Se habla poco de la vida de un emigrante, solo lo ven y rechazan por no ser nativo de ese país, lo desprecian, ofenden y repelen. Ellos aguantan en silencio el peso del dolor profundo que lleven por dentro y se controlan para no responder a las personas ignorantes y carentes de sentimientos.
El emigrante deja toda su vida atrás, con la esperanza de una nueva vida, mejor, donde pueda ayudar a su familia desde la distancia. Acaso no piensan aquellos que critican, que ellos no pidieron ser así, nunca se han preguntado por qué tuvieron que emigrar.
El emigrante se pierde todo, deja su familia en pausa, pierde cumpleaños, visitas, besos y caricias de familiares cercanos que a veces no volverán a ver jamás. Pierde su casa, ni ve crecer a los más jóvenes de su familia, los ve por fotos o una pantalla. Nadie en su nuevo país se preocupa por él.
No tiene casa, si está enfermo tiene que trabajar y nadie lo cuida, sino tiene auto va andando, sino tiene dinero aguanta hambre, sed y necesidades. Se adapta a una nueva cultura, un nuevo idioma, a todo en tiempo récord si quiere prosperar.
Cuando logra al fin establecerse comienza una oleada de favores, pedidos para los que dejó atrás. Vive para llegar a fin de mes y mandar dinero a su familia. Con suerte ellos pueden unirse a él más adelante y comenzar de cero.
Si no hubiese necesidad en su país de origen no emigran, por qué lo harían. Pero es eso jugársela o morir de hambre. Muchas lágrimas deja un emigrante en ese adiós eterno y muchas lágrimas derrama en su destino. Porque ser un forastero no es agradable.
Cuando logra tener algún estatus legal llora también porque sabe que valió la pena el sacrificio que hizo. Celebra, ríe. Porque se lo merece. Volver a tu lugar de origen tampoco es fácil cuando se visita. Todos cambiaron, ya no eres parte de sus vidas aunque pretendan que sí. No has estado ahí en ningún momento de sus vidas.
Te vas con un vacío inmenso, pero reconforta que gracias a ti los que quedaron atrás viven como personas decentes, no importa a que costo. A veces pierdes tu matrimonio por la distancia, tus hijos te ven como un cajero automático, a veces no, valoran tu esfuerzo y esperan. Ese es el riesgo que sabías que podías tener.
Entonces piensa dos veces antes criticar, menospreciar a un emigrante y ponte en su lugar por una vez. Harías lo mismo tú, lo harías. Ser emigrante no es fácil hay que tener gran valor, valora a esa persona que no pidió vivir eso, ayúdalo o trata de ignorarlo.
Todos no son malos, todos no vienen a robar. No te van a quitar tu empleo, más bien harán por necesidad lo que nadie quiere hacer, porque van sin estudios, su título no sirve allí, no importa si son médicos, abogados, carpintero, no sirve.
Solo van a intentar vivir mejor y ayudar a su familia desde lejos, ya bastante tristeza llevan en su corazón como para que los maltraten más, piensa todo esto antes de emitir un juicio precipitado.