Póstumo a la muerte de Lynn, se hallaron en su hogar múltiples escritos y enormes y derruidos tomos. Cada cuál contaba con un sinfín de historias y descubrimientos sobre extraños glifos y pentagramas que, se dedujo, pertenecían a comunidades ya extintas de hombres con una vasta capacidad y conocimiento espiritual.
Cómo sustraída su conciencia, Lynn leyó y quiso descubrir secretos de antiguos espacios de tiempo y de razas que leían las estrellas; de la historia de la realidad antes del descubrimiento del poder espiritual; de bosques, mares y mesetas insondeadas por el hombre moderno. Leyó acerca los paisajes de Ergos y de de los Inutos del bosque cerca de la capital de O’rug: seres malformados desde su concepción en el vientre de sus progenitoras. Habitantes insultos, caníbales y demoníacos. Con su cuerpo pútrido, sus extremidades largas y su rostro de larga frente y rasgos de pez: labios fofos y ojos enormes.
Habían y encontrado su cuerpo totalmente desnutrido y la habitación con decenas de libros en cada costado. Páginas arrancadas de libros con ilustraciones raras, palabras extranjeras y glifos que su descubridor y, ahora muerto poseedor, se había encargado de trazar por las paredes en restos mínimamente visibles de tiza.