Despierto asustada con mi corazón latiendo deprisa. Ese maldito sueño otra vez, han pasado 6 años y sigue repitiéndose.
Odio las pesadillas. Al mirar el cuarto donde me encuentro, sé por qué pasó. La maldita puerta está cerrada.
Salgo de la cama sin hacer el menor ruido y busco mi ropa que se encuentra regada por el suelo. Miro al hombre recostado y me odio. Me pasa cada vez que cometo el mismo error.
Y este sólo tenía su sonrisa, sólo su sonrisa.
Salgo de su departamento sin dejarle una nota, espero que entienda que sólo fue un rollo de una noche y se sienta agradecido cuando descubra que me he ido.
Veo el letrero que me dice que estoy en 80 Avenue. Por lo menos estoy en Brooklyn. Camino un par de cuadras hasta tomar un taxi.
–To Allstate Insurance in N Henry, St, please.
–Ok.
Es una suerte que mi departamento este al lado de una compañía de seguros. Cuando llegué donde mi tía Ruth y no conocía nada, me enseñó como volver a casa. Sonrío al recordarla, tan parecida a mi papá en su sentido del humor y en lo cariñosa. El cáncer se la llevó hace 2 años y me dejó su departamento y todo lo que tenía. Mi tía Ruth nunca tuvo hijos con George, su esposo, y al enviudar, sólo me tenía a mí.
Cuando llegamos, le pago al taxista la carrera y me bajo. Al entrar a mi departamento me siento tranquila, en casa. Corro a mi ducha para borrar la noche anterior de mi cuerpo.
No sé por qué sigo haciendo esto, si después de cada vez me siento más vacía y para qué… Hace unos años descubrí que mi cuerpo está anestesiado, al igual que mis emociones. Por un lado es bueno ya que nunca lloro y siempre odié mi facilidad para llorar, pero al desconectarme de mis emociones, me desconecté de mi cuerpo también.
Recuerdo mi primera vez. Me acosté con un tipo que conocí en un club, un español que se encontraba de vacaciones. Tenía sus ojos y su encanto y hablamos español que es algo que extraño. Pensé que estaba lista y quería olvidar a David más que cualquier cosa. Cuando ya lo tenía sobre mí me di cuenta que fue un error, no sentía nada. Ni siquiera me dolió cuando empujo entre mis piernas sin paciencia. No le importó que era virgen, empujaba cada vez más fuerte. Supongo que debo agradecer que mi cuerpo esté anestesiado.
Cuando terminó sólo dijo, “Estuvo rico. Puedes usar la ducha antes de irte”
Salí del hotel en donde se hospedaba y caminé a casa.
Desde entonces lo he vuelto hacer con cada hombre que me recuerda a él.
Salgo de la ducha y me visto, sintiéndome una idiota.
–Samantha, ya basta –me regaño–. Deja de hacer esto.
No puedo seguir viviendo mi vida en base a un fantasma. No puedo seguir escondiéndome aquí para siempre, papá estaría desilusionado. Papá querría que recuperara su legado. Papi merece que el apellido Rodríguez vuelva a recuperar el respeto que antes ostentaba.
No más miedo, no más vergüenza. Ya no soy la niña que era. Papá me enseñó todo lo que sabía. Fue mi instructor, él me crió a su imagen y semejanza.
Estoy lista.
–Lo haré, papi. Te doy mi palabra.
Soy la hija de mi padre, y recuperaré lo que me pertenece.
*******
Cuatro horas de viaje y a cada minuto estoy más cerca de Chillán. La persona sentada a mi lado duerme profundamente y quisiera hacerlo también, pero no puedo. Los nervios por regresar a casa, la incertidumbre y la gran responsabilidad de volver a levantar el legado de mi padre, no me han dejado descansar tranquila desde que tomé la decisión de volver.
Dejar mi trabajo, mi departamento y todo lo que conocí durante años, no fue tan difícil como lo fue llegar a Chile. No tenía a nadie lo suficientemente cercano como para extrañar, con mi tía fallecida se acabó mi familia y sólo tengo conocidos, ningún amigo. Siempre tuve problemas para crear relaciones en Nueva York porque ya no podía confiar en nadie. Pero volver a Chile… eso es otra cosa.
