"UN ACUERDO DE CONVENIENCIA, UN AMOR INESPERADO
Lydia, una poderosa CEO, ha sido engañada por su prometido. Para vengarse, urde un plan audaz: contrata a Antonio, un indocumentado no muy apuesto, para ser su esposo y padre de su futuro heredero, y de esta manera cumplir con los requisitos del consejo de socios de Kidman Nexus para seguir siendo su CEO.
Pero cuando Antonio se enamora profundamente de ella, Lydia se enfrenta a un dilema: su corazón o su herencia.
¿Podrá Lydia resistirse al amor verdadero y mantener su plan original?
¿O Antonio logrará conquistar su corazón y cambiar su destino?
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Capítulo Nueve
—¡Es hoy! ¡Es hoy! —Decía una alegre Wendy entrando a la habitación de Lydia. —Despierta, dormilona.
Wendy descobijaba a Lydia y esta volvía a cobijarse.
—Déjame dormir, no seas pesada. —Lydia decía medio dormida.
—Okey, te dejaré dormir, luego te maquillan contrareloj y que los periodistas digan con razón que eres una bruja. De esas con verrugas y nariz afilada. —Con eso que dice Wendy, Lydia se levanta como si fuera resorte y entra al baño corriendo. Algo que ella jamás permitiría, es que digan que está fea o mal arreglada. Ella siempre está impecable.
Cuando salió de darse un baño completo, ya estaban los estilistas en la habitación y Wendy le había traído el desayuno.
Empezaron preparando su piel, luego siguieron con su cabello y, por último, fue el maquillaje. Una vez que terminaron, se puso su vestido de novia y bajó al primer piso ayudada por Wendy, donde ya la esperaba su padre.
Orlando, en cambio, era el encargado de que Antonio tuviera todo lo necesario para la boda y, lo más importante, que asista.
Así que en el penthouse se prepararon para tan magno evento. Germán los llevó en el lujoso Tesla y se sentaron en la primera banca de la iglesia de San Patricio.
Antonio estaba muy nervioso; hoy empezaba el circo en el que se había metido, y no tenía escapatoria. Su hijo lo valía todo, y la bruja estaba cumpliendo con su parte del trato.
Llegó la hermosa novia del brazo de su padre y Wendy, como su dama de honor, empujaba la silla de ruedas.
Pierre la espera en el altar con una gran sonrisa que muy pronto se le iba a borrar. Su esposa e hijo aún no entraban; Grace estaba con ellos esperando el mensaje de Orlando para entrar a la iglesia.
Eduard estaba feliz e inocente de lo que iba a pasar. Él pensaba que Pierre era un buen hombre y amaba a su hija, pero pronto se llevaría una gran decepción.
Llegó al altar para entregar a su única y amada hija.
—Pierre, te entrego a mi hija, mi tesoro más preciado. Cuida de ella, ámala y hazla feliz. Porque si no, tendrás que responder ante mí.
Pierre se reía para sus adentros; ante lo que para él eran unas ridículas palabras de un inválido, y con una risa fingida tomó a Lydia de la mano.
—La amaré mucho, querido suegro, de eso no hay duda. —Pierre le dio un abrazo a Eduard y se ubicó con Lydia frente al altar.
La ceremonia iba de lo más bonito; todos susurraban admirados. El coro cantaba unas hermosas melodías de bodas y los invitados estaban felices de esta unión. Hasta que llegó el momento de los votos matrimoniales.
Esa era la señal que Orlando necesitaba para avisarle a Grace que entre con la esposa de Graham y su pequeño hijo.
—Pierre, ¿aceptas a Lydia como tu legítima esposa y prometes amarla y respetarla todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?
—Sí, acepto. —Pierre lo dice fuerte y convencido, y coloca su argolla de matrimonio en el dedo de Lydia.
—Lydia, ¿aceptas a Pierre como tu legítimo esposo y prometes amarlo y respetarlo todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?
Lydia da una terrorífica carcajada, digna de su apodo “La Bruja”, que deja a todos los presentes aterrados, y un silencio quedó después para que ella responda:
—No, no acepto casarme con el señor Graham, ya que él ya tiene una esposa e hijo. Así que, como pueden ver, no nos podemos casar y me niego a ser parte de su juego de poder. —Pierre abre grandes los ojos; no puede ser que haya sido descubierto y su plan de ser parte de Kidman Nexus se haya ido al piso.
