Probablemente nadie entienda del todo esta tristeza que cargo, esa que no siempre es visible, pero que está ahí, latiendo bajo la superficie. No puedo decir que mi vida sea solo oscuridad; hay días buenos, días en los que el peso parece más ligero, y otros en los que la ausencia se hace insoportable. Porque ya no estás aquí, y no importa cuánto lo desee o cuánto me aferre, no volverás.
Hay quienes creen que el tiempo lo cura todo, pero no es tan sencillo. Quizá parezca que he seguido adelante, que sonrío con facilidad y que mi vida avanza, pero dentro de mí hay un vacío que no se llena. Es un hueco que dejaste tú, uno que ni los días más felices logran borrar por completo. Te extraño más de lo que puedo expresar, y a veces me duele incluso respirar al pensar en lo mucho que significaste para mí.
Pasamos tanto tiempo juntas, compartimos tantas vivencias, que ahora el silencio se siente más fuerte que nunca. Todo en mi día a día tiene un eco tuyo: los momentos simples, los pequeños rituales, esos instantes en los que no lograba entender ese comportamiento alegre y a veces arisco que tenías. Ahora solo me queda tu recuerdo, y aunque a veces me consuela, otras veces me hace sentir la ausencia con más intensidad.
Hay noches en las que te sueño, como si mi mente se resistiera a soltarte por completo. En esos sueños todo es cálido, todo es perfecto, y aunque sé que no volverás, me aferro a esos momentos como si fueran lo único que me queda de ti. Al despertar, la realidad golpea con fuerza, y el vacío regresa, inmutable, como un recordatorio de que ya no puedo encontrarte, de que solo puedo recordarte.
Tomé una decisión que nunca quise enfrentar. Pensé que estaba haciendo lo correcto, que al final sería lo mejor para ti, aunque esa decisión me rompiera en mil pedazos. Nunca olvidaré cómo me mirabas en esos últimos momentos, con esa mezcla de confianza y dolor que me perforó el alma. Me sentí tan impotente, tan pequeña frente a lo que estaba sucediendo, deseando con todas mis fuerzas poder cambiarlo, poder quedarme contigo un poco más.
Desde entonces, cada día trae un recuerdo de ti. Hay fechas que nunca podré borrar de mi mente, momentos que resurgen cuando menos lo espero, como el 24, que ahora siempre estará ligado a ti, específicamente un 24 de enero. Todo me hace pensar en ti de alguna manera: cómo eras, cómo me hacías sentir, cómo iluminabas incluso mis días más oscuros. Te amé más de lo que alguna vez creí posible, y aún lo hago.
No importa cuánto tiempo pase, tu ausencia nunca será menos dolorosa. Pero sé que el amor que compartimos no se ha ido. Lo llevo conmigo, lo guardo en cada rincón de mi corazón, porque eres parte de mí, para siempre. Escribo estas palabras al viento con la esperanza de que, de alguna manera, puedan llegar hasta donde estés. Porque aunque el tiempo avance, el amor verdadero nunca desaparece.
Se transforma en algo más: en memorias, en suspiros, en una huella que jamás se borrará.
Gracias por ser mi refugio, Valeria, por darme motivos para seguir incluso cuando el mundo parecía tan vacío. Donde sea que estés, siempre serás mi luz, mi fuerza y el pedacito de felicidad que guardaré en el corazón para siempre.