablar claro?

Se me pidió que descansara hoy y empezara mañana con mis labores, las cuales no parecen ser muchas. Solo debo asegurarme de que Diego este bien, y considerando que ese niño ni habla, no creo que sea tan difícil, a pesar de lo que me han contado y lo que he visto de él.

Debo bajar; Evaristo se va y quiero estar presente para despedirme.

Mas tarde:

Acaba de irse. Todos, menos Diego, estuvimos allí para despedirlo. ¿Que le pasa a ese niño? ¿No le importa el hecho de que no volverá a ver a su tío por meses?

Me pregunto en donde anda ahora. Que buena niñera estoy resultando ser.

Alguien llamó a su puerta y ella fue a abrir. Era Maria.

- Hola- le dijo ella

- Ya vamos a cenar- dijo Maria- Te sugiero que bajes.

- Okey- dijo ella- ¿Y Diego?

- Ya le avise- sonrío Maria- Me dijo que te sirviera a ti primero.

- ¿Eso es malo o bueno?- sonrió Gabriela nerviosa.

- Viniendo de él... no tengo idea- rió ella- Ya baja, necia.

La mesa estaba servida para dos personas. La comida situada en la cabeza de la mesa estaba tapada; obviamente era la de Diego. Ella se sentó en el lugar que había ocupado Diego horas antes.

- ¿Por que no comes con nosotros?- Le pregunto ella a Maria

- Yo ya comí- sonrió Maria- Además... este comedor me da escalofríos.

Gabriela sonrió. Era cierto; aquella sala lucía muy lúgubre, con la luz tenue y los cuadros en las paredes, los cuales, no notó antes.

- Esos cuadros no estaban aquí- dijo extrañada.

- Los pusieron hace rato- dijo Maria- Los habían quitado porque estaban pintando las paredes. Y todavía falta cuadro.

Gabriela miró los cuadros. Cada uno estaba ambientado en una época distinta, pero tenían una cosa en común: Sus protagonistas eran mujeres.

- Te voy a dejar- dijo Maria- tengo que arreglar unas cosas en mi cuarto

- Okey- sonrió Gabriela.

María salió de la sala y Gabriela se quedó allí sola, echándole una última ojeada a los cuadros desde su silla, antes de comenzar a comer. Uno de esos cuadros le despertó cierto interés. Se trataba de una mujer rubia que cabalgaba furiosa en un caballo blanco, con una gran espada en alto, y vestida con una especie de armadura rosada. Se veían varios caballeros sangrando y gritando a su alrededor.

- Cautivadora mujer- se dijo.

- ¿Verdad que si?- dijo una voz infantil, pero fría y pasiva.

Gabriela casi dio un salto del susto. No entendía como se había sentado Diego a la mesa sin que ella lo hubiese visto, o escuchado, o por lo menos sentido.

- Di... Diego- tartamudeo ella pasando el susto.

Él ya estaba comiendo su comida, lo hacia lentamente y sin mostrar expresión alguna. Estaba tan erguido en su asiento que parecía una estatua de cera.

- Hola- agregó ella.

- Por favor, disculpe- dijo él, pero sin mirarla y con la misma voz fría y pasiva de antes- Me han dicho que fui muy grosero con usted esta tarde.

Sus labios apenas se movían cuando hablaba. Y parecía mirar a la nada, sin pestañar y sin siquiera mover el rostro ¿Como podía hablar sin hacer gesto alguno?

- Le juro que no lo hice apropósito- agrego él.

- No... no te preocupes- sonrió ella, aún un poco nerviosa- Fue algo sin importancia.

- Aún así, perdone.

- Estás perdonado- sonrió ella.

Diego continuó comiendo despacio y ella tras suspirar y calmarse un poco, comenzó a comer. Pero de soslayo, detallaba la forma de comer de Diego; muy educado para ser un niño de doce años.

Tras comer varios bocados de su comida, ella volvió a mirar el cuadro de la mujer y decidió romper el silencio que había quedado de repente.

- ¿Quien es la mujer del cuadro?- preguntó- ¿Algún personaje histórico?

Diego miró el cuadro fijamente por unos segundos, inexpresivo como siempre, luego miró su cena.

