Giraba su cabeza hacia un lado y luego al otro, tratando de encontrar un poco de alivio en el aire estancado. El calor lo abrasaba, cada minuto parecía una eternidad. La capucha ajustada a su cabeza no ayudaba; por el contrario, aumentaba la sensación de asfixia. Esperaba, con la esperanza de que en algún momento, un ligero viento le trajera algo de frescura. Pero nada. El sudor recorría su frente y el sol, implacable, parecía burlarse de su incomodidad. Cada giro era solo un recordatorio de lo fastidioso que era estar allí.
Me arrastraron a otra habitación. ¿Alguna ultimas palabras? Preguntaron sin vaciló alguno, si, dije. Ya no siento el aire...