Cada vez que llovía, pensaba en él.
Era inevitable. Solo bastaba con que el cielo comenzará a cubrirse de gris para que su recuerdo regresara, lento pero firme, como esas gotas que se deslizan por la ventana sin prisa, sin pausa, como si no tuviera más destino que su corazón.
La gente siempre le decía que la lluvía era melancolía, pero para ella, durante un tiempo, fue todo lo contrario.
Él le había enseñado a amar los días nublados, a encontrar belleza en lo que otros evitaban, a bailar bajo la lluvia aunque no hubiera música.
Él decía que la lluvia era como el amor verdadero: Caía sin avisar, empapaba sin permiso, y a veces, te dejaba temblando.
Ella reía por cada vez que decía eso, con esa manera suya de convertir cualquier cosa en poesía.
En un día cualquiera,se conocieron en un café pequeño durante una tormenta. Ambos se habían refugiado del aguacero y de ellos,terminaron compartiendo una mesa por falta de espacio.
Él llevaba una novela de Benedetti en su mochila.
Ella solo tenía frío.
Él le ofreció su bufanda.
Ella se la devolvió a los tres días...junto con una sonrisa que, sin saberlo, el guardaría para siempre.
Y entonces llovió...
Pasarón los meses. Aquellos días compartían café, caminatas bajo el sol de las estaciones y bajo el invierno, veían películas con mantas tibias y libros subrayados.
Se dijeron "te quiero" sin que sonara como rutina, y cuando dijeron "te amo", llovía.
Claro que llovía.
Pero...
A veces el tiempo es cruel, siempre tiene sus formas de arrancar páginas sin previo aviso.
Él enfermo.
Una de esas enfermedades que no entiendes, que llegan sin lógica, que no se pueden detener Aunque llores, grites o reces.
Y mientras su cuerpo se apagaba lentamente, ella intentaba no mostrarle el miedo de perderlo.
- Prométeme algo -le dijo él un día- Que cuando llueva... No me llores.
Recuérdame.
Ella asintió, con el alma rota... Porque así era amarle: Incluso en la despedida, seguía enseñándole a mirar la vida con poesía.
Cuando él se fue, el cielo estaba claro. No llovió.
Y eso dolía más...
Desdé entonces, cada vez que llovía, ella lo sentía cerca. No como un fantasma triste, sino como una presencia que la abrazaba en silencio. Era como si la lluvia le trajera trozos de él: Su voz en los truenos lejanos, su risa en el repicar del agua contra el vidrio, su calor en el vapor que subía de su taza de té.
🌧️🌧️🌧️
Los años pasaron. Ella envejeció, aunque su amor por él no lo hizo nunca.
Una tarde cualquiera, sentada junto a la ventana, su nieta de siete años se le acercó y le preguntó con su inocencia más pura:
- Abuela, ¿Por qué cuando llueve, tú te quedas callada y miras tanto hacía afuera?
Ella la miró con ternura. Le acarició la mejilla, la hizo sentarse a su lado, y sin despegar la vista de la lluvia, le susurró:
- Porque no siempre la lluvia moja, mi amor...
A veces, solo duele.
Fin. 🌧️🖤
Autora, Allison🩷