Desperté en un cuerpo ajeno. Mi reflejo en el cristal sucio me devolvía la mirada de un muchacho joven, frágil, con ojos grandes y labios temblorosos. No era yo. O no el que solía ser.
Antes, mi nombre hacía temblar a ciudades enteras. Era un mafioso intocable, un hombre al que nadie se atrevía a desafiar. Pero ahora… ahora estaba en la piel de un joven omega, con un lazo rojo atado al cuello, símbolo de una boda arreglada.
El aire olía a flores marchitas y a resignación. Mis nuevos recuerdos me abrumaron: el anterior dueño de este cuerpo iba a casarse con un alfa que lo despreciaba. Una familia rota, un destino sin esperanza.
Pero no era mi estilo rendirme.
“¿Kayden?” Una voz grave interrumpió mis pensamientos. Frente a mí estaba un hombre alto, de mirada fría y ojos de diferente color: uno dorado y otro azul. Su sola presencia exigía respeto. Era mi supuesto prometido.
Levanté la barbilla y sonreí con la seguridad que me había llevado a la cima en mi otra vida. Si el destino quería humillarme, yo le demostraría que ni siquiera la muerte podía quebrarme.
"Espero que estés listo," dijo él con desdén.
“Eso debería preguntártelo yo,” respondí con calma. Esta vez, sería el mundo el que se arrodillara ante mí.