Esta es mi casa, mi hogar. La mayoría de mis buenos y malos recuerdos tienen su origen aquí. Las personas, los lugares, todo es parte de mi pasado, una parte de mi misma.
Dicen que todos tenemos que enfrentar nuestros demonios en algún momento y parece ser que este es mi momento. Sólo espero no toparme con David.
Tengo la duda de si es una tontería o un caso perdido tratar de levantar una vez más el negocio de mi padre y mi familia, pero luego recuerdo que no tengo nada que perder, nada por lo que vivir en realidad y se los debo. Mi padre se lo merece, mi madre también y mis hermanos, a las personas que fueron antes del accidente que nos dejó huérfanos.
Pasa otra media hora de viaje.
No estoy segura si queda algo a lo que volver, pasaron muchos años y cuando me fui todos odiaban a la familia Rodríguez, probablemente todavía lo hacen.
Luego de un rato más de viaje, bajo del bus en el terminal y los rayos del sol del amanecer me reciben como dándome la bienvenida a casa, probablemente estos rayos serán los únicos que me reciban de buena manera.
He estado pensando qué hacer apenas volver y decidí que debo mantener un perfil bajo, al menos los primeros días. Saco las dos maletas que son todo lo que traje desde Nueva York, llenas de ropa y algunos recuerdos de Tía Ruth. Luego consigo un taxi y le doy la dirección de la casa que arrendé en línea.
Por un poco más de dinero hice un trato con el arrendatario, de modo que no hubiera un contrato de por medio y pueda dejar la casa en cualquier momento, sin previo aviso, lo que me da opción de cambiar de lugar si las cosas se vuelven complicadas. El lugar que elegí es una casa de una villa relativamente nueva y que se encuentra muy lejos de los lugares donde hace años se manejaban los negocios.
Espero que mi ubicación se mantenga en secreto por al menos unas semanas, lo suficiente para descubrir lo que ha cambiado después de tanto tiempo.
Cuando llego, le pago al taxista y me detengo junto con mis maletas, frente a la pequeña casa de un piso y de color banco, es un contraste sorprendente del departamento de tía Ruth.
–¿Tú eres Cristina? –pregunta una mujer, desde la puerta de la casa vecina.
–Soy yo –respondo–. Usted es la persona que tiene mi llave, ¿no?
–Sí, soy Margarita –se presenta mientras se acerca a mí–. ¿De dónde vienes? Gonzalo, el que te arrienda, no me supo decir de dónde te trasladas.
–De Santiago, quería vivir algo más tranquila, allí todo el mundo vive apresurado –respondo inventando sobre la marcha. Debí imaginar que un nombre falso no sería suficiente.
Ella en la próxima media hora, procede a mostrarme la casa y a explicarme cómo funciona el servicio de recolección de basura, los pagos de cuentas y me dice cosas sobre todos los vecinos de la cuadra y hasta de sus nietos. Asiento a todo, pero lo único que quiero es que se vaya para poder descansar.
Cuando tiene toda la información que pude obtener, la señora Margarita por fin deja mi nueva casa. Luego de que quedo sola y en paz, busco entre mis maletas las cosas necesarias para tomar un baño.
Cuando ya estoy bañada y cómoda, caigo dormida.
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Comments
Tere Roque 🇨🇺
pués creo k ése deseo noooooooo se va ha cumplir y k x el contrario te lo encontrarás 😉 😌 🙂 ✔️ más ➕️ rápido k corriendo 🏃♀️
2024-06-04
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Tere Roque 🇨🇺
trankila y fuerza Samantha, k todo llega, pr con le mente clara es mejor, y podrás actuar sin complicaciones pr trata de noooooooo cometer los mismos errores de tus hermanos y así puedas llegar lejos, así k suerte y fuerza, y ve a x tod@s a vencer
2024-06-04
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Tere Roque 🇨🇺
ésta es la 3ra k leeré suya autora y las 2 anteriores me encantaron, y ya ésta me atrapó tb en el 1er capítulo, así k estará súper buena cm las otras, sigo leyendo
2024-06-04
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