Hyle, un chico de 19 años desapareció sin dejar rastro, el verano de 1956.
Hyle.
Hyl...
Hy...
H...
...
Una semana después de su desaparición Hyle se convirtió en un rumor. Un año más tarde pasó a ser una historia que vagaba entre lo verídico y lo falso.
Y Hoy. Sólo es una leyenda urbana, desconocida para casi todos.
Relevante para aquellos que no lloraron la falta de aquél chico introvertido. Amante de la literatura, de la escritura.
Solo aquellos que llegaron a conocerlo lo recuerdan...
Hoy, más de 20 años después. Una chica se ha dado el lujo de conocerlo.
¿Cómo?
Leyendo su diario.
Wanda Tribago es muy curiosa cuando se trata de libros. No tiene miramientos y lee de todo, desde la biblia hasta una revista de Vogue en Francés. Encontró un cuaderno en perfecto estado bajo la estantería de la biblioteca de su instituto.
El mismo instituto al que iba Hyle.
Ojeó un par de páginas y lo guardó en su mochila. No era la primera vez que encontraba un cuaderno perdido en su escuela, su rutina en esos casos era revisarlo todo tranquilamente en su casa y llevarlo a objetos perdidos.
El diario fue la excepción.
Esa noche, en la oscuridad de su habitación y bajo la luz blanca de su escritorio empezó a leer.
No había una presentación, ni fechas. Casi parecía que era una novela y no un diario.
El dueño y narrador se llamaba así mismo Hyle. Wanda no conocía a nadie de su instituto ni de los alrededores con ese nombre. Pero le restó importancia.
(Comencé esto porque necesitaba contarle a alguien cómo me sentía...)
Leía Wanda, y cuanto más avanzaba más pena sentía por el dueño.
Hyle, vivía en un hogar tóxico. Huérfano de Padre, la madre de Hyle tenía que trabajar horas extras para pagarle los estudios a él y a su hermano pequeño, el cual estaba gravemente enfermo...
Su madre insistía en que él debía estudiar para ganarse la beca a una buena universidad, tener varios trabajos como ella solo empeoraría las cosas. Impidiéndole tomar como prioridad sus estudios.
("Si renuncias a todo por tu hermano y él muere, ¿de qué habrá servido tu sacrificio?"...
Las palabras de mamá eran pesimistas. Estaba hablando así de su propio hijo. Fue en ese momento que supe lo cruel que era, y que en el fondo no tenía elección.
Mamá decía que yo podía aspirar a grandes cosas, pero mi hermano tenía que conformarse con soñar que algún día estaría sano.)
Por eso no hablaba de más en clase, debía poner su atención en los estudios y lo único que iba de la mano con eso: la literatura.
O eso decía.
Nadie aseguraba que fuese verdad o no.
Wanda pensó en su situación. De no ser por su culpa, su padre ahora estaría con ella. Por un descuido que tuvo en su niñez su padre acabó en coma.
Mientras más leía, más se sumergía en el mundo de Hyle. Más empatizaba con su situación... y comprendía la suya propia.
Era tanta la inmersión, que empezó a escuchar una voz que transmitía con sonidos lo que ella con palabras en su mente.
En su solitaria habitación. Empezó a escuchar la voz de Hyle.
Lo atribuyó todo a su imaginación, al cansancio y al silencio que en ocasiones podía causar espejismos auditivos.
La voz de Hyle era juvenil, serena, nada que ver con las voces graves de los chicos a los que conocía. Narraba respetando los puntos, comas y espacios. Era como disfrutar de un triste y melancólico audiolibro.
(Sólo sé que escribir se convirtió en mi búnker. Leer ya no me servía, si yo no creaba mi mundo perfecto ninguna otra persona lo haría...)
El tono de Hyle no ocultó su desesperación lo cual ocasionó una corriente escalofriante que recorrió la columna de Wanda.
(Sabía que el problema de mi familia se solucionaría si yo desaparecía.
Todos ganamos ¿no? Yo me borro de este mundo para crear el mío. Mamá se centra en mi hermano y yo en mí.)
La chica se lamió el labio inferior rápidamente.
¿Acaso él se había...?, intentó preguntarse a sí misma.
(La mente es algo maravilloso si se usa bien...
y eso hice...)
Wanda aguantó la respiración. Pasó la página y cuando leyó lo siguiente su corazón dejó de latir y se le olvidó cómo se pestañeaba:
(Solo necesito que me leas para traerte a mi mundo...
Wanda...)
Wanda no pudo reaccionar.
