Había una vez un joven llamado Hugo que vivía en el pintoresco pueblo de Aldeagrande. Desde pequeño, Hugo se esforzaba por cumplir con las expectativas de su familia y amigos, intentando ser quien ellos querían que fuera. Sin embargo, en su interior sentía una insatisfacción constante, una sensación de que no estaba viviendo su verdadera esencia.
Un día, decidió emprender un viaje en busca de respuestas. Escuchó sobre un sabio anciano, el Maestro Abel, que vivía en las montañas y ayudaba a las personas a encontrarse a sí mismas. Con determinación, Hugo partió hacia la cueva del maestro.
Al llegar, el Maestro Abel lo recibió con una sonrisa y le dijo:
— Bienvenido, joven. ¿Qué te trae por aquí?
Hugo respondió:
— Maestro, busco la felicidad y sentirme pleno, pero no sé cómo lograrlo.
El anciano asintió y le propuso tres pruebas para ayudarlo en su búsqueda.
La primera prueba llevó a Hugo a un frondoso bosque, donde debía encontrar el árbol más grande. Mientras buscaba, se encontró con un niño llamado Leonardo, que jugaba alegremente entre los árboles. Leonardo le preguntó:
— ¿Qué haces?
Hugo explicó su misión, y el niño le respondió:
— A veces, buscamos cosas grandes y olvidamos disfrutar de las pequeñas que nos rodean.
Hugo reflexionó sobre estas palabras y comprendió que la felicidad también reside en apreciar lo simple.
La segunda prueba lo llevó a un río, donde conoció a un pescador que, con paciencia, lanzaba su red una y otra vez. Hugo le preguntó por qué pescaba, y el hombre respondió:
— Cada lanzamiento me brinda paz. No se trata solo de pescar, sino de disfrutar el proceso.
Hugo entendió que la felicidad no está solo en alcanzar metas, sino en disfrutar del camino.
La última prueba consistía en compartir su experiencia con los habitantes de Aldeagrande. Hugo regresó al pueblo y, en la plaza principal, contó su viaje y las lecciones aprendidas. Al finalizar, el Maestro Abel apareció y dijo:
— Hugo, has descubierto que la verdadera felicidad no está en cumplir las expectativas de otros, sino en ser fiel a uno mismo.
Desde entonces, Hugo vivió auténticamente, siguiendo su propio camino y compartiendo su historia con otros, recordándoles que:
**"La vida no se trata de encontrarte a ti mismo, sino de crearte a ti mismo."**