El transcurso de la semana se la paso sin verlo mucho por el departamento, solo escuchaba abrir la puerta de su cuarto y entrada la noche, seguido de la del baño y nuevamente la del cuarto.
No quería encontrarse con él dentro de la casa, después de lo de su llegada, no es que lo evitará o algo así, solo que quería mantener la distancia para su propia seguridad.
Decidió dejarle parte de la comida que cocinaba, para él, era mejor hacer más porque tenía posibilidad de variar la comida así preparaba solo para ella.
No había quedado en nada sobre ese punto, con su anterior compañera cocinaban para ambas, esperaba poder mantener la misma rutina con él.
La primera vez no lo escucho caminar hacia la cocina, sin embargo, cuando despertó y paso por ahí antes de irse, se dio cuenta que el plato ya estaba acomodando de nuevo en la alacena.
Después de eso le dejó comida sobre la mesa, con la satisfacción de saber que él se lo comería si le dejaba algo a pesar de que lo evitaba la mayor parte del tiempo.
En la escuela tampoco vario mucho, pues se comportaban como el primer día de clase, cada uno sentado del lado opuesto del aula, ella junto a sus amigas y él rodeado siempre de alguna chica que ansiaban su atención.
No sé hablaron en ninguna ocasión ni siquiera para saludarse, solo le lanzaba miradas para ver qué hacía, pero el parecía estar observando también sus movimientos porque podía sentir su mirada debes en cuando.
Y cuando volvía a mirarlo él tenía su atención en otra cosa.
Era extraño que se interesara por ella, ya que las chicas que le solían rodear eran bonitas, ¿sería acaso por ser su compañera de casa? Que más podía ser.
Algunas veces desaparecía con alguna de ellas por un rato, haciéndose preguntar a dónde iban.
Era mejor no saber podía no gustarle enterarse.
Ella llegó deprimida cierto día por presenciar una pelea entre sus amigas, no sabía bien el motivo, porque la riña parecía haber comenzado desde el día anterior, posiblemente durante sus salidas de la tarde, donde ella no era invitada.
Provocando que el grupo se partiera por la mitad y dejándola sin saber a qué lado apoyar.
Se quedó dormida sobre uno de los sillones con un nudo en la garganta y sin poder llorar, no quería estar de ninguna parte, solo quería tener las a todas, aunque pareciera egoísta.
Sin embargo, ellas ya habían tomado sus decisiones.
Sus sueños fueron los que liberaron e inundaron sus ojos de esas lágrimas que no había podido sacar.
Fue cuando él entró al departamento y la encontró de esa manera tan vulnerable, que si hubiese estado despierta, lo más seguro es que hubiera huido hacia su cuarto, porque no le gustaba mostrar debilidad ante nadie por más que fuese tímida e insegura.
El chico estaba por irse a su cuarto al no saber que hacer hasta que un murmullo le detuvo.
- No me dejes sola - Sus ojos bien cerrados, debía ser un mal sueño.
La recostó suavemente sobre el sillón, se acuclilló frente a la cabecera y pasó su mano por su cabeza para reconfortarla.
Ella agarró esa cálida mano para no perderla y no lo soltó , cambiando su expresión a una de tranquilidad, al sentirse posiblemente segura.
Él intentó safarse después de un rato, pero ella lo agarro más fuerte.
Así estuvo por un momento, hasta que decidió quedarse bajo el sillón sin atreverse a despertarla por como había estado.
No quería ser el causante de otra huida. Su misión era acercarse no espantarla lejos.
Se quedó dormido al lado del sillón, robándole una almohada a la chica, mientras la observaba respirar quedamente, y ver secarse los restos de lágrimas de su rostro.
Ese rostro que tenía una forma redonda, adornada por suave cejas y pestañas oscuras, una pequeña nariz recta que le hacía a ver muy tierna, junto con unos hermosos labios de un tierno color rosado.
Él se quedó soñando esa parte, hasta que peso la despertó.
Ella no recordaba dónde se encontraba, menos porque el chico estaba a su lado o más bien bajo ella, había olvidado quedarse quieta en tan pequeño espacio.
Lo primero que vio al despertar fue unos ojos cafés claros, con un borde más oscuro, bajo unas espesas pestañas largas medio quebradas, que parpadearon un par de veces.
Podía sentir un cuerpo cálido rodeandola.
Salto lejos, se tambaleo y cayó. Le vio correr a ayudarla. Parecía preocupado.
Entonces recordó, se había sentado sobre el sillón casi apunto de llorar, y quedado dormida en algún momento.
No comprendía que pintaba el en este cuadro, si siempre llegaba por la noche.
- Estoy bien, ya puede soltarme - No quería que se alejara, pero tampoco que se quedará tan cerca.
Él no le dijo nada, solo le vio quedarse parado, como si supiera que si se movía probablemente huiría, lo que era acertado.
Ella revisó por unos instantes qué sus sentidos funcionaran al cien para poder moverse.
Tomó su mochila y camino hacia su cuarto, abrió la puerta y entró para aventarse a la cama y volver a divagar.
Le había tocado de nuevo sin sentir dolor, a pesar de tanta cercanía experimentada, cosa que no sucedía con nadie que recordase.
No podía tocar a ninguna persona sin palidecer o desmayarse y él, sin embargo, prácticamente la estaba abrazando.
Siempre había estado tomando precaución para no rozar siquiera un trozo de piel, tomando pastillas inhibidoras del dolor por si ocurría, para que el golpe no fuera tan potente.
Soportando con los dientes apretados y tratando de no poner ningún expresión en su rostro para no incomodar a los demás.
Una lucha constante que drenaba parte de sus fuerzas, y encima sentirse que no tenía lugar al que pertenecer.
Sus tripas rugieron en señal de necesitar comida, giro hasta quedar sentada en una esquina de la cama.
Tenía que comer, el no iba a convertirse en ningún impedimento para que no pudiera ir a cualquier parte del departamento.
El aroma del café se coló por debajo de la puerta.
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