Su cuerpo había entrado en pánico, respiró de nuevo. Pero de forma acelerada, en un intento de moverse en su silla cayó al suelo... porque simplemente...
Ni su cuarto ni su escritorio... ni el diario no estaban...
Su cuerpo... si es que esto era real, parecía suspendido en la nada oscura.
Su pecho había empezado a dolerle de tanto respirar deprisa, sin dar tiempo a sus pulmones de recolectar oxígeno.
Los ojos de Wanda habían empezado a derramar lágrimas sin previo aviso.
Su boca no podía cerrarse, le era imposible respirar por la nariz.
Mirando a su alrededor en vano, en busca de algo.
De él.
Su boca expulsó un grito imprevisto y agudo, el cuál fue ahogado por la voz de Hyle y su presencia misma sentado a su lado.
—Gritar no te sirve de nada... —una sonrisa suave adornaba el rostro del chico pero sus ojos delataban tristeza—, es mi mundo y yo decido lo que se oye y lo que no.
La oscuridad absoluta había sido sustituída por una pradera al atardecer, con un bosque de robles no muy lejos.
Wanda todavía en pánico miró a su alrededor y luego al chico que tenía a su lado.
Sentía que iba a desmayarse.
¿Dónde estaba su habitación?
¿Qué era él?
No podía con tanto y soltó un suspiro que la llevó a aferrarse a la hierba de la pradera.
Se sentía demasiado real.
—Me temo que todavía no lo asimilas del todo. —Hyle estaba en calma, una tranquilidad que solo asustaba más a Wanda—. Éste es mi hogar.
El chico alzó las manos ampliando aún más su extraña sonrisa. Viendo que Wanda todavía se aferraba a la hierba y no se atrevía a mirarle, Hyle bajó sus manos imitando su movimiento.
—Parece real ¿verdad?
—¿Qué eres? —Wanda seguía aferrada a la hierba y con la mirada en ella. Su respiración seguía siendo irregular—. ¿Quién eres?
—Soy Hyle.
La chica alzó de inmediato su rostro para mirarle.
Él seguía con esa sonrisa escalofriante.
—Esto debe ser un sue-
—No lo es.
No dejó que ella terminara de hablar cuando la rodeó por detrás con sus brazos en el fondo de un lago.
Del mismo modo que su habitación, la pradera ya no estaba. Solo las profundidades de un oscuro lago sin peces.
Pero lo más raro era que podían respirar en él.
Las manos de Hyle parecían lapas en el cuerpo de Wanda, esta seguía en pánico y no encontraba forma de defenderse.
—Necesito que hagas algo por mí —Hyle susurró en su oído—. Tranquila, no quiero hacerte daño. Pero te necesito.
La chica tragó grueso.
»Verás, estos últimos años la soledad me ha acompañado. Pero creo que cada día que pasa la locura me consume un poco más, y no puedo aguantarlo. Me mata —soltó una ligera carcajada—, y te preguntarás ¿qué tienes que ver tú en todo ésto? bueno, necesito compañía. Y ahí es donde entran tus opciones.
Deslizó su mano derecha por la clavícula de Wanda para colocarla en su cuello despacio.
Wanda tragó grueso otra vez.
—La única forma de traer a gente a mi mundo es haciendo que lean mi historia. Así puedo entrar en su mente...—Hyle acercó sus labios al oído de Wanda, rozándolo—, como he entrado a la tuya.
—Dime las opciones de una vez.
—La más egoísta es imprimir copias de mi diario y repartirlas por ahí, de esa forma esas personas me harán compañía y no tendré que recurrir a tí...
—¿O? —cuestionó rápidamente Wanda.
—O puedes sacrificarte y quedarte aquí conmigo, así no me sentiré tan solo... si lo haces, me encargaré de que tu padre despierte del coma.
Papá...
Pensó la chica.
¿Él Tiene ese poder?
Antes de que Wanda pudiera pensar en nada más, Hyle agregó:—No tienes que decidir nada ahora, tómate tu tiempo.
Wanda pestañeó. Un segundo bastó para despertar en su dormitorio.
Sudando, sentada con el cuaderno sobre su escritorio y el reloj marcando las seis de la mañana...
Pasó desesperada las páginas del cuaderno pero estaban en blanco. Suspiró con alivio y no pudo terminar de expulsar el aíre.
Cuando leyó el ahora nuevo tatuaje escrito en cursiva en su muñeca:
"Just, read me."
¿Había terminado todo?
¿Había vuelto a su realidad?
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