¿Morir o vivir? Una pregunta extraña, sin duda, y una que no tuve la oportunidad de responder. El universo, caprichoso o sabio, decidió por mí. No sé cuál fue la razón de esta segunda oportunidad, de esta inesperada vuelta al ruedo. Lo que sí sé, con cada fibra de mi ser, es que la voy a aprovechar al máximo, que no volveré a cometer los mismos errores que me llevaron al final de mi primera vida. Esta vez, las cosas serán diferentes.
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Capitulo X La venganza de la hermana
Mi querida hermana pagará por intentar entrometerse en mi relación con Camilo. Ella no sabe lo que le espera, pero su caída está garantizada.
Mientras espero el momento perfecto para destruirla, mantendré mi fachada de niña buena. Empezando por el imbécil de mi esposo.
—Recuerda que hoy es la fiesta de beneficencia —le comenté a Camilo mientras se preparaba para salir.
—No lo olvidaré. Llegaré temprano para que vayamos juntos —aunque trataba de sonar amable, sabía que todo era una actuación para mantener la imagen del hombre perfecto.
—Eres tan atento, cariño —dije, devolviéndole la sonrisa.
Ese hombre era el rey de las mentiras. Pasó tantos años engañando a la tonta de Alma, y la muy idiota nunca se dio cuenta de que él jugaba con las dos al mismo tiempo.
Cuando supe que ella había ido a pasar la noche con él, mi intuición me gritó que la escogería a ella. Eso era algo que no iba a permitir. Así que, junto a mi madre, planeé un supuesto accidente y la pérdida de un niño que nunca existió.
El plan era perfecto. Mi padre se enteraría de que Camilo era el papá del "bebé" y lo obligaría a casarse conmigo, sin importar nada. Además, pertenecer a la familia Durán era un lujo que él ansiaba.
—Paso por ti a las ocho, espero estés lista —dijo Camilo antes de irse.
Salió de la habitación con una sonrisa falsa, dejándome a solas con mi reflejo. Me miré al espejo, admirando lo hermosa que era, sin poder entender por qué todos se dejaban engañar por la desabrida de Alma.
Una vez que estuve lista, fui a buscar a mis padres. Me los encontré preocupados, una expresión inusual en sus rostros. —¿Qué sucede? —pregunté, acercándome.
—No es nada, hija —respondió mi padre con una voz cansada y un peso que nunca le había visto.
—No traten de ocultarme nada. Sé que algo les está pasando y quiero saber qué es —insistí, determinada.
Mi madre, Lucrecia de Durán, la mujer de acero sin sentimientos, me miró con ojos tristes. Esa expresión en su rostro, como si estuviera perdiendo algo importante, me inquietó.
—Está bien, te contaremos. La empresa está pasando por un mal momento. Estamos al borde de la quiebra y lo que más nos preocupa es que podríamos perder incluso esta casa —explicó mi padre, con la voz quebrada.
—¿Qué? ¡Eso no puede ser! Nuestra empresa es sólida y nunca ha tenido dificultades. ¿Qué pasó para que llegáramos a este punto?
—Al parecer, alguien quiere destruirnos. Nuestros principales clientes nos han rechazado sin razón, y aún no sabemos quién está detrás de todo esto, pero debe ser alguien muy importante —añadió mi padre, con impotencia.
Mientras hablaba, un nombre se formó en mi mente como una sombra: Alma. El hombre con el que vive tiene mucha influencia, y seguramente, por venganza, ha decidido arruinarnos. Estoy segura de que utilizó su cuerpo para convencer a ese demonio de Estrada de llevarnos a la ruina.
—Pienso que Alma está detrás de todo esto —dije, plantando la semilla de la duda—. Ustedes la obligaron a vivir con ese monstruo, y seguramente ella lo convenció de destruirnos.
Esta era mi oportunidad. Si lograba que mis padres obligaran a Alma a volver, podría humillarla, restregándole en la cara mi felicidad con su "amor imposible".
—Esa perra... —murmuró mi padre, con la furia creciendo en sus ojos—. Tenemos que hacer algo antes de que ese hombre nos termine de destruir.
—Lo mejor es traerla de vuelta. Lejos de él, ella no tendría ningún poder —propuse con una sonrisa.
Mi madre, en sintonía conmigo, sonrió también. Ambas sabíamos que la otra pensaba lo mismo. Por su parte, mi padre dudaba. Era evidente que a él, a diferencia de nosotras, le costaba aceptar que el odio que sentíamos por Alma fuera tan grande.
La noche llegó tan rápido como el día había terminado, y tal como lo había dicho Camilo llegó por mí exactamente a las ocho de la noche, ese hombre era muy predecible y me estaba aburriendo estar con él. En mi vida necesitaba más emoción, algo que despertara el fuego que crecía en mí.
La familia Duran completa asistiría al evento, bueno menos Alma que seguramente estaba sirviéndole de esclava sxxxxx al horrible hombre con el que vivía.
Llegamos al evento con la frente en alto ignorando los comentarios de los presentes, pues de lo único que hablaban era de nuestra inminente caída, pero sabía que mi padre nunca permitiría que algo así pasará.
Fuimos guiados por un mesonero hasta una mesa casi al final del salón, estábamos como quien dice detrás de la ambulancia. —Esto es una ofensa— expreso mi padre—. Esta no puede ser nuestra mesa.
El camarero se puso nervioso por las palabras de mi papá. —Lo siento señor, yo solo sigo indicaciones— dijo el joven con voz temblorosa.
—Busca al encargado del lugar y dime qué Efraín Duran quiere conversar con él.
El joven salió a toda marcha a buscar al encargado del lugar, de repente se escuchó el murmullo de los comensales. —Dicen que es la hija menor de la familia Duran— comento una mujer bastante robusta.
—Es hermosa y se ve tan bien al lado del señor Estrada—, comento otra sonriente.
—Escuche que llevan dos años viviendo juntos, pero que aún no se casan—, intervino otra mujer mirando hacia la entrada con una mirada envidiosa.
—Ella es su amante ¿y eso que importa?, con ese bombón hasta me divorcio para ser su amante.
La curiosidad me gano, porque según yo ese hombre era horrible, pero las señas que estaban diciendo esas mujeres eran completamente diferentes a lo que yo creía.
Me abrí paso entre las mujeres frente a mi y en mi desesperación por ver lo que ocurria tropecé cayendo de rodillas frente a dos personas, fue una situación bastante vergonzosa.
—Quiten a esa mujer de mi camino— la voz déspota de un hombre llamo mi atención.
Intenté levantarme, pero fue inútil. Alce la mirada para ver de quién se trataba encontrándome con los ojos burlones de la estúpida de Alma.
—Al fin estás en la posición y lugar que te corresponde— dijo con soberbia.
Unos sujetos ayudaron a ponerme de pie fue entonces que me fijé en el hombre del cual colgaba mi estúpida hermana.