No hace mucho tiempo en el número 126 de la calle Zaragoza, en uno de los tantos municipios del estado de México, vivió un individuo de singular personalidad, él fue mi vecino durante algunos años, había quienes decían que era excéntrico, otros que era raro y otros más como los niños que no lo conocían, decían que estaba loco, era chistoso ver como los niños le tenían miedo, hasta acercarse a su casa los asustaba, durante algún tiempo entre los niños rondo el mito de que él comía niños, ja, ja, ja... eso sí que lo hizo enojar mucho cuando se enteró, hay tantas anécdotas que contar de este hombre, de las cuales les iré hablando en el transcurso de este libro.
El día que yo lo vi por primera vez, fue el día en que se mudó, debido a que para realizar su mudanza ocupó un camión enorme, al estacionarse para bajar sus cosas el camión tapaba la entrada de mi casa, ¡fue ahí que lo conocí!, un tipo de personalidad amable a decir verdad, aunque su actitud y lenguaje corporal decían lo contrario, en su semblante se le notaba un dejo de fastidio, además del cansancio propio del esfuerzo que imprimió en su mudanza - Siempre es cansado mudarse, aparte de la carga que representa para nuestra mente el dejar todo lo que conocemos, se le suma el cansancio físico por trasladar todas nuestras pertenencias -, se acercó a mí a disculparse por el inconveniente que me causaba con el camión de la mudanza, acto seguido pidió al conductor lo moviera un poco para permitirme la entrada, recuerdo haber entrado a mi casa y acto seguido asomarme por la ventana para ver la mudanza, con un sentimiento de expectativa hacia el nuevo vecino, recuerdo haber visto que bajaban un sillón color negro con detalles en aluminio cepillado, contrastante con una mesa de centro de madera tallada con motivos holísticos, varios cuadros con imágenes holísticas, otros más de paisajes hermosos y también unas cuantas esculturas de dragones, magos y hadas, por lo que los niños que jugaban al rededor se detenían a ver con ojos de sorpresa y murmurando entre ellos - Después me entere de que desde ahí los niños le apodaban el hechicero -, el nuevo vecino solo les decía: "Cuidado, niños no pasen por aquí en estos momentos, porque los señores están bajando las cosas, no vaya a ser que ocurra un accidente, en ese momento pensé en invitar al nuevo vecino a cenar a mi casa para socializar un poco, a mí me serviría de compañía para cenar.
Minutos después de que terminara la mudanza, me dirigí hacia la puerta de su casa, toque el timbre y él pronto atendió a mi llamado, todavía con un semblante agitado me dijo: "Buenas, ¿en qué puedo servirle vecino?", a lo que yo respondí:
- Buenas tardes\, vecino\, vengo a invitarlo a usted y su familia a cenar a mi casa\, para conocernos un poco más\, ¿qué le parece mi propuesta vecino?...
Logre ver que en su semblante una sonrisa se dibujaba y con una risa amistosa dijo:
- Me parece muy bien vecino\, pero ¿no cree usted\, que eso lo podríamos empezar a hacer desde ahorita y no hasta la cena?...
Sus palabras me hicieron entrar en duda, pensé:
- "¿Qué le pasa a este?\, lo estoy invitando a cenar y él prefiere que nos conozcamos desde ahorita\, que descortés\, tan fácil que era decir\, si vecino\, ¿a qué hora?\, y asistir".
Mi ceño se tornó confuso y le pregunté:
- ¿Por qué dice eso vecino?
Su semblante cambió, se volvió hacia mi serio - Pienso yo que se dio cuenta de mi confusión - y con un gesto de amabilidad se dirigió hacia mí y me dijo:
- Mucho gusto vecino\, soy el Sr. Williams\, mis amigos me dicen el "Sr. B".
- Yo: Mucho gusto Sr. Williams.
Acto seguido me interrumpió y dijo:
- Llámeme Sr. B por favor ya me he acostumbrado a que me digan así.
Y prosiguió:
- Considero que hemos dado el primer paso para conocernos\, ¿no piensa usted lo mismo?...
La pausa fue un poco larga, ya que tarde en comprender la situación, cuando por fin entendí lo que el Sr. B trataba de decirme con una sonrisa conteste:
- Yo soy el Sr. Rodríguez... Roberto Rodríguez... pero puede decirme Roberto
Le extendí la mano y él la estrecho en forma cálida, como si al estrecharla me diera la bienvenida a su familia, fue algo muy acogedor.
- Sr. B ahora que nos hemos presentado\, ¿aceptaría entonces mi invitación a cenar?
El Sr. B sonrió y dijo con un gesto cómico:
- Pero claro vecino\, ¿usted cree que me perdería una cena gratis\, en tan grata compañía?... por supuesto que acepto\, solo que la Sra. B y mis hijos no van a poder asistir.
A lo que yo pregunte de inmediato:
- ¿Es que acaso no se encuentran en casa?
El Sr. B soltó la carcajada y me contesto riendo:
- No vecino\, ¡no!\, lo que pasa es que no existen\, ni la Sra. B\, ni los hijos del Sr. B\, yo soy soltero.
Al oír esto yo solamente reflexionaba, ¡qué tipo tan raro!, además de que me intrigaba la situación de que el Sr. B aparentaba tener como unos 40 años, lo cual hacía más interesante el que no tuviera hijos o estuviera casado.
- Yo: Perdóneme Sr. B\, yo pensé que... bueno olvídelo\, pero de todas formas yo lo espero a cenar\, ¿le parece bien a las 9:30 pm?\, para que tengamos un poco de tiempo para seguir platicando\, me parece que usted tiene mucho que contarme y yo quiero hacerle algunas preguntas.
- Espero que esas preguntas no sean muy indiscretas - Bromeo el Sr. B - soy muy malo en las entrevistas y más cuando hay preguntas muy picantes.
Reímos por un momento y acordando formalidad nos despedimos con un gesto de recordatorio:
- Yo: Entonces nos vemos a las 9:30 pm\, traiga consigo el apetito Sr. B.
- Sr. B: Téngalo por seguro vecino.
Y entre risas, él cerró la puerta y yo regresé a mi casa, ya pensando en el menú de la cena.
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