- Galatéa Berzelius- dijo él.

- ¿Es... un ancestro o... que?- Pregunto ella confundida y Diego la miró.

- No - Dijo- Galatéa Berzelius es el nombre de la pintura. Es una obra que tiene más de setecientos años.

- ¿Es... enserio?- dijo ella impresionada y algo incrédula- Debe valer mucho.

- Trescientos cincuenta mil dólares- dijo Diego y luego miro su comida de nuevo.

- ¿Que?- Gabriela casi se ahogó con su arroz- ¿Y no les da miedo tenerla tan expuesta?

- No. El arte es para ser visto y admirado- Él la miró- ¿No esta de acuerdo?

- Cla... Claro- tartamudeó ella, y luego sonrió desconcertada- Y supongo que trescientos cincuenta mil dólares no son nada para tu tío ¿O sí?

- Él no compró el cuadro- dijo Diego- Mi hermana me lo regaló en mi cumpleaños.

- ¿Ah?- dijo ella sorprendida en verdad.

- Es mi cuadro más preciado ¿Sabe?- dijo él sin darle importancia a la reacción de Gabriela- Y no lo digo por el valor monetario.

Ella solo se preguntaba ¿Qué clase de hermana hacía un regalo así de costoso y extravagante a su hermano de 12 años? Definitivamente no era algo normal. Pero suspiró y trató de ocultar un poco su desconcierto.

- Me lo imagino- Sonrió ella- Es un regalo de tu hermana. Debe tener un gran valor sentimental para ti.

Ambos continuaron comiendo y minutos después, ella miró los otros cuadros. Muchas mujeres, con hermosos vestidos y joyas sonreían como preciosos Ángeles. Algunos cuadros no se veían con claridad debido a la poca luz que había en el lugar.

- ¿Y todos son iguales de costosos?- Preguntó por curiosidad

- No- dijo Diego sin dejar de comer- Los demás los pinté yo.

- ¿De verdad?- sonrió ella impresionada.

- Es un pasatiempo mío- dijo él- Me ayuda a relajarme.

- Pues tienes mucho talento- dijo ella sinceramente.

- Gracias- dijo el, pero como siempre, sin mostrar emociones.

En verdad estaba impresionada. Era increíble que un niño de doce años pudiese pintar retratos de ese nivel. Pero entonces sintió más curiosidad.

- Pero... ¿Por qué todos los cuadros son de mujeres?- preguntó- ¿Quiénes son?

- No son nadie en particular- dijo él, luego miró hacia los cuadros- He conocido muchas mujeres hermosas, y... me baso en ellas para crear mis pinturas.

- ¿Muchas mujeres?- sonrió ella con interés- Explícate.

Él la miró fijamente por unos segundos y luego, por primera vez, ella lo vio parpadear, aunque no mostró expresiones.

- Siempre he estado rodeado de mujeres hermosas- dijo él y miró de nuevo hacia los cuadros- Mis niñeras, mis hermanas, mi madre... y mis amigas.

- Pues... deberías sentirte afortunado- sonrió Gabriela- Muchos hombres te envidiarían.

De pronto, Diego dejo de mirar los cuadros, y miro fijamente su comida, luego puso su tenedor a un lado del plato.

- ¿Qué pasa?- quiso saber Gabriela.

- Yo...- dijo él, con su acostumbrada voz infantil y pasiva, y por supuesto, sin mostrar expresiones- Tengo que retirarme.

- ¿Qué?- pregunto Gabriela mientras él se ponía de pie- Pero no has comido nada...

- Lo siento- dijo el- Me tengo ir a acostar.

- Pero todavía es temprano...- dijo ella, pero Diego ya estaba saliendo de aquella sala.

Lo escucho subir las escaleras.

- Tan bien que íbamos- dijo ella desilusionada.

María se encontraba sentada en uno de los escalones de la entrada, mirando la luna, cuando William se le acerco con cara de preocupación.

- ¿Lo sentiste?- Pregunto William- Fue muy grande esta vez.

- Dijo que no nos preocupáramos- dijo ella tranquilamente- Obedece. Si lo dijo es por algo.

- Pero... ¿Él no va a ir a ver tampoco?

