El verano en el pequeño pueblo costero de Bahía Estrella siempre traía consigo brisas saladas, cielos despejados y turistas en busca de un respiro del bullicio de la ciudad. Para Adrián, sin embargo, significaba tres meses de trabajo en el café de su familia y tardes interminables mirando el mar, soñando con el día en que pudiera irse.
No era que odiara su hogar, pero desde que tenía memoria, sentía que no encajaba. Sus amigos de la infancia hablaban de novias, de autos y de fiestas en la playa, pero él… él solo tenía una única fantasía: escapar. Escapar a un lugar donde pudiera ser quien realmente era, sin miedo a las miradas de su familia, sin tener que fingir que le gustaban las chicas solo para no sentirse como un error.
Todo cambió cuando Leo llegó al pueblo.
Alto, con el cabello castaño despeinado y una sonrisa que parecía guardar secretos, Leo era un recién llegado que, según los rumores, había venido a vivir con su tía tras "un problema" en la ciudad. Nadie sabía exactamente qué había pasado, pero a Adrián no le importaba. Lo único que le llamaba la atención era la forma en que Leo parecía observar el mundo con una especie de nostalgia, como si estuviera esperando algo.
Se conocieron una tarde en la cafetería, cuando Leo entró con su guitarra al hombro y pidió un café negro.
—¿Eres nuevo aquí? —preguntó Adrián mientras servía la taza.
—Sí —respondió Leo, sin levantar la mirada—. Y, por lo que veo, tú trabajas aquí.
—Todos los veranos. Es el castigo de nacer en una familia que cree que la esclavitud infantil sigue siendo legal.
Leo rió, y Adrián se sorprendió por lo natural que se sintió hacer reír a alguien como él.
Los días pasaron, y lo que comenzó con conversaciones breves sobre café y el clima se convirtió en tardes enteras juntos. Leo le mostró su música; Adrián le habló de su sueño de irse a la universidad lejos de Bahía Estrella. Caminaban por la playa hasta que el sol se escondía, compartiendo historias, confesando miedos, y, sin darse cuenta, creando un pequeño mundo solo para ellos dos.
Pero Adrián sabía que nada podía durar para siempre.
No podía evitar sentirse culpable cuando notaba la forma en que su corazón latía cada vez que Leo le sonreía o cuando sus manos se rozaban accidentalmente. Nunca había hablado con nadie sobre lo que realmente sentía, ni siquiera consigo mismo.
Hasta aquella noche.
Era la noche de la Fogata de Verano, una tradición en el pueblo donde todos se reunían en la playa para celebrar el inicio de la temporada alta. Había música, baile y un cielo estrellado que parecía prometer infinitas posibilidades.
Adrián y Leo se alejaron del bullicio, caminando por la orilla hasta que estuvieron solos.
—Me iré cuando termine el verano —dijo Adrián de repente.
Leo se detuvo.
—¿Y eso qué significa?
—Que esto… —Adrián tragó saliva—. Lo que sea que esté pasando entre nosotros… no tiene sentido.
Leo lo miró por un momento, sus ojos oscuros reflejando la luz de la luna.
—Dilo.
—¿Decir qué?
—Dilo, Adrián. Dilo en voz alta.
El corazón de Adrián martillaba contra su pecho. Nunca antes había sentido tanto miedo. Nunca antes había estado tan cerca de la verdad.
—Me gustas —susurró.
El silencio entre ellos fue eterno y, al mismo tiempo, fugaz. Leo sonrió, esa sonrisa suya que guardaba misterios y respuestas a preguntas que Adrián ni siquiera sabía que tenía.
—Tú también me gustas.
Y entonces, sin más advertencia, sin más dudas, Leo se inclinó y lo besó.
Fue un beso torpe, salado por la brisa del mar y lleno de emociones contenidas. Pero, sobre todo, fue real.
Cuando se separaron, Adrián sintió que por primera vez en su vida podía respirar.
—¿Sigues pensando en irte? —preguntó Leo en voz baja.
—Sí —respondió Adrián—. Pero ahora, por primera vez, tengo una razón para querer volver.
El verano terminaría, el café cerraría sus puertas hasta el próximo año y la Fogata de Verano se convertiría en un recuerdo más. Pero bajo ese cielo estrellado, Adrián supo que algunas cosas, algunas personas, estaban destinadas a encontrarse bajo la misma constelación.
Y que, sin importar dónde estuvieran, siempre se encontrarían de nuevo.
Fin. (+Epílogo).
(Historias extraídas de mi novela "Historias Cortas De Romance BL" contiene más Historias como está, tanto las publicadas aquí como nuevas).