—Lydia, mi amor. ¿De qué hablas? —Pierre se hace el tonto. Pero no se imagina que Lydia tiene ahí la prueba tangible de su traición, pues su mujer e hijo se acercan a su lado, dejando a todos los presentes boquiabiertos.
—Ahí está Lucero López, tu esposa. Con ella es con quien te tienes que casar. Queridos invitados, no se vayan a ir, que hoy habrá boda, pero no con ese idiota. —Unos hombres de seguridad sacan casi a rastras al ex sin darle tiempo siquiera de protestar. —Ven, Antonio, ocupa tu lugar. —De la banca de adelante se para Antonio y se hace al lado de Lydia, tomándola tímidamente de la mano.
—Lydia, hija, ¿qué es esto? —Eduard trata de acercarse, pero Wendy se lo impide.
—Papá Edu, recuerda lo que Lydia te dijo el jueves en la mansión. —Ya con eso, Eduard comprendió qué era lo que Lydia le quería decir.
Los socios estaban asombrados y mucho más los que estaban detrás del plan de Robert. Este estaba que no se la creía; definitivamente su sobrina es una bruja y Dominic una vez más moriría de la rabia al enterarse que de nuevo Lydia se salió con la suya.
Los periodistas que habían en la boda eran los únicos felices, ya que tienen de primera mano la primicia de la temporada. El cambio de novio en plena boda de Lydia Kidman. Pero, ¿quien es el reemplazo de Pierre Graham?
—Señor obispo, seguimos con la boda así como le expliqué esta semana. —El obispo no tenía ningún problema en seguir la boda; al fin y al cabo, Lydia ha sido una benefactora de su iglesia; además, por el cambio de novio, le dio una gran donación.
—Silencio, por favor. Ya aclaradas las cosas, prosigamos con la boda en esta ocasión entre Lydia Kidman y Antonio Duarte.
La boda continuó. Antonio estaba muy nervioso y se sorprendió al ver a Lydia, que no le temblaba la voz para dar sus votos; en cambio, él tenía que hablar pausado cuando el padre le preguntó si aceptaba a Lydia en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe.
Y el tiempo pasaba para él en cámara lenta. No fue sino hasta que el obispo dijo que los declaraba marido y mujer que el pobre Antonio vino a reaccionar al recibir de Lydia tremendo beso con mordisco incluido. Se sonrojó de la vergüenza y de lo que ese beso le hizo sentir.
Luego, Lydia tomó su mano y se lo llevó para que los invitados los felicitaran, pero los únicos que se acercaron fueron sus amigos Wendy, Orlando y Grace. Todos estaban en las bancas de la iglesia como anclados.
—Amigos y familiares, Vamos a festejar. —Lydia salió de la iglesia rumbo a la mansión de su padre, donde se va a llevar a cabo la celebración. Se subieron a la limusina y Lydia inmediatamente atacó a besos al pobre del Antonio, el cual a duras penas trataba de seguirle el ritmo.
—Ay, ratoncito. Es que quedé con ganas de más con ese beso que te di en la iglesia. Vamos a ver si ya está haciendo efecto. —La muy descarada le tocó a Antonio sus partes para saber si sus besos le hicieron prender motores.
—¿Lydia, qué hace? —Antonio le pregunta apenado, al sentir la mano de la bruja encima de su pantalón, tanteandole el mercado.
—Estaba viendo si la cola del ratón está despierta o necesita ayuda adicional. —Ya con eso Lydia sabe que Antonio va a necesitar licor para aumentar su libido. —Recuerda, que de esta noche no te escapas.
Llegaron a la mansión y Lydia por fin se acerca a su padre a presentarle a su yerno.
—Papá, te presento a Antonio Duarte. Mi esposo, dueño de Diamond Technology y heredero de la hacienda cafetera San Antonio en Colombia. —Lydia habló de tal manera que los invitados que iban llegando y los periodistas escucharan con quién se había casado Lydia.
—Mucho gusto, muchacho. Eduard Kidman. —Luego habla en voz baja. —Hija, confío en lo que haces. Pero luego me lo debes explicar bien.
Luego se dirigieron a la mesa principal, donde sirvieron el almuerzo a los invitados y, al terminar, Lydia hizo un brindis.
—Brindo por los comienzos, por las verdades y por el futuro junto a mi talentoso esposo. —Chocó la copa con Antonio. —¡Salud! Ahora nos disculpan, tenemos que empezar a fabricar herederos Kidman, así que quedan en su casa. La otra semana los vemos; Hawái nos espera.
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