Las noches en Red-Ville jamás habían estado seguras; los robos eran grandes, los asesinatos también, pero un día el pueblo se volvió aún más temeroso. Un asesino despiadado había aparecido con 20 víctimas en total, muchas más que el último asesino, que solo logró matar 5.
—Se dirige a la estación —dijo Jone mientras miraba por el retrovisor a un hombre de blanco subirse; el hombre llevaba la ropa sucia, como si acabara de ser revolcado.
—Sí —dijo el hombre mientras se acomodaba. Miró así al frente; su vista era fría.
—Qué extraño, todos van al mismo lugar estos últimos días —se dijo Jone mientras encendía el carro.
—No es de esperárselo —dijo el hombre de blanco mientras dejaba de mirar al frente.
—Bueno, es la estación, tienes razón. —El chofer arrancó mientras miraba al hombre, el cual se miraba extraño.
—Asesiné a muchos —dijo el hombre sin pensarlo.
—¿Qué? —respondió Jone, casi deteniendo el carro.
—Asesiné a muchas personas, entre ellas… —el hombre se quedó en silencio.
—Tú… —Jone estaba sorprendido; todos sus últimos pasajeros iban al mismo lugar y todos le contaban su vida— asesinaste a alguien.
El hombre de blanco suspiró, miró así al frente y hurgó en su ropa. —Sí, lo hice…
Jone miró al frente, solo suspiró y avanzó sin decir nada.
—Eres tú —dijo el hombre de blanco mirando la foto que estaba en el carro, la cual estaba en un fondo blanco.
—Si es la única foto que tengo mía —dijo Jone.
—Tienes vida, se nota…
Con estas palabras a Jone le llegó un dolor de cabeza y recordó el día que se tomó esa foto. —Eso me dijo el fotógrafo… —Jone miró al hombre, el cual al parecer era un asesino; lo miró, pero no lo recordó. —¿Eras tú?
—Me halagas, pero no sé tomar fotos —dijo el hombre.
—Y entre ellas, ¿a quién más asesinaste? —Las palabras de Jone se volvieron frías; su mirada se fijó así al frente, viendo las luces de los autos pasar.
—Eh… —El hombre misterioso retiró su mano del bolsillo, agarró su pantalón y empezó a sudar—. Me…
Jone vio cómo el hombre tenía problemas para contestarle, volvió a ver la foto y en el reflejo del cristal vio al hombre lleno de sangre. Vino un pequeño recuerdo en su mente, el cual lo dejó blanco.
—Me tienes miedo —dijo el hombre. — No puedo hacerte nada…
Jone apretó el volante, trató de detener el carro, pero no pudo. —Tú…
El hombre de blanco empezó a respirar hondo. —¿Yo qué?
—Estás muerto —dijo Jone, volviendo la espalda recta y sin voltear a ver al hombre.
El hombre de blanco miró así a la ventana y dijo: —Entre esas personas me suicidé a mí mismo; eso me vuelve la víctima número 21.
Jone recordó. Jone se puso más pálido de lo que estaba. —Todos los pasajeros estaban muertos…
—No lo sabías… —El hombre de blanco lo miró confundido.
—Yo—
—Tú estás muerto.
Al escuchar eso, Jone detuvo el carro. —¿Qué?
—Eres el chofer de almas.
Con las palabras del hombre, Jone lo volteó a ver; al ver esa cara blanca con los ojos negros, esa piel sudada, ese cabello grasoso, lo recordó. —Tú lo hiciste…
El hombre de blanco quiso desviar la mirada, pero el carro que se había detenido ya se encontraba en la estación.
—Tú… —Jone seguía mirando al hombre.
El hombre de blanco bajó, entró a la estación y dejó a Jone en el taxi. Jone volteó a ver de nuevo al frente y alguien tocó la ventana.
—Tu deseo fue sellado —dijo el hombre.
Jone lo miró. —¿Qué deseo…?
—Llevar a tu asesino hasta la estación y que no lo recordarás para así poder volver a sentir lo que una vez sentiste…
Jone desvió la mirada —y ahora qué.
El hombre abrió la puerta del taxi. —Bájate —dijo con tono autoritario—. Es momento de que tu juicio sea decidido.
—¿Mi qué?
—Tu juicio es lo que reciben los taxistas al cumplir su último deseo…
El hombre desapareció. Jone cayó por una gran altura y terminó el horno de los pecadores, donde estaría hasta quemar todos los pecados que algún día tuvo...