César es un CEO poderoso, acostumbrado a tener todo lo que desea, cuando lo desea.
Adrian es un joven dulce y desesperado, que necesita dinero a cualquier costo.
De la necesidad de uno y el poder del otro nace una relación marcada por la dominación y la entrega, que poco a poco amenaza con ir más allá de los acuerdos y transformarse en algo más intenso e inesperado.
NovelToon tiene autorización de Syl Gonsalves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 10
Adrián estaba completamente expuesto. Instintivamente, colocó las dos manos en forma de concha intentando esconder su intimidad, sin embargo, César que observaba todo con ojos hambrientos, se acercó a Adrián y apartó las manos del muchacho.
— Si... — intentó decir Adrián.
— Shhh. No te preocupes, solo quiero mirarte... Y, debo admitir que, me gusta lo que veo.
Adrián se estremeció. César, hizo señal para que Adrián se arrodillara e hiciera el servicio.
El muchacho se arrodilló ante el CEO, abrió el pantalón del hombre, revelando el enorme volumen que ya estaba erecto y pulsante. Esta vez, él comenzó diferente, para no atragantarse de primera ni sentir tanto el sabor no tan agradable de las primeras chupadas.
De inicio él pasó la lengua por el órgano del CEO, en un movimiento de sube y baja. Succionó los testículos, hasta escuchar al jefe soltar un gemido. Después volvió su boca al pene, colocándolo hasta la mitad en la boca. Los movimientos que comenzó a hacer eran rápidos. Quería que aquello acabara pronto.
Él continuó haciendo movimientos de succión a lo largo del miembro del otro, moviendo la lengua y dando leves chupetones. Después, comenzó a alternar entre chupar el glande y colocando el máximo que cupiera en su boca.
Al mismo tiempo que su boca trabajaba exhaustivamente, sus manos no paraban. Una masturbaba la base del pene de César y la otra se concentraba en el saco del hombre.
César, mantenía las manos en la cadera, mientras se deleitaba con aquellas caricias casi forzadas que recibía del joven delante de él. Aunque el magnate se preguntaba qué llevaba a aquel chico a someterse a aquello, pues era evidente que no se trataba de ambición o ganancia, César no se preocupaba en ir a fondo y descubrir qué movía a Adrián.
El CEO gemía cada vez más. Además del placer que Adrián le proporcionaba con las manos y la boca, la visión que César tenía del cuerpo del muchacho era un deleite aparte y César no dejaba de imaginar escenas eróticas diversas con Adrián:
El joven inmovilizado en su cama, con aquel bello y virgen cuerpo a su disposición... Él explorando toda aquella intimidad... ¿Hasta dónde aquel muchacho estaría dispuesto a ir? ¿Será que él aceptaría participar de otros juegos por más dinero?
César fue arrancado de sus pensamientos cuando sintió su miembro más caliente, a punto de entrar en combustión. Él iba a eyacular.
Adrián no quería tragar, pero temió que el hombre resolviera descontar del valor y, en el momento, él no podía darse el lujo de perder un único centavo. Ya estaba desnudo en frente del jefe y lo peor, estaba con el pene del hombre en su boca, por segunda vez, entonces para quien ya estaba en el lodo, embarrarse un poco más, era lo de menos.
El chorro vino caliente y espeso. Adrián se atragantó con el volumen, pero consiguió tragar todo. Cuando sintió que no tenía más nada para venir y que César estaba satisfecho, además, más que eso, parecía en las nubes, Adrián apartó el rostro.
César se alejó y se arregló la ropa. Adrián, sin gracia se levantó. César miró hacia él y no pudo contener una sonrisa más lasciva que antes.
— Acredito que te haya gustado también — dijo el hombre apuntando para el pene del muchacho que estaba erecto.
Adrián se ruborizó y sintió cuando las lágrimas amenazaron caer. Aquello no estaba bien.
César, por su parte, no quiso constreñir más al chico que claramente no tenía mucho conocimiento sobre su cuerpo o emociones y parecía desesperado de más, alcanzó las ropas al joven. Después tomó el celular e hizo el depósito para la cuenta del muchacho.
Adrián se vistió en silencio, evitando mirar a César. Sentía un nudo en la garganta, como si manos invisibles la presionaran.
César, por su parte, lo observaba con los ojos de un predador satisfecho. Había algo en aquel chico que lo intrigaba. Desde que lo vio por primera vez, César sintió su intimidad pulsar y endurecerse.
— Eres interesante, Adrián — dijo el CEO, arreglándose la corbata como si nada hubiese acontecido.
Adrián permaneció en silencio.
— Voy a ser directo — continuó César, aproximándose a él, pero sin tocarlo. — Yo no acostumbro a repetir experiencias. Pero tú... tú me despiertas curiosidad.
Adrián tragó seco. Cómo él quería dar la espalda e irse sin mirar atrás. Pero, al mismo tiempo, la idea de rehusar parecía imposible. La desesperación financiera aún hablaba más alto. Amanda contaba con él y él no podía decepcionar a la hermana.
Adrián no respondió de inmediato. Apenas tomó el celular, confirió la notificación de la transferencia y, mentalmente hizo las cuentas. Si hiciera aquello todos los días de aquella semana, el viernes tendría el dinero que necesitaba. Sin mucha esperanza, él asintió.
— Te veo mañana, Adrián. — dijo con una sonrisa burlona en el rostro, claramente no refiriéndose al horario de expediente normal.
En el camino para casa, Adrián finalmente dejó que las lágrimas escaparan. Lo importante para él en aquel momento era salvar la vida de quien él más amaba en el mundo y si aquel era el precio, él aguantaría. Solo deseaba que César no comenzase a exigir otras cosas de él.
César, por su parte, sentado en su silla de cuero, pensaba en Adrián y deseaba que el joven continuase desesperado por dinero para siempre recurrir a él. Para el magnate, Adrián se había tornado más que un simple pasatiempo.
Ahora era una obsesión.