...~LUCAS~...
¡No puedo creerlo!
No, no, no, no...
No era así como imaginé que atravesaría mi "Dulce Espera".
Justo ahora me encontraba al teléfono con un viejo colega al que llevaba más de un año sin ver en persona. Él era el mejor abogado que conocía.
Gracias a su habilidad en el juzgado, conseguí conservar mi hogar y mi auto tras el divorcio por el que atravesé hace más de un año.
Mi ex esposo se fue de casa con la vajilla que me regaló su tía, la tostadora y la cafetera.
Ese maldito imbécil pretendía dejarme en la calle, pero no lo consiguió.
Jude Davis, abogado de profesión, respondió positivamente a mi pedido de ayuda. Aunque me pidió que nos reuniéramos lo más pronto posible para hablar sobre el tema a profundidad.
Mary miró con ojos fulminantes a Nathan Brown, quién hablaba por teléfono con sus propios abogados. Y sí, él habló en plural sobre ellos. Al parecer, su compañía constructora requería un buen bufete de abogados respaldándolos, y ahora, el señor Brown poseía un equipo especial para repartir cuantas demandas fueran necesarias.
Tomé asiento en mi silla ortopédica, mientras observaba al hombre cuyo esperma echaba raíces en mi vientre. Bueno, Jude mencionó de pasada algo relacionado con una prueba de ADN. Había una baja tasa de probabilidad de que el temperamental hombre que entró a mi oficina como un huracán no fuera el padre biológico de mi bebé, pero era necesario descartar un posible error en su acusación inicial.
¿Qué tal si se equivocó de persona y su hijo se encontraba en la pancita de alguien más?
Era mejor saberlo desde ya, así nos ahorramos muchos problemas.
Acaricié distraídamente mi vientre abultado. Toda esta situación no le hacía ningún bien al bebé.
Me quedaba un mes más de trabajo antes de tomarme el último tramo de mi embarazo en serio. Si por mí fuera trabajaría en mi consultorio hasta una semana antes de que naciera el bebé, pero, por recomendación médica, decidí conseguir un remplazo temporal.
Hice una mueca tras sentir un pinchazo en mi pancita, así que la acaricié con más insistencia.
—¿Necesitas algo? —preguntó Nathan con el ceño fruncido. Había algo parecido a preocupación en sus atractivas facciones—. Ya casi es la hora del almuerzo.
—No tengo apetito...
—Inaceptable —sentenció solemne—. Debes alimentarte correctamente, mañana irás con una nutrióloga de mi confianza, luego, te llevaré con el doctor de cabecera de mi familia, él me ha tratado desde que estaba en el vientre de mi madre, así que no debes preocuparte de nada.
Aquello no...
No estaba bien...
—¡Aguarda un segundo! —solté con una sonrisa consternada—. ¿Qué crees que estás haciendo?
—Estoy cumpliendo con mi deber como padre —mencionó aquello como si mi pregunta fuera la cosa más absurda que escuchó en el día.
—Oh, no, claro que no.
—¿Realmente quieres hacer esto por las malas? —inquirió irritado.
Me disponía a responder a su estúpido comentario sobre si estaba dispuesto a pelear mi derecho de criar a mi bebé solo, tal y como yo lo decidí en primer lugar.
¿Quién rayos se creía que era?
No era mi culpa que la clínica cometiera un error, pero en este punto, a lo que a mí respecta, no planeo presentar un reclamo.
¿Tengo derecho a hacerlo?
Sí, lo tengo.
Pero, hacerlo real, era una manera indirecta de renegar sobre mi hijo y no, no estaba dispuesto a hacer algo como eso.
Amo a mi bebé.
Y no permitiré que nadie se interponga.
—Escucha —dijo el señor Brown tras un suspiro pesado—. Sé que este bebé es tuyo, ¿de acuerdo? pero necesito que comprendas que también es mi hijo. Es tan tuyo como mío.
Negué. Porque no, no era cierto.
¡Diablos! Yo solo pagué por el esperma de un tipo pelirrojo de ojos verdes originario de Irlanda.
Pensándolo bien, la clínica de reproducción asistida sí merecía una buena demanda de mi parte.
—Señor Brown, ¿cómo consiguió todos mis datos? ¿Quién le proporcionó mi información privada?
—Por medio de mis abogados, persuadimos al doctor Robert Evans de que nos diera tu nombre y todos los detalles sobre el estado del bebé, es por eso que sé que es un niño —sonrió encantado—. Y toma esto como una rama de olivo de mi parte, pero me sentí aliviado cuando te vi. Eres un hombre de buena apariencia. Mi hijo será hermoso.
Bufé ante su escuálido cumplido. Sonaba a que me estaba haciendo un favor al decir eso.
—Ya que sabes tanto sobre mi vida, hablemos un poco más en confianza —dije en cuanto cruzaba los brazos.
Nathan asintió.
—¿Cuántos años tienes?
—Treinta —dijo él.
Vaya, es solo mayor a mí por dos años.
—Tengo mucha curiosidad sobre tus motivos para ir a la clínica del Dr. Evans... —lancé el comentario sin meditar mucho al respecto. Al final de cuentas, lo justo era que él me contara detalles sobre su vida, así yo dejaría de lado aquella aura tétrica que creé sobre él.
Nathan Brown resopló. Se acomodó sobre su asiento y me miró a los ojos.
—Congelé mi esperma.
Asentí en espera de que desarrolle más su historia.
—Mi novia y yo queríamos tener hijos en un futuro no tan lejano. En especial yo... Pero ella no deseaba pasar por todo el proceso del embarazo, ya que su carrera como modelo podría verse perjudicada, así que llegamos a la conclusión de que alquilaríamos un vientre.
Asentí ante sus palabras. Nathan hablaba con bastante sinceridad y elocuencia, así que no había dudas de que ninguno de los dos éramos responsables de este incidente.
—Mi novia... ella... bueno, ex novia a decir verdad —él pasó una mano sobre su cabello, visiblemente frustrado—. Donó sus embriones y fueron fecundados in vitro, pero luego de una gran pelea que tuvimos poco después, ella mandó a destruir los embriones fecundados sin mi consentimiento.
—Comprendo —asentí con empatía.
—El esperma que sobró de ese procedimiento fue reservado y por alguna razón terminó dentro de ti.
Una mueca de vergüenza pura atravesó mi rostro.
—No vuelvas a decir eso.
Nathan soltó una risa profunda.
Debo admitir que sus dientes son tan perfectos como su rostro.
—Sonó mal, ¿cierto? —Comentó entretenido—. Es gracioso porque es verdad.
Negué con una pequeña sonrisa burlona.
—Te invito a almorzar, ¿estás de acuerdo? —inquirió con una clara mejora en su actitud.
—No sé si sea apropiado...
—Por favor, insisto —se puso de pie para acercarse a mí y ayudarme a levantarme de mi asiento—. Tómalo como una disculpa de mi parte. No debí alterarte.
Asentí y él me dio el espacio suficiente para moverme.
—De acuerdo...
Ambos nos disponíamos a marcharnos, pero no sin antes someternos a las miradas inquisidoras de mi secretaria.
Mary no dudó en amenazar al señor Brown una vez más. Él, mucho menos estresado que hace una hora, evitó mirarla con mala cara.
En su defecto, la ignoró olímpicamente.
Algo es algo...
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Comments
Cristina zevallos
interesante los capítulos, me encanta :)
2022-06-03
27
Teresa Castillo
esta novela es algo parecida a una que acabo de terminar de leer 🤔🤔🤔
2024-09-15
0
Erika Suarez
autora puedes explicar ese término
2024-07-09
0