- Probablemente, él ya está allí.

Pocos minutos más tarde, Diego caminaba sin prisa por el oscuro bosque, que era aquella montaña. Aquella noche no se escuchaba ni el cantar de un mísero grillo, y la brisa, pese a que había un frío insoportable, parecía haberse esfumado de la montaña. Nada de eso era normal, nada de eso debía pasar, nada de eso era permitido en su montaña.

Llegó a un pequeño claro, en donde se encontró frente un hombre de espaldas, vestido todo de blanco. Era totalmente calvo.

- Te tardaste mucho- dijo el hombre con voz gruesa y jovial- Ya me estaba aburriendo.

- ¿Has osado entrar a mis dominios sabiendo que no debías?- Dijo Diego con su acostumbrado voz pasiva y fría- ¿Quién eres y como burlaste mi seguridad?

- No tiene caso decírtelo- Dijo el hombre girándose hacia él. Tenía ojos rojos y dientes muy filosos- Ya que tu morirás aquí, Diego Halliwell.

Sin una señal o aviso, él hombre se desplazó tan rápido hacia Diego, que un ojo humano jamás hubiese podido verlo. Pero Diego dio un paso atrás y logró esquivar las largas uñas de aquel hombre, antes de que lograran desgarrar su garganta. Lo miró con su rostro inexpresivo.

- Arruinaste una hermosa y deliciosa cena con mi niñera nueva- Dijo con su misma voz fría y pasiva- Será mejor que des una buena pelea, aunque lo dudo.

El hombre siguió atacando con sus garras a una velocidad increíble, y con mucha ira. Pero Diego esquiva sus golpes sin problemas.

- ¡Deja de huir!- gritó el hombre desesperado.

De pronto, el sujeto saltó muy alto por los aires e hizo aparecer un gran hacha en sus manos, y sosteniéndola en alto, se dirigió a cortar a Diego por la mitad. Pero...

- Patético ser- dijo Diego

Lo siguiente sucedió en fracción de segundos: el brazo de Diego se estiró como goma elástica hacia aquel hombre mientras aún estaba cayendo hacia él y se estrelló contra su abdomen. El hombre cayó al suelo de rodillas, sujetándose su estómago adolorido, sin aire. Su hacha desapareció.

- Esto no fue divertido- dijo Diego, tan frío y pasivo como siempre. Su brazo volvió a la normalidad- ¿Por qué creí que lo sería? ¿Por qué dejé a mi niñera comiendo sola para venir hasta aquí?

- Maldito- dijo el hombre con un hilo de voz, y poniéndose de pie.

- Abajo- dijo Diego, y de pronto fue como si una fuerza invisible hubiese obligado al hombre a arrodillarse.

- ¿Que mier...? -Gruñó el hombre confundido y aterrado, al ver como su cuerpo no le respondía.

- Solo mi familia y yo tenemos derecho a pisar estas tierras- dijo Diego comenzando a caminar hacia él- ¿No te lo advirtieron?

- Por favor...- suplicó el hombre.

- Responde- dijo Diego mirándolo directo a los ojos.

- Vi...- dijo el hombre asustado- Vi... Vi a las niñas, pero...

- Debiste saber que no estaban solas- dijo Diego- Pero ellas no pudieron haberte permitido la entrada ¿Quién lo hizo?

- No... No puedo decírtelo. Me matará.

- Yo te mataré y lo gozaré más- dijo Diego- Puedes estar seguro de eso.

El hombre solo lo miró aterrado, en silencio. Diego levantó la mano frente a sus ojos, y de pronto, una ardiente llama apareció en su palma.

- Tu lo pediste- dijo Diego

Gabriela, quien recién terminaba su cena, pudo escuchar el grito desgarrador de aquel hombre a lo lejos.

Más populares

Comments

Elizza Diaz

Elizza Diaz

Definitivamente esta criaturita tiene más de 12 años!

2023-07-04

1

Elizza Diaz

Elizza Diaz

ancestra de Dacula o alguien más ?, podría ser🤔

2023-07-04

0

Elizza Diaz

Elizza Diaz

Andaleeee!!😱

2023-07-04